María Isabel (nombre ficticio) vive recluida en su domicilio en Palma por las secuelas de un ictus. La parálisis le impide caminar y un buen número de escalones imposibilitan que acceda a la calle en silla de ruedas.

"Tengo la cabeza perfectamente bien pese al derrame que padecí", subraya. "Me provoca impotencia que crean que tengo retraso intelectual o demencia senil", confiesa María Isabel.