Si los costes de producción de la electricidad lo encarecen todo, resulta comprensible que también repercutan sobre el precio del agua desalada, un producto que de por si resulta ya costoso en su tratamiento y elaboración.
El agua desalada, fruto de la escasez antes que del medio marino, está destinada al consumo humano pero, en momentos puntuales, cuando se agotan las depuradas, son un recurso autorizado para los campos de golf.
El Govern eleva su precio para este uso del 1,45 euros a 1,90 el metro cúbico, un incremento que al consumidor doméstico medio no le resultará exagerado si lo compara con sus recibos de electricidad y agua.
Dicho esto, no está de más replantearse otras cosas en relación a esta última medida de Medio Ambiente al amparo de los consejos de Abaqua.
No está de más cuestionarse si el verdadero coste y precio del agua depurada debe estar en su cuantificación en euros o en los usos que se hagan de ella.
Las lluvias de ayer solo han sido un espejismo. En una isla en la que permanece la prealerta por sequía y el Govern ha actualizado su llamada al consumo responsable de agua, cabe interpelarse si resulta consecuente que los campos de golf tengan acceso al agua depurada, aunque sea como último recurso. Es el problema de las prácticas deportivas disonantes con el clima del lugar, aún contando con su fertilidad como explotación turística.
El bien básico del agua tiene valor en cuanto a su disponibilidad y calidad antes que en su tarifación en euros. Por tanto, la preferencia de consumo debe imponerse sobre su precio económico. De cada día será más imprescindible tenerlo en cuenta en esta Mallorca de recursos menguantes y explotación creciente.
