“Este año el cerdo es pequeño, pero las sobrasadas quedarán fantásticas, seguro”, sostienen los miembros de la Confraria de Tastavins de Manacor que a las siete de la mañana ya preparan el patio del Molí den Roca, uno de los muchos molinos harineros que diseñaron la imagen loca, del siglo XVIII en la clásica barriada de Fartàritx, a punto de proceder con el ritual más mallorquín cuando las temperaturas bajan y la despensa necesita carne.

Si la vida se divide en números y materia, unas matanzas pueden ser la excusa ideal para comprobarlo: 135 kilos de cerdo negro mallorquín del que se sacarán unos 39 de sobrasadas, de las cuales media docena serán grandes (bufetes y culanes) y el resto se trasformarán en longanizas (unas 50) para brasear en su fogueró de Sant Antoni, cuando el pueblo y la comarca ardan a mediados de enero. Todo ello además de unos 20 kilos más de botifarrons, confirma Antoni Gelabert mientras amasa la carne y la mezcla con las especias proporcionales, y su hermano Miquel dirige las operaciones para el tradicional frit en la cocina.

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Las 'matances' de Tastavins, en Manacor

Sacrificar el gorrino, utilizar con destreza el soplete, despellejarlo y transformarlo en algo comestible es el arte ancestral mallorquín por excelencia. Un ritual que los miembros de la cofradía conocen tan bien, que el procedimiento sigue los pasos mecánicos de quien sabe mucho de esto. Los métodos, las medidas, las manos a temperatura y el conocimiento para salir con buen nombre y hacer de sobrasadas y botifarrons, una golosina culinaria de asar y comer con vino junto a una hoguera del 16 de enero, “o para las catas que vamos organizando durante el resto del año”.

Más de 40 años

Este domingo, el primero después del puente de la Constitución, como cada año, los más de veinte miembros que actualmente componen la Cofradía ha vuelto a levantarse pronto para cumplir. Más de 40 años ya que amasan, cosen, trituran o limpian tripas. “Empezamos primero a una casa que teníamos alquilada en la calle Ortega y Gasset, hasta que vinimos aquí al molino” en 1982, el lugar donde históricamente el grupo de dimonis del Patronat de Sant Antoni manacorí despliegan su último baile sobre las dos y media de la madrugada.