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Las UCI, en estado crítico

Simebal denuncia la fuga de los intensivistas que atienden las unidades de críticos por las mejores ofertas de la privada y de otros países y recuerda que, sin estos dispositivos, habría que cerrar hospitales

Imagen de la UCI de Son Espases en plena pandemia que ilustra bien a las claras lo duro que resultaba trabajar en este servicio. Manu Mielniezuk

Que las UCI han sido durante esta ya interminable pandemia la última trinchera contra la covid-19, no lo pone en cuestión nadie. Pero ahora, casi tres años después, los médicos intensivistas que las han atendido están al borde del colapso.

El sindicato médico (Simebal) se ha hecho eco de sus reivindicaciones y denuncia que muchos de estos especialistas se están yendo a la privada o a otros países como Francia o Italia, donde han contrarrestado el déficit de estos profesionales de la única manera posible: remunerándoles mejor por su trabajo y ofreciéndoles mejores condiciones laborales.

Y alerta de que sin estas unidades de críticos donde se atiende a todos los pacientes en estado grave tras una intervención quirúrgica o procedentes de los servicios de Urgencia, los hospitales tendrían que cerrar sus puertas por que, ¿qué sentido tiene un hospital sin actividad en sus quirófanos y sin poder asistir a accidentados graves o a personas que han sufrido un ictus o un infarto de manera imprevista?

Un interlocutor del sindicato señala que la situación más dramática en estos momentos de todas las UCI públicas de este archipiélago es la de hospital comarcal de Inca. Este centro tiene una unidad pequeña, de tan solo seis camas (en breve, previsiblemente antes de las elecciones, se ampliará con dos más) que son atendidas por seis intensivistas. O lo eran porque dos de ellos ya han anunciado que se van, uno en noviembre y otro a comienzos de diciembre.

«Guardias horrorosas»

Y se van por los citados motivos. «En la sanidad privada cobran un 70% más por hora de guardia, se la pagan a 45 euros mientras que el Servei de Salut la abona a 28 euros», explica el delegado sindical.

Pero no todo es cuestión de dinero. Tras dos años y medio de pandemia con guardias que los propios intensivistas que las han realizado califican de «horrorosas, muy estresantes, con gente que se estaba ahogando y con la que había que realizar la maniobra asistencial que entrañaba más riesgo de contagio, la intubación», ya no quieren hacer más de las necesarias.

Y es que en el comarcal de Inca la plantilla de UCI va a quedar con 4 especialistas y uno de ellos con reducción de jornada. En este contexto, los intensivistas del comarcal de Inca están realizando entre 8 y 9 guardias mensuales (las diarias, de tres de la tarde a las 8 de la mañana siguiente, y las festivas de 24 horas, de ocho a ocho).

Y eso pese a que está estipulado que solo pueden hacer cuatro guardias al mes, cinco si el trabajador accede de forma voluntaria, o seis por necesidades puntuales del servicio, cláusula a la que se suele acoger el Servei de Salut de manera más habitual que puntual, denuncia el sindicato. «Y eso que los médicos, a partir de los 55 años, pueden negarse a hacer más guardias. Pero las están haciendo por profesionalidad. De la misma manera que no se pueden doblar las guardias y en Eivissa se está haciendo», continúa.

Y los profesionales ya no quieren asumir esta sobrecarga, están saturados después de unos años muy estresantes y lo único que quieren es disfrutar de su tiempo libre. Porque durante esta crisis sanitaria han tenido que padecer situaciones laborales tan dantescas como tener que suspender sus vacaciones para cubrir un descubierto de una guardia por una baja laboral de un compañero.

Aunque desde el Servei de Salut se alega que la de Inca es la única plantilla con falta de personal, Simebal contrapone que las del resto de hospitales van tan justas y están igualmente tan «quemadas» que nadie quiere desplazarse para cubrir los descubiertos que a buen seguro se producirán para realizar las guardias en Inca.

Algo que sí se ha hecho con el Mateu Orfila de Menorca, adonde se han tenido que trasladar intensivistas de Son Llàtzer para garantizar el servicio, mientras que otros hospitales han optado por aumentar sus ratios de pacientes críticos por profesional con el objeto de rebajar el número de guardias que ya nadie quiere hacer, con el consiguiente deterioro de la calidad asistencial.

«Si ahora llega la novena ola, lo tendremos difícil», concluyen otras voces autorizadas lamentando que pese a que únicamente pueden trabajar 48 horas semanales, en esta pandemia muchos intensivistas han superado las 300 mensuales. «A la falta de profesionales se ha unido lo mal que nos trata el Sistema Nacional de Salud. Por eso la gente se está yendo a otros países o incluso dejando la profesión médica después de seis años de carrera y cinco de especialización», lamentan.

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