«¡Como las artistas!», exclama Piedad, una de las cientos de invitadas que, sentada a pleno sol, aguarda frente al Recinto Ferial a que llegue la novia, Lucía. Hay palmas, hay música, hay cantos. Los pequeños acaban de llenar sus cestitos con pétalos de flores. 

Daniel, el novio, espera ya bajo el arco con flores flanqueado por dos pequeños damos de honor: José, con traje azul, y Saúl, con chaleco granate. Ellos sostienen ahora los cojines con las alianzas que hace sólo unas horas, en el portal de su casa, Daniel apretaba para aliviar los nervios.