Rosa Taberner, adjunta del servicio de Dermatología de Son Llàtzer, matiza que la sarna se contrae por contacto estrecho, ya bien sea sexual o por un convivencia normal dentro del seno familiar. «No se contagia por un simple apretón de manos. De ser así, todos los dermatólogos la habríamos contraído», contrapone confirmando la denuncia de su compañero, que están dilapidando buena parte de sus consultas dermatológicas en la atención de esta patología banal.

«Tenemos (por los dermatólogos) la sensación de que el repunte de casos que se inició antes de la pandemia y que no se atajó porque Salud Pública tenía otros frentes abiertos sigue vigente. Y también de que existe un infratratamiento de los afectados. Pero es tan solo una sensación subjetiva nuestra porque la sarna no es una enfermedad de declaración obligatoria, no notificamos los casos», apunta.

La experta recuerda que el tratamiento pasa por una dosificación de pomada o toma de fármacos orales que han de repetir todos los miembros de la familia, incluidos los abuelos que son visitados por los nietos, a los siete días de la toma inicial. «Y el tratamiento lo deben seguir todos en la familia, aunque no les pique», reitera la dermatóloga de Son Llàtzer.

Taberner prescribe también el lavado de toda la ropa a altas temperaturas para erradicar al parásito, aparte de rociar generosamente toda la casa con insecticida. Y con la ropa delicada que se estropearía con ese programa, guardarla bien cerrada en una bolsa durante una semana. «De esta manera nos aseguramos que los ácaros mueren. Porque se trata de unos parásitos que no pueden sobrevivir lejos del cuerpo humano, nos necesitan», concluye.