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Falta de existencias

La política anticovid de China retrasará el suministro global del nuevo iPhone

La rutina en la fábrica de Zhengzhou, con más de 200.000 trabajadores, ha quedado devastada desde que dos semanas atrás fueran detectados los primeros casos

Móviles iPhone en una tienda de Pekín. EFE

Se recomienda serenidad a los que esperaban un iPhone por Navidad. La multinacional Apple ha confirmado este lunes lo que se adelantaba: saldrán menos teléfonos de las plantas chinas y los encargos globales se demorarán. La magnitud del desfase sobre el plan previsto dependerá de la incidencia de la Covid y, especialmente, de la política china de cero Covid. 

En Zhengzhou, una ciudad que pocos podrían situar en el mapa, nace el problema global. Es la capital provincial de Henan y ahí está la principal fábrica de la multinacional taiwanesa Foxconn, que es a su vez el principal fabricante global de iPhones. La rutina en esa fábrica, con más de 200.000 trabajadores, ha quedado devastada desde que dos semanas atrás fueran detectados los primeros casos. Muchos escaparon a la carrera, saltando vallas y arrastrando sus maletas por la carretera, ante el riesgo de un confinamiento inminente. Foxconn ha achicado agua desde entonces, derivando su producción a otras plantas menores en China y tentando a los huidos con incrementos salariales y otras recompensas. Es irónica esa súbita generosidad en una compañía vilipendiada por sus condiciones laborales. “Como hemos hecho durante toda la pandemia de Covid-19, estamos priorizando la salud y seguridad de los trabajadores”, reza el comunicado de este lunes. La jornada comprende estos días el tránsito sin distracciones desde la fábrica al dormitorio. Foxconn apenas ha mitigado la hemorragia. Expertos citados por Reuters hablaban de una producción recortada en el 30% y el cuadro empeorará si no remite el brote en Zhengzhou.  

Desde la macroeconomía también llegaron hoy malas noticias. Ha caído el comercio internacional chino, tanto importaciones como exportaciones, por primera vez en dos años. Ningún experto había pronosticado la contracción de los envíos en un 0,3%, achacable tanto a la cero Covid como a la tímida demanda global.  

Ola de contagios 

China sufre otra ola de contagios. El domingo se rozaron los 5.500 casos, ridículos si los comparamos con las magnitudes occidentales, pero inaceptables aquí. No se pisaba esa cota en más de medio año, desde la víspera del traumático cierre de Shanghái durante casi tres meses. Casi la mitad de los casos actuales están en la sureña Guangzhou, capital tecnológica, donde ha sido cerrado un distrito céntrico durante tres días. Incluso en Pekín, ejemplarmente blindada, la Covid ha encontrado la grieta. Los 55 casos han justificado el cierre de colegios en el barrio de Chaoyang, el más grande de la capital, y las últimas urbanizaciones en cuarentena son el principal tema de conversación de los pequineses.  

Muchos chinos sufrieron una merecida desilusión este fin de semana. En las redes sociales se habían amontonado los rumores sobre una inminente relajación de la política cero covid que sería anunciada en la rueda de prensa del sábado. No había ni un triste indicio que apuntalara el pronóstico: el discurso oficial ha sido monolítico desde el principio y el presidente, Xi Jinping, acababa de defender la política en el Congreso del Partido Comunista de China. Pero esa ola de optimismo irracional cubrió las redes sociales, nubló incluso a analistas sensatos y disparó la cotización de la bolsa. “Debemos seguir priorizando las vidas”, dijo el sábado Hu Xiang, alto funcionario de la Comisión Nacional de Salud. 

Más vacunación

Hu también desveló que China incrementará la vacunación de los mayores. Es un objetivo tan necesario como complicado. El 86% de los mayores de 60 años tienen la pauta de vacunación completa pero el porcentaje baja mucho a partir de los 80 años. China lo ha intentado con campañas de concienciación, descuentos en supermercados e incluso sobornos sin que esos tercos ancianos ofrezcan su brazo a la aguja. Su baja vacunación y la precaria red sanitaria rural, otro problema sin aparente solución, impiden a China abrirse como Occidente. Estudios científicos chinos y europeos alertan de una mortandad si Pekín levanta el cerrojo. 

Esa certeza sobre el desastre inminente, frecuentemente ignorado por los que alegremente defienden el fin del cero covid, sobrevuela la factura económica y el hastío popular. Otro episodio de implementación irracional generó la semana pasada un comprensible estupor. Un niño de tres años, intoxicado por monóxido de carbono en casa, murió después de que los protocolos anticovid demoraran su traslado al hospital.  

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