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«Es Son Cledera, no Son Cladera, porque proviene de ‘cleda’, un redil para el ganado»

El lingüista Joan Miralles sostiene que para fijar la grafía correcta de los topónimos hay que ahondar en su origen

Plaza del barrio de Son Cladera (nombre oficial).

Algunos topónimos recogidos en el Nomenclàtor Geogràfic (consultable en la web ideib.caib.es/ngib/) elaborado por el Servei d’Informació Territorial, ente adscrito a la conselleria de Medio Ambiente, muestran grafías que han provocado debate entre los ciudadanos en los últimos días. Es el caso de Son Cledera. El lingüista Joan Miralles, codirector del Nomenclàtor de Toponímia de les Illes Balears (2017), aclara que el topónimo correcto de este conocido barrio de Palma se escribe con «e» porque el origen es la palabra «cleda», «redil en castellano», «un espacio cercado para guardar animales».

El filólogo comenta que al ser la primera vocal de la palabra un sonido neutro, «podría ser tanto una ‘e’ como una ‘a’, pero en algún momento que se transcribió el nombre debieron despistarse».

Miralles especifica que a la hora de fijar la grafía de un nombre es importante acudir a la etimología, esto es, al origen de dicha palabra. «El problema es que en ocasiones no es tan fácil determinar esa etimología y es cuando la cuestión se complica», señala.

Dos topónimos más han levantado discusiones: Puig de Lofra y Puig de Maçanella. «Lofra es un topónimo de Sóller cuya ‘l’ inicial se interpretó como artículo y derivó en L’Ofre, pero es un falso artículo. Es Lofra, una palabra que significa ‘clotada’», sostiene Miralles, que pone otros ejemplos de falsos artículos en los topónimos: «L’Assarell en Pollença es Lassarell».

Eulàlia Fons, del Servei d’Informació Territorial, argumenta que en el caso del Puig de Massanella lo correcto es escribirlo con «ç» porque proviene de «maçana», una manzana, «y es un topónimo vinculado a otras zonas de Cataluña que se llaman de manera similar como Maçanet de la Selva».

Miralles añade que las gramáticas siempre dedicaron desde el primer momento muy poco espacio a los nombres propios y apellidos. «Siempre se les ha dado manga ancha porque son un tema que pertenece a la vida privada, pero cuando esos nombres se transforman en topónimos hay que tener en cuenta que pasan a ser públicos, de la comunidad, y por eso es importante que estén bien escritos», considera el lingüista, que ha estado durante más de 20 años trabajando en el Nomenclàtor de Toponímia. «Recopilamos unos 51.000 y la inmensa mayoría ya sabemos cómo se han de escribir correctamente. Este corpus normativizado se puede consultar en la web del Institut d’Estudis Catalans», informa.

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