Ya ha caído la noche cuando llegan a Zaporiyia los últimos civiles, unos 40, de los que se habían refugiado en la acería de Azovstal. Voluntarios de World Central Kitchen han cocinado para ellos y les reparten algo caliente que llevarse a la boca. Con la luz del día y con lágrimas en los ojos, una maestra de 58 años entrega sus documentos al policía. Ha logrado dejar atrás el infierno de Mariúpol. Tres semanas de viaje para llegar a Zaporiyia. "Yo trabajaba en una escuela. Ahora ya no hay ni escuela ni nada", se lamenta.