Quién diría que en el Mavi hubo cambio de manos hace dos años. Todo sigue casi igual. Olor a guiso a media mañana. Los platos del menú están en la cazuela. Chup-chup. La carta sigue siendo la misma, el único cambio, la introducción de tostadas con tomate y aguacate entre un mar de pa amb olis, variats y nocturnos. Al purista buscador-de-autenticidad le chirriará un poco. “Tenemos clientes que nos lo piden”, argumenta la encargada, Sheila Olivas. El tapero de la barra está impecable. “Lo que más me gusta del variat de aquí son los rebozados”, confiesa un cliente que se llama Llorenç. El calamar a la romana goza de una excelente reputación. La gastronomía a precio de persona (o currante) es el fuerte del Mavi. Pero no siempre fue así.

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De Sencelles a Ciutat

Los inicios del bar se remontan a 1955. En la barra sólo despachaban cafés y copas. Biel Llabrés y Maria Cirer, sus creadores, abandonaron con lo puesto Sencelles para buscarse la vida en Ciutat. Primero, hicieron equipo con el dueño del llamado mercado de los hortelanos en el bar del Liceu. En el año 52, se trasladaron a las Avenidas, donde servían cafés, naranjadas, gaseosas y ensaimadas. Buscaban la oportunidad para establecerse por su cuenta, que llegó cuando en la calle 31 de diciembre se puso a la venta el bar d’en Gomila. Enfrente acababa de cerrar una fábrica de bombas de achique que tenía un nombre curioso y sugerente, Mavi, al parecer de origen italiano. Justo enfrente tenían el verbo mágico con el que bautizar su criatura el 14 de julio de aquel mismo año.

“A las cinco de la mañana, Biel y Maria abrieron las puertas del Mavi, contaba su nieto en la web del establecimiento. Cada día repetían la operación a la misma hora y cerraban la barrera a las 3 de la madrugada. Apenas dos horas para limpiar el local. Desfilaban las primeras horas trabajadores del tranvía, de s’Escorxador, chóferes y otras profesiones madrugadoras. Se le sumaban los trabajadores de los talleres y cocheras de autobuses que tenían locales en la zona. Todo iba bien hasta que toda aquella pequeña industria echó el cierre en la ciudad para mudarse al Polígono Son Castelló. 

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FOTOS | El bar Mavi de Palma, cerca de cumplir los 70 años

Domingos con tapas

Corría 1960 y en el negocio llegó el turno de Jordi, el hijo de Biel y Maria, quien se empecinó en hacer méritos para atraer a clientes. En el 67, se casó con Marieta, la hija del propietario del colmado vecino al hotel Colón. Y en el 70 le imprimieron un giro al local con la gastronomía para que salieran los números. Ampliaron el espacio con la incorporación de la planta baja contigua. El arranque fue conservador, sólo los domingos, con tapas: ensaladilla, croquetas, pica-pica y riñoncitos. 

En 1972, del almuerzo de la familia comían los empleados de Estructuras Adrover. Y se corrió la voz sobre aquella comida sabrosa y económica. “Cada día iba a comer el hijo del alcalde de Petra”, evoca Jordi Llabrés nieto. “Se hacía un plato del día; los domingos, dos. Paella de primero y de segundo mero”. La casa de comidas tenía fama de dar de comer fastuosamente por un precio ajustado. En el siglo XXI sigue saliendo de los fogones un menú de marqués a precio de currante: dos platos abundantes, pan, postre y bebida por 13,50 euros.

Bar Mavi . Bares normales de Palma Bernardo Arzayus

Una gran familia

“Estamos contentos de ser una gran familia”, escribió el último propietario del Mavi de linaje Llabrés -tercera generación- en una extensa glosa en la que repasó los 50 años del establecimiento. “Xisco, 49 años de servicio. Pep, 37. Toni, Miquel y Xisca son los que preparan la comida. No nos olvidemos de Joan Sureda, tampoco de Jesús”…

El Mavi fue, ha sido y es muchas otras cosas. Lo frecuentaron los deportistas en los 70, por ejemplo, los miembros del Son Amar. Cuenta la leyenda que entraron por la puerta varios miembros de los míticos Boney M, los antillanos que recitaban Rasputin, Daddy Cool o Rivers of Babylon. En los 80 se hizo famosa la Penya d’Amics del Mavi, que se reunían con motivo de cualquier final futbolística con equipo español de por medio. Toreros, artistas y bohemios vieron pasar el tiempo en estas cuatro paredes donde siempre quedará un nocturno para echarse a la boca. Para quien lo desconozca, una de las especialidades del Mavi es precisamente ese bocadillo con nombre de noche, el nocturno, el clásico pepito de lomo, pollo o ternera. La carne fina a la plancha, con cebolla, tomate y queso. “Un chico venía todas las noches y siempre se pedía ese mismo bocata. Por eso se bautizó así. Ese cliente todavía sigue viniendo”, cuentan en el bar.

Bar Mavi . Bares normales de Palma Bernardo Arzayus

Lo peor de la covid

La pandemia puso en el precipicio a la familia Llabrés. Dos años de lucha y pérdidas les pusieron en el camino para traspasar el establecimiento. Jordi y Susana bajaron la barrera después de resistir lo peor de la covid. La tristeza y el pánico se apoderaron de clientes habituales, palmesanos amantes de los cafés y vecinos del bar, “donde uno está como en casa”, escribió el autor y editor Vicente García en el libro que dedicó al Mavi por su 60 aniversario junto a Natàlia Rabassa y Javier Matesanz. En un giro de guión, Virginia Pericás y Roberto Contreras, al frente de otros negocios de hostelería, salieron al rescate de la casa de comidas del barrio de Bons Aires. Mantuvieron a todo el personal y comprendieron que todo debía seguir igual. “Nos quedamos todos y hemos incorporado gente nueva. Éramos ocho y ahora somos once en sala, y hay una persona más en la cocina. Seguimos la misma dinámica, somos los trabajadores del Mavi los que hacemos el bar y procuramos que tenga el mismo espíritu de siempre”, explica la encargada del establecimiento, Sheila Olivas.

Bar Mavi . Bares normales de Palma Bernardo Arzayus

La cultura, en el epicentro

La cultura, como el perfume a guiso, siempre impregnó las paredes del bar, donde siempre se habían podido contemplar los cuadros que Jordi Llabrés padre coleccionaba. Muchos años después, se ha convertido en epicentro del Teatre de Barra, en el cuartel general de los miembros de Fotos Antiguas de Mallorca y en refugio de sabiondos del celuloide que gustan de las partidas del Trivial dedicado a películas y series. “Por Sant Sebastià siempre hacemos una torrada y también hay fiesta por Carnaval”, subraya la jefa de sala. Siempre hubo arte en el Mavi, los toreros que se hospedaban en el hotel Colón o los músicos de hoteles, los últimos noctámbulos de la ciudad.

Como buena fonda de pizarra en la puerta, cada sábado hay paella y frit mallorquí. Los jueves de invierno, fava parada, plato extraño e imposible en una urbe falsamente cosmopolita, turistizada y con tanto autoodio como Palma. Potajes, sopas mallorquinas, escaldums de pollo... No hay bar que huela como el Mavi.

Bar Mavi . Bares normales de Palma Bernardo Arzayus