Francisca Llull, vecina del presunto autor del doble crimen de Manacor, no se puede explicar qué le ocurrió antes de tener esa pulsión homicida. «Miquel era una persona servicial. Estaba loco de cariño y adoraba a su hermano», resaltó. Martí estaba aquejado de una profunda discapacidad intelectual y física. Su hermano, aparentemente, se habría postulado como su protector.

El Camí de Son Frau, donde está enclavada la vivienda donde se cometió el doble crimen, se ha coneirtido ayer en un hervidero. Investigadores del Grupo de Homicidios y de la Policía Científica de la Policía Nacional escudriñaban la zona en busca de más restos de la madre. También se afanaban en buscar otras pruebas para reconstruir la secuencia del doble asesinato.

«Como a Martí le gustaban mucho los caballos, Miquel había dicho que le iba a construir un establo», apunta Francisca. Precisamente la noticia del doble crimen provocó una gran conmoción en el ambiente hípico de la localidad. Martí era muy conocido entre los aficionados al trote. Era habitual verle en el hipódromo en las carreras de los sábados y también entre semana, en los entrenamientos. «Le conocíamos como Martinet. Siempre trataba de ayudar, siempre estaba contento», recordaba un conocido. «Tenía problemas de movilidad, pero iba solo a todos sitios, tanto al hipódromo de Manacor como a Son Pardo. Se valía muy bien por sí mismo. Hablaba con todo el mundo y todos le querían. La noticia de su muerte ha caído como una bomba».

Nada hacía presagiar el estallido violento de la madrugada del domingo en el que su vecino asesinó, presuntamente, a su madre y a su hermano. Los restos de su progenitora estaban carbonizados y no era posible ni siquiera acertar a identificarla. De hecho se tendrá que recurrir a las pruebas de ADN. Mientras que a su hermano, la muerte le sobrevino tras recibir varios golpes en la cabeza, al parecer con un objeto cortante y contundente.

«Trato cordial»

«Su madre y su hermano vivían en un tercer piso. Miquel se los trajo a la finca durante la pandemia. Allí no podían salir de casa y aquí podían pasear por el jardín», abunda Francisca.

Esta vecina de la casa de colindante era testigo del «trato cordial» que dispensaba habitualmente Miquel a su hermano Martí. «Él le pedía que le ayudara a con la consola y Miquel se desvivía por él», indica. En cambio la relación de la vecina con la madre era prácticamente inexistente. «Ella apenas salía de casa y se pasaba casi todo el día encerrada», resalta.

Tolo, otro de los residentes en el Camí de Son Frau, también estaba muy sorprendido. «Era muy correcto», en alusión a Miquel. «¿Quién le puede hacer eso a una madre?», se preguntaba.