Diez de la noche en la calle del Jamón, centro neurálgico del desmadre y las borracheras de la Platja de Palma. Varios turistas alemanes beben alcohol con pajitas de colores y gorros luminosos cuando, de pronto, a las puertas del hotel Niagara aparece otro compatriota en calzoncillos. Ataviado solo con una camiseta de fútbol y balanceándose de un lado a otro, pocos minutos después se da cuenta de que no lleva pantalones, pero ya es tarde. Decenas de personas le cantan y aplauden al son de la música machacona de las biergarten. La burla dura hasta que otro joven, que también se bambolea sobre sí mismo, llega pegando cuatro gritos para acapara la atención de toda la calle mientras el alemán sin pantalones se escabulle hacia el hotel.