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Cabrera, la cárcel del gran ejército de Napoleón

Una misión francesa investiga en la isla el cautiverio de casi 12.000 soldados de Bonaparte mientras España libraba la Guerra de la Independencia, cuando el paraíso fue durante cinco años el primer campo de concentración

Un miembro de la expedición francesa, excavando en una cueva de Cabrera. DM

El miércoles 3 de noviembre de 2021, un equipo de doce investigadores del Instituto Nacional de Investigaciones Arqueológicas Preventivas (INRAP) y del colectivo AASCAR arribó, en medio de la tormenta, a la isla de Cabrera, ¡la Santa Elena del Gran Ejército!», exclama Frédéric Lemaire, arqueólogo y jefe de la misión francesa en el Parque Nacional, impulsada con motivo de la conmemoración del bicentenario de la muerte de Bonaparte.

El objetivo es investigar y aportar luz sobre el cautiverio en la isla de casi 12.000 soldados, en su mayoría franceses, pero también belgas, suizos, polacos e italianos, entre 1809 y 1814, donde fueron deportados desde Cádiz en condiciones deplorables y abandonados a su suerte tras su derrota, la primera de Napoleón en campo abierto, en la batalla de Bailén (1808). También se pretende estudiar con detalle las condiciones de vida de un cautiverio en una cárcel sin muros ni barrotes, hoy paraíso natural, pero que algunos historiadores han señalado como el primer campo de concentración de la historia, donde murieron más de 4.000 personas.

Lemaire lleva más de dieciséis años siguiendo las huellas del Gran Ejército por los campamentos y campos de batalla que fueron claves en la expansión napoleónica, sus grandes victorias y también sus derrotas.

Arqueólogos en la zona de los campamentos.

Autor de una tesis sobre los soldados de Bonaparte en el campo de batalla, dirigió a partir de 2005 las excavaciones que investigaron el asentamiento en los alrededores de Boulogne-sur-Mer, en el actual departamento francés de Paso de Calais, frente al Canal de la Mancha, levantado entre 1803 y 1805 para acometer la invasión de Gran Bretaña que nunca se llevó a cabo, pero que a la postre sirvió para crear la base del Gran Ejército del emperador .

También investigó en 2012 la agonía del Gran Ejército durante la campaña de Rusia, participando en las excavaciones en el sitio de la batalla de Berezina, en Bielorrusia. Y en 2019, dirigió la parte francesa del proyecto arqueológico franco-ruso Smolensk 1812-2019, que buscó los restos del general Gudin en el bastión de Sheinov de Smolensk y también hizo varios hallazgos en el lugar de la batalla de Valutina Gora, al este de la ciudad.

«Si la arqueología ayuda a pasar las batallas del campo de la mitología al de la historia, también suele revelar episodios menos conocidos», asegura Lemaire, que cuenta con detalle los objetivos y evolución de la campaña de Cabrera en el portal de la Fundación Napoleón.

En este sentido, el jefe de la misión francesa en la isla manifiesta que la investigación en el Parque Nacional «ofrece un enfoque sin precedentes sobre el Primer Imperio y sus guerras, un periodo corto, pero crucial para la historia europea. Y Cabrera —continúa— es ideal para desarrollar una investigación arqueológica y también antropológica sobre soldados napoleónicos en su cautiverio, pues las antiguas viviendas y los lugares de enterramiento están perfectamente ubicados, así como la realidad histórica sobre las pésimas condiciones de vida por las que tuvieron que pasar los cautivos», relata. Olvidados del mundo, los soldados de Bonaparte se vieron obligados a organizar su existencia en Cabrera como auténticos náufragos, luchando contra la desesperación, la miseria y la escasez de alimentos, a la vez que buscaban distracciones en el desarrollo de actividades artesanales y la escenificación de obras teatrales.

Las cuestiones científicas de la misión francesa en Cabrera se han organizado en torno al estudio de un grupo de individuos confinados que se enfrentan a la supervivencia, en cinco años dramáticos en los que pasaron hambre y sed, sufrieron enfermedades, locura, desesperación e incluso algunos episodios de antropofagia, que fueron severamente reprimidos y castigados con la muerte de los autores.

De esta forma, la misión francesa en la isla se ocupa en primer lugar de los modos de ocupación del territorio, las formas de las modestas viviendas o barracas que construyeron casi sin instrumentos y la gestión de los recursos limitados.

Como auténticos náufragos, los soldados lucharon contra la desnutrición y la locura

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En segundo lugar, de las prácticas funerarias y el estudio de los restos humanos que todavía quedan en la isla.

En tercer lugar, de la investigación de los lugares singulares más mencionados por historiadores y memorialistas franceses, como la denominada Cova des Teatre, en una zona elevada de la ensenada natural del puerto donde los cautivos representaban pequeñas obras utilizando el graderio natural de la cavidad. Precisamente uno de los momentos más destacados de estos días ha sido la intervención arqueológica en esta cueva.

Arqueólogos en las gradas de la Cova del Teatre.

También se ha trabajado en la localización del cementerio, ubicado en el fondo de un valle y actualmente cubierto por una densa vegetación, una zona a la que los soldados franceses llamaban el valle de la muerte.

Además, la investigación en la zona que ocuparon dos de los campamentos establecidos alrededor de la bahía de puerto ha permitido recuperar numerosos objetos, especialmente botones de los uniformes, impresos con el número de regimiento al que pertenecían los soldados. Otro punto destacado de la misión ha sido la denominada fuente Wagré, único punto de recogida de agua dulce de la isla que proporcionaba a los confinados una raquítica ración diaria de agua de cinco centílitros , a la que accedían tras horas de espera.

Fuente de Wagré.

Del mismo modo, han documentado la que los franceses llamaban la Cueva de los Rafalés, lugar emblemático para los deportados, un lugar totalmente virgen, una catedral subterránea que será objeto de una próxima misión y donde cientos de personas vivían completamente deshumanizados, moribundos, desnudos y apiñados, en una escena que no solo espantó a los libertadores, sino también a una parte de la opinión pública mallorquina, que recibía desde Palma noticias de Cabrera y reclamaba condiciones más humanas para los presos, alegando que una nación católica no podía permitirse dar un trato tan degradante ni siquiera al enemigo. La derrota de Napoleón era la noticia más esperada en aquellos años en una ciudad de Palma que dobló su población de 30.000 personas por la masiva llegada de refugiados.

Arqueólogo en lo alto de la cueva de los Rafalés.

Arqueólogo en lo alto de la cueva de los Rafalés.

«El campo de concentración es difícil de mantener debido a su temporalidad», escribe Frédéric Lemaire. Por Cabrera pasaron casi 12.000 presos durante todo el periodo, entre combatientes de Bailén y desertores de la Guerra de la Independencia, pero la población estable de cautivos se movió entre los cuatro mil y las cinco mil personas.

El arqueólogo también señala que cronistas e historiadores han dejado para la posteridad una imagen espantosa del cautiverio que, sin embargo, está también plagado de contradicciones».

Y subraya que uno de los objetivos de la misión es enfrentar los datos científicos de la investigación con los testimonios que la historia ha dejado a lo largo de los años, para estudiar los hechos e ir desterrando la tendencia romántica de construir relatos históricos apasionados.

Foto de familia del equipo francés.

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