Los triunfos de la selección de Marruecos en el Mundial de fútbol de Catar fueron seguidos por multitudinarias celebraciones por parte de jóvenes y adolescentes de origen marroquí, en Palma y en otras muchas ciudades del Estado. Causó sorpresa porque la gran mayoría de ellos habían nacido aquí. 

«En esas celebraciones se reivindicaba una identidad, iba mucho más allá del fútbol. Era una respuesta a esa intolerancia que seguimos sufriendo como hijos de emigrantes marroquíes. También era una respuesta hacia esa Europa que siempre ha saqueado los recursos de África», explica Amal Derdabi. 

Adel Boulharrak entiende que aquellas explosiones de júbilo no se repitieran cuando España cosechaba un triunfo. «Cuando ganaba Marruecos en Twitter era tendencia la etiqueta #leñaalmoro. Si el país en el que has nacido te rechaza, es normal que no celebres sus victorias», señala. 

Lamentan que esa palabra, moro, no haya desaparecido del diccionario de muchos mallorquines. «La he escuchado siempre. Incluso dependiendo de la situación te dicen que te lo han dicho con cariño», indica Ghizlane Lahriga. Y destaca que, en su origen, este término no tenía el significado peyorativo que adquirió con el tiempo. 

«Lo escuchas en conversaciones, es constante. Trabajo con chavales, que son el futuro de la sociedad, y es una palabra que está muy extendida», lamenta Derdabi. 

Mustafa Boulharrak. Pere Joan Oliver

Las conquistas de la primera generación frente a los retos de la segunda

«Antes casi todos éramos varones solos. Después empezaron a llegar mujeres y niños, y entonces empezamos a pensar en otras necesidades como asociarnos o abrir centros de culto. Nuestros hijos han nacido aquí; tienen otra manera de ver las cosas, y diferentes inquietudes y desafíos». Son palabras de Mustafa Boulharrak, presidente de la asociación de Marroquíes en Baleares Al Magreb, durante un coloquio celebrado la pasada semana para hablar de los «logros» conquistados por la primera generación y los «desafíos» que afronta la segunda. 

El acto también sirvió para rendir un homenaje a Lhaj Mohamed Derbadi y a Jaime Bueno por su larga trayectoria «tendiendo puentes» entre la comunidad marroquí de Mallorca y la sociedad de la isla. Y para poner en valor la labor asociativa de Al Magreb durante todos estos años. 

Intervino una joven nacida de padre marroquí y madre española. «Hace años me sorprendía cuando me alababan por hablar bien castellano y catalán pese a que son mis lenguas maternas. Yo me preguntaba si era especial o tenía superpoderes, pero es una dinámica que me agota. No avanzamos como sociedad si tengo que justificar por qué como mujer musulmana ayuno. No tengo la obligación de justificar cada paso que doy», indicó.

Adel Boulharrak, hijo de Mustafá, lanzó un mensaje optimista. «Hay personas que ven más allá de nosotros y vosotros. No todo ha sido malo; hemos sufrido, pero también hemos sido felices. Y hay muchas personas que se alegran cuando por ejemplo hablo mallorquín», destacó este joven durante el coloquio ante un auditorio formado por marroquíes de primera y segunda generación, y en el que también intervino el Cónsul General de Marruecos en el archipiélago.