Cuatro años después de aquel 25 de marzo de 2019, en el que el legionario mallorquín Alejandro Jiménez Cruz, de 21 años, falleció tras recibir un disparo de su propio sargento durante unos ejercicios de tiro en el campo de entrenamiento de Agost (Alicante), el Tribunal Militar de Sevilla condenó al responsable a una pena de tres años y diez meses de prisión. De la condena, dos años y ocho meses son por la muerte del joven, por un delito contra la eficacia del servicio, y los otros catorce meses por abuso de autoridad con otro soldado, al que insultó por colaborar con la Guardia Civil. Los otros seis implicados en los intentos de ocultación que sucedieron al incidente han sido absueltos. El padre de Alejandro, Juan José Jiménez, se muestra indignado con la benignidad de la sentencia. Jiménez, piloto de helicóptero de Salvamento Marítimo en el Estrecho de Gibraltar, que ha estado unos días cubriendo una vacante en el servicio en Mallorca, ha anunciado ya su intención de recurrir ante el Tribunal Supremo.

¿Ha tenido tiempo de digerir la sentencia?

Esto no se digiere. Más que una sentencia me parece una broma macabra.

¿Qué le ha sorprendido más, la baja pena para el sargento que mató a su hijo o la absolución del resto de los acusados?

Lo que más me ha sorprendido es lo que le ha temblado la mano al tribunal. Porque si lees la sentencia, de 140 folios, los primeros 60, lo que consideran hechos probados, yo estoy de acuerdo al 99%. Establece quién dispara a mi hijo, a destiempo, fuera de norma... todo. Y también la participación del capitán y del resto de los acusados. Y de ahí pasa a las conclusiones y a la hora de imponer las penas levanta la mano completamente. Hace bueno el dicho de Groucho Marx, de que la justicia militar es a la justicia lo que la música militar es a la música.

La sentencia considera probado que quien disparó a su hijo fue su sargento, pero le impone la pena mínima porque, dice, no se han podido aclarar las circunstancias en las que realizó ese disparo.

Ya, pero es incomprensible que diga eso, cuando en los hechos probados establece que el sargento, una vez finalizado el ejercicio, se inventa uno nuevo y va tirando en abanico, tiro a tiro. Tiro a tiro implica que tenía que apretar el gatillo cada vez. Y lo hace hacia la izquierda, hacia sus hombres, en lugar de hacia el nuevo objetivo. Dispara así al menos siete tiros.

A lo que me refería es que no puede establecer las circunstancias del disparo que mató a su hijo en gran parte por la falta de colaboración de los oficiales y soldados que estuvieron allí. Pero a ellos los exonera porque como estaban acusados, no estaban obligados a decir la verdad.

Allí mintieron todos porque se lo ordenó el capitán.

¿No cree que hubiera sido una mejor estrategia centrar la acusación en el sargento y hacer declarar al resto como testigos para que tuvieran la obligación decir lo que vieron, si es que vieron algo?

Sí, quizá sí. Está claro que el autor del disparo es uno, y cómo lo hizo también está claro. Esto que dice me lo he planteado, pero ahí tiene razón la madre de Alejandro, de que uno le mató y los demás le remataron. Cuando la Guardia Civil demuestra que el disparo había partido del fusil del sargento alguno más tendría que haberse negado a participar en esta mentira. Ninguno de ellos lo hizo.

Usted sigue pensando que hubo una conspiración de silencio, para protegerse entre ellos.

Está en la misma sentencia. Está demostrado que el capitán les mandó mentir.

Pero el capitán les mandó mentir cuando se pensaban que el tiro partió del otro pelotón. Todavía no sabían que el proyectil que mató a Alejandro salió del fusil de su propio sargento.

En el momento que recogen las vainas y cambian su posición por orden del capitán, ya están mintiendo. Están alterando el escenario donde ha perdido la vida un compañero. Es entonces cuando el juez togado militar les descarta como testigos y les acusa como encubridores. Es verdad que cuando el capitán ordenó alterar las pruebas todavía no sabía que el autor del disparo había sido su propio sargento.

Es uno de los argumentos que da para absolverles. Que cuando se manipuló el escenario no sabían que el autor había sido su sargento. Pensaban que el tiro había partido del otro pelotón y trataban de tapar que lo habían hecho mal al disparar de forma simultánea. El tribunal considera que no se puede encubrir un delito que no conoces.

Pero mienten. El razonamiento del tribunal es absurdo. Cuando modifican sus posiciones y mienten a la Guardia Civil, algo están encubriendo. ¿El qué? No lo sé, pero algo están encubriendo. En el momento en el cumples una orden ilegal de tu capitán y mientes a la Guardia Civil están encubriendo.

¿Están preparando ya el recurso?

Sí, hemos presentado ya el anuncio del recurso. Ahora tengo que reunirme con mi nueva abogada y decidir la estrategia a seguir.

Ahora la decisión estará en manos del Supremo.

En cierto sentido el tribunal me ha hecho un favor, porque al Supremo se va con los hechos probados que dice la sentencia. Y la sentencia considera probado que el sargento se puso a tirar en abanico hacia la izquierda, donde estaba mi hijo. Y el responsable del ejercicio no lo impidió. Tiene que haber una condena, no un tirón de orejas. Que la vida de un chaval no te puede costar dos años y ocho meses, y cuando termines de cumplir lo que cumplas, puedas volver a ponerte el uniforme y volver a mandar a otro grupo de chavales.

Juan José Jiménez: «Quiero que lo paguen. Matar a un chaval no puede salir tan barato»

¿Qué espera ahora del Supremo?

Justicia, lo que he pedido desde que empezó el proceso. Que alguien me explique por qué murió mi hijo. No quiero su dinero. La vida me ha tratado bien en ese sentido y no me hace falta. Pero quiero que lo paguen. Mi hijo no va a volver, pero matar a un chaval no puede salir tan barato. Y lo más importante, que no vuelva a ocurrir. Que no haya otra familia destrozada por la locura de un individuo como este.

El caso desveló además numerosas irregularidades, muchas cosas que arreglar en la Legión.

El capitán se había marchado; el sargento se inventa un objetivo fuera de programa y se pone a disparar sobre sus hombres; los chalecos antibalas no llevaban placas metálicas, por lo que no servían de nada; la ambulancia no tenía médico...

¿Cree que el caso de Alejandro puede contribuir a cambiar estas deficiencias?

No, y más con una sentencia como esta. ¿Para qué van a cambiar nada? Si la sentencia les hubiera castigado de una manera ejemplar y le hubiera llamado la atención a los mandos para que corrigieran sus procedimientos podríamos cambiar algo. Pero la sentencia pasa por encima de muchas de estas deficiencias, como la ausencia de personal médico y que no llevasen placas en los chalecos. La sentencia no solicita que se cambien estos procedimientos.

¿Después de la sentencia ha tenido contactos con personal de la Legión o el Ejército?

Sí, con bastante gente. Alguno me ha llegado a decir que era la primera vez en su vida que le daba vergüenza ponerse el uniforme.

¿Y con el sargento o con el resto de los acusados?

No. Mientras estaba secreto el sumario el capitán me llamaba y me enviaba mensajes casi cada día. Pero cuando se levantó el secreto y salió a la luz lo que había pasado, el capitán y todos los demás desaparecieron.

¿Nadie le ha pedido perdón?

Eso no saben hacerlo.

¿El sargento?

El que menos.