Las erupciones solares habrían colaborado para que la vida comenzara en la Tierra, según un nuevo estudio. Una serie de experimentos químicos muestran cómo las partículas solares y los rayos cósmicos, al chocar con los gases de la atmósfera primitiva de la Tierra, podrían haber formado aminoácidos y ácidos carboxílicos, los componentes básicos de las proteínas y la vida orgánica.

Un equipo internacional de científicos liderado por Kensei Kobayashi, de la Universidad Nacional de Yokohama, en Japón, y Vladimir Airapetian, del Centro de Vuelo Espacial Goddard de la NASA, en Estados Unidos, concluye en un nuevo estudio, publicado recientemente en la revista Life, que los primeros componentes básicos de la vida en la Tierra pueden haberse originado gracias a las erupciones de nuestro Sol.

Según los investigadores, las superllamaradas solares, poderosas erupciones que solo vemos aproximadamente una vez cada 100 años en la actualidad, habrían estallado una vez cada 3 ó 10 días en la Tierra primitiva, iniciando reacciones químicas vitales. Al mismo tiempo, los rayos cósmicos galácticos (GCR) y las partículas energéticas solares (SEP) habrían actuado en conjunto con las superllamaradas para “activar” la química necesaria para el desarrollo de la vida compleja.

Un escenario diferente

Desde fines del siglo XIX se cree que la vida podría haber comenzado en un "pequeño estanque cálido": una sopa de productos químicos, potenciada por la energía aportada por rayos, calor y otras fuentes, que podrían mezclarse en cantidades concentradas para formar moléculas orgánicas. Sobre mediados del siglo XX, diferentes estudios verificaron que las condiciones existentes en la Tierra primitiva y la acción de relámpagos podrían haber energizado a los ambientes acuáticos, iniciando las reacciones que condujeron a la vida al producir una gran diversidad de aminoácidos. 

Sin embargo, en las últimas décadas se ha modificado en parte la idea de los científicos sobre las características de la Tierra en sus inicios. Ahora creen que el amoníaco (NH3) y el metano (CH4) eran mucho menos abundantes: en cambio, el aire de la Tierra estaba lleno de dióxido de carbono (CO2) y nitrógeno molecular (N2), que requieren más energía para descomponerse. Dichos gases también pueden producir aminoácidos, pero en cantidades muy reducidas.

De esta manera, las condiciones sobre las cuales se desarrollaron los estudios iniciales se han modificado. Buscando fuentes de energía alternativas, algunos científicos señalaron las ondas de choque de los meteoritos entrantes o la radiación ultravioleta solar. En el nuevo estudio, utilizando datos de la misión Kepler de la NASA, los científicos desarrollaron una idea diferente: partículas energéticas de nuestro Sol como el elemento dinamizador para las reacciones que motivaron la vida.

Video: la energía de un joven Sol, hace 4 mil millones de años, ayudó a crear moléculas en la atmósfera de la Tierra que permitieron que se calentara lo suficiente como para “incubar” vida, de acuerdo al nuevo estudio. Créditos: Centro de Vuelo Espacial Goddard de la NASA/Genna Duberstein/YouTube.

Un Sol joven impulsando la vida 

De acuerdo a una nota de prensa, el equipo dirigido por Kobayashi y Airapetian pudo demostrar mediante diferentes experimentos que la acción conjunta de las superllamaradas de un Sol joven, los rayos cósmicos galácticos y las partículas energéticas solares, al interactuar con la composición gaseosa de la Tierra primitiva según los parámetros actuales, derivó en la formación de aminoácidos y ácidos carboxílicos, el primer paso para el desarrollo de proteínas y, en consecuencia, el comienzo de la vida orgánica. 

Los especialistas concluyeron que las partículas solares parecen ser una fuente de energía más eficiente para explicar el surgimiento de la vida en la Tierra primitiva, con respecto a los relámpagos mencionados en las investigaciones previas: durante los primeros 100 millones de años de nuestro planeta, el Sol era un 30 % más oscuro y los relámpagos, que provienen de las nubes de tormenta formadas por el aire cálido ascendente, habrían sido más inusuales.

En definitiva, los experimentos de Kobayashi y Airapetian sugieren que un Sol joven y activo podría haber catalizado los precursores de la vida más fácilmente y con mucha mayor rapidez de lo pensado hasta hoy. En nuevos estudios, los científicos intentarán obtener más pruebas y conclusiones que refuercen esta sugerente teoría en torno al surgimiento de la vida en nuestro planeta.

Referencia

Formation of Amino Acids and Carboxylic Acids in Weakly Reducing Planetary Atmospheres by Solar Energetic Particles from the Young Sun. Kensei Kobayashi, Vladimir S. Airapetian et al. Life (2023). DOI:https://doi.org/10.3390/life13051103