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Opinión

La provincia profunda arrasa

Jaume Far. Parlament

El PSOE en el Govern no solo está blindado ante cualquier hipótesis de dimisión de un alto cargo, sino que encima fuerza la ejecución sumaria de quienes deberían vigilar las tropelías inherentes al ejercicio del poder. Los socialistas se hallan a un paso de la genial arenga de Maria Antònia Munar dirigida a sus lacayos, «les he dicho a estos que el que no reciba una acusación de corrupción, no irá en las listas».

La víctima más reciente pero no última de la pureza socialista es el zar Far, decapitado por creerse que dirigía la Oficina de Prevención y Lucha contra la Corrupción en Balears. Más le valdría haberse matriculado en el Máster universitario Llorenç Huguet, que enseña a ejercer un cargo a plena satisfacción de quienes te han nombrado. De hecho, todos los designados por el PSOE aprobaron el curso de docilidad con sobresaliente, ni uno solo ha salido respondón.

El Estado Profundo o Deep State es una broma por comparación con la Provincia Profunda, que se ha empleado a fondo para acumular los materiales de derribo del zar Far. Ese conciliábulo de elevadísimos funcionarios, pues todos ellos cobran más que la presidenta del Govern, acumula un poder casi absoluto. A diferencia de los políticos de aluvión en quienes han sembrado el pánico, los selectos no electos son incorruptibles.

El zar Far desafió abiertamente a la Provincia Profunda. Exigió a interventores que le mostraran sus cuentas corrientes bancarias, mantuvo sobre ascuas al Síndic Major dilatando una investigación paralizante, se atrevió incluso con la impunidad de los cargos vacunados previo robo de las dosis. El resultado de estas quijotadas es un caballero que se cae de Rocinante ante todos ustedes, pocas bromas con los auténticos tejedores de los entresijos autonómicos.

El zar Far le anunció en julio su dimisión voluntaria y en diferido a Vicenç Thomàs, para que el PSOE siempre recolocador le ahorrara una destitución violenta. A los socialistas les encanta rebajar un homicidio a suicidio, otra tradición mallorquina. Esta despedida ganaría en contenido poético, si proclamara que el zar Anticorrupción cae por haber cumplido con la misión que le habían encomendado. Por desgracia, en la memoria efectuada a la hora del adiós por el propio Far no consta ni un solo ejemplo resuelto de «Prevención y Lucha contra la Corrupción», solo tristes vestigios burocráticos. En sus cuatro años de desempeño del cargo, la Mallorca oficial ha sido tan intachable como la Sicilia oficial.

El bofetón de despedida al zar Far es la renovación del Síndic de Comptes en Versalles, para que aprenda de una carísima oficina que jamás ha ocasionado una jaqueca al poder. Al caído le sucederá un personaje que tenga por principal característica la de no irritar a quien debería perseguir. Gracias a la Provincia Profunda, Mallorca es hoy un poco más corrupta. No se notará demasiado.

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