El mallorquín Rubén García ha emprendido una lucha en la que lo tiene todo en contra. El pasado 15 de agosto su exmujer, una ciudadana rusa, viajó a Moscú con la hija que tienen en común, Sofía Oliva, de tres años. Una jueza de Palma la había autorizado a llevarse a la niña de vacaciones pese a la oposición del padre. Debían regresar al cabo de diez días, pero no lo hicieron. En la actualidad están en paradero desconocido y la única respuesta que Rubén ha recibido de la mujer es un mensaje: «Lamentablemente no vamos a volver». Tras la sustracción de la menor, el juzgado le ha dado la custodia al padre, pero eso le sirve ya de poco. Desde la embajada española en Rusia le han dicho que tiene muy pocas posibilidades de recuperar a la niña. «Rusia no cumple los convenios internacionales y ni siquiera permite que los padres extranjeros puedan visitar a sus hijos», explica.

La historia comienza en 2015. Rubén, conoció en Mallorca a su exmujer, Olga, de nacionalidad rusa. Se casaron en 2017 y el 6 de noviembre de 2020 nació en Palma su hija, Sofía Oliva. La familia se instaló en una casa en Son Gual, pero Rubén recuerda desde muy pronto un comportamiento extraño de la madre. «Era muy posesiva con la niña», cuenta. «Yo siempre intenté tener un papel activo como padre, dedicarle tiempo, pero ella no quería que le diera el biberón o la atendiera».

Rubén García muestra una foto de su hija, Sofía Oliva, de tres años. | B. RAMON xavier peris. palma

Divorcio

La relación se deterioró y Rubén solicitó el divorcio. «Un día mi mujer me dijo que se iba a ir unos días a Suiza y me pidió que firmara la autorización para llevarse a la niña, pero yo me negué. Ya sospechaba que podría irse con la niña a Rusia». Mientras tanto, pese a que estaban tramitando el divorcio, seguían conviviendo en la misma casa. «Poco tiempo después me dijo que iba a pasar unos días en casa de una amiga. Cuando llegué a casa, me di cuenta que se lo había llevado todo, toda la ropa, los juguetes de la niña. Puse de inmediato una denuncia por sustracción de menores y me pasé toda la noche en el aeropuerto por si las veía».

La mujer volvió al domicilio al cabo de unos días, pero la negociación del divorcio fue muy tensa. «En una ocasión me amenazó: No vas a volver a ver a la niña», prosigue Rubén. Durante esos meses ella le denunció en varias ocasiones por violencia de género. Todas las denuncias acabaron sobreseídas, pero crearon graves problemas. «Cuando eres hombre tienes que demostrar que no eres un maltratador. En una ocasión, cuando volví a casa, tenía cinco policías esperándome porque ella me había denunciado. Pero yo hacía tiempo que grababa todo con el teléfono cuando estaba con ella, y pude demostrar que la acusación era falsa».

En otra ocasión Rubén se encontró en su casa a un hombre haciendo fotos. «Resultó que era un empleado de una inmobiliaria, porque ella quería poner la casa a la venta. Le dije que se fuera y ella volvió a denunciarme por violencia de género, pero el mismo señor de la inmobiliaria testificó que yo no la había tocado».

En septiembre de 2022, su exmujer se llevó a la niña y no le dijo dónde estaban. «Cuando la llamaba me contestaba con un mensaje: La niña está bien, que pases un día maravilloso». Rubén pasó varios meses sin ver a su hija. Finalmente, en diciembre de ese año se celebró el juicio para establecer las medidas provisionales ante el divorcio. El juez le dio la guarda y custodia a la madre y a su padre visitas semanales en un punto de encuentro. «Yo cumplí con todo», rememora Rubén. «Me fui de la casa y pagaba la manutención, pero ella no cumplía con las visitas, tuve que pedir judicialmente la ejecución de las medidas».

Insultos y amenazas

La situación fue a peor. Cuando realizaban las visitas, «la niña me decía que su madre no quería que hablara español», prosigue Rubén. «Ademas el novio de mi ex venía en ocasiones y me insultaba y me amenazaba».

El pasado verano, la madre solicitó permiso al juzgado para llevarse a la niña a Rusia de vacaciones. Rubén se opuso y alertó del riesgo de que no volvieran. A pesar de ello, la jueza autorizó el viaje, que debía durar diez días. «La única garantía que le pidieron fue la presentación de los billetes de ida y vuelta, pero su madre se limitó a presentar la reserva de unos billetes que ni siquiera llegó a comprar». Se marcharon el pasado 15 de agosto. No volvieron.

«Yo la llamé el 25 de agosto y ya me dijo que no va a volver», explica Rubén. Junto a su abogada, Victoria Ruiz, del bufete Gómez y Asociados, presentó una denuncia en la Policía por la sustracción de la menor. A la semana el juzgado le devolvió su casa y le eximió de pagar la manutención. Le han concedido la custodia de la niña y el juez ha dictado una Orden Europea de Detención y Entrega (OEDE) contra la madre.

Pero todo esto a Rubén no le sirve ya de nada. «Desde el consulado español ya me han avisado de que Rusia no cumple los convenios internacionales ni reconoce las sentencias extranjeras. Tampoco permite la comunicación de los niños con sus padres en España. Y ahora estamos así, un padre sin hija y una hija sin padre en un país que no respeta los derechos fundamentales».