Las incógnitas se despejaron ayer para los mariscadores ligados al plan especial de explotación en el entorno de Peñas: “Hay percebe, aunque aún pequeño. Pero esto es bueno, porque de aquí a Navidad estará ya guapo”, manifestó el luanquín Abraham Mazuelas, uno de muchos perceberos que ayer se lanzaron a las rocas en el punto más septentrional de Asturias. Los de Luanco se hicieron a la mar poco después de las ocho de la mañana y con ellos estuvo LA NUEVA ESPAÑA.

Llevaban, como siempre, poco equipaje para este trabajo de riesgo a merced del Cantábrico: bistronzas –una herramienta tan antigua como el oficio que se utiliza para arrancar las piñas de percebe de las rocas– y una bolsa de red en la cintura o un saco al que iban echando los percebes, y de aproximadamente ocho kilos de capacidad, el equivalente al cupo máximo de captura diario por percebero. La llenaron a lo largo de la mañana. Así lo constató el guardacostas, que las pesó en la mar.

Luego, en tierra, y tras cumplir los trámites administrativos, eligieron rula para la venta de este sabroso marisco que no tiene ojos ni corazón: la mayoría de perceberos, las del occidente asturiano, principalmente Luarca o Puerto Vega.