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OPINIÓN

El Mallorca es igual que el PSG

Bullicioso Kubo, no se puede decir nada peor. Manu Mielniezuk

Una derrota por solo tres goles ante el Madrid es un milagro a favor del Mallorca, que se mantuvo fiel a sus limitaciones. Confiar en un resultado positivo era ilusorio, dada la diferencia entre ambas plantillas. Sin recursos, no puedes mantener el pulso al gigante durante noventa minutos.

El Madrid es un equipo tremendamente calculador, y dispone de tantas opciones que abandona la pieza si la victoria no le compensa el sacrificio. El Mallorca puede presumir de que los blancos estuvieron a punto de desistir antes del descanso. Por supuesto, cuando en una competición seria pronuncias la palabra «casi», la siguiente pregunta es cuántos te han metido.

El Mallorca milita en LaLiga, lo cual no implica que sea un equipo de Primera. Un conjunto que pierde nueve de los últimos once partidos, encajando por tanto siempre goles y sin apenas conseguirlos, debería ser obligado piadosamente a apearse a mitad de la competición. Por fortuna, los cuatro equipos que tiene por debajo ofrecen una imagen todavía más misérrima.

Si el Mallorca perdía con el Madrid, una doble victoria de sus inmediatos perseguidores hubiera colocado a los bermellones en un nicho de descenso que difícilmente hubieran abandonado. Pues bien, Granada y Cádiz salen derrotados para demostrar que cuanto peor, mejor a la hora de descender.

Luis García se presentó al partido con corbata, como si hubiera venido a despedirse o como si sospechara que se enfrentaba a un funeral. La derrota abonaría su fútil teoría de que gobierna un grupo que no es de esta Liga, ahora solo le falta explicar las otras ocho que lleva en fechas recientes ante conjuntos más asequibles.

El Mallorca-Madrid acabó en exhibición madridista en solitario. Las categorías están muy marcadas, pero no en el sentido habitual. El equipo de Ancelotti es inferior a anteriores escuadras blancas. Ahora bien, la diferencia entre los mallorquines y el vestuario que se mantuvo durante 16 temporadas consecutivas en Primera no solo es considerable, peca de abismal.

Ni un solo jugador del Mallorca actual sería titular con Cúper, y a García es descabellado incluso nombrarlo en el mismo párrafo que al entrenador argentino. Si se necesita una excusa, los inquilinos de Son Moix encajaron tantos goles del Madrid como hace una semana el PSG, siglas de Pusilánimes Sin Garra o de Perdedores por Sobredosis de Gigantes.

Por la inapelable propiedad transitiva, si el Madrid le marca tres goles a los parisinos y otros tanto a los isleños, entonces el Mallorca es igual que el PSG pero en mucho más barato. La diferencia es la frustración respectiva, reducida a su mínima expresión en el caso de un conjunto bermellón del que solo se espera que consiga encontrar a tres escuadras peores. En todo lo demás, dos equipos en ruinas, uno en la categoría de superproducciones y otro en cine de barrio.

Si se necesitan más paralelismos entre parisinos y palmesanos, Sergio Rico era el reserva de Donnarumma en el PSG. En atención al primer gol recibido ante el Madrid entre las piernas a disparo de Vinicius, no queda claro que el equipo francés obtuviera resultados más desalentadores si se limitara a prescindir de guardameta en sus choques.

Desde la deserción de Cristiano Ronaldo, a cada partido del Madrid hay que pedirle perdón a Benzema por haberle llamado Zampabollos. De hecho, el delantero asume un protagonismo excesivo, es la única ganzúa efectiva para mantener la artillería blanca afinada con sus más de trescientos goles. Sabio entre los sabios, Ancelotti consigue con una estrella de menos resultados más brillantes que el PSG con una estrella de más.

Es mejor no hablar mucho del Mallorca, para no ofender a jugadores claramente fuera de sitio. Refugiarse en una primera parte igualada cuando te meten tres goles en la segunda, equivale a decir que tus perspectivas vitales se mantuvieron intactas hasta que cumpliste doce años de edad. No es casualidad que Muriqi suene a muro, porque solo sirve como frontón para desviar balones que podrían ser aprovechados por delanteros que, ay desgracia, no militan en su equipo.

La decepción generalizada se sustancia en el frágil Kubo. Es la viva estampa del jugador bullicioso, una categoría que en los años sesenta implicaría un elogio incandescente, pero que es un insulto en el balompié gobernado por los axiomas de Guardiola. El japonés se estrella, todo el Mallorca se estrella, suerte que de momento los hay peores.

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