«Cuando el sargento se acercó a mi hijo malherido tras recibir un disparo, lo único que le preocupó fue esconder la botella de anís que le había hecho llevar en la mochila». Juan José Jiménez, el padre de Alejandro, el legionario mallorquín fallecido en 2019 durante un ejercicio de tiro en el campo de maniobras de Agost (Alicante), ha asistido esta semana a la continuación del juicio contra ocho militares, entre los que está el sargento presunto autor del disparo, que se celebra en el Tribunal Militar de Sevilla. Uno de los que ha declarado como testigo ha sido el legionario, amigo de Alejandro, que informó a la Guardia Civil de los intentos de ocultar lo ocurrido y dificultar las pesquisas. Este joven relató el acoso que sufrió por parte de sus compañeros y oficiales cuando sospecharon que había declarado ante los investigadores.
Juan José Jiménez ha asistido durante esta semana a tres nuevas jornadas del juicio contra los militares acusados de la muerte de su hijo y de los intentos de dificultar la investigación de la Guardia Civil. Uno de los que ha declarado esta semana ha sido un joven legionario, compañero de Alejandro, que ha relatado ante el tribunal los insultos y el acoso que sufrió por parte de sus compañeros y superiores, que sospechaban que había informado a la Guardia Civil de los intentos por ocultar lo ocurrido. «Le acosaron porque dijo la verdad a la Guardia Civil», comenta Juan José Jiménez.
Según explica el padre del legionario, el joven ha relatado también que el capitán ordenó que en la reconstrucción de la maniobra que había organizado la Guardia Civil, todos mintieran y cambiaran sus posiciones finales. «Al principio obedeció a sus superiores», prosigue Jiménez, «pero cuando se dio cuenta de que lo que pretendían era engañar a la Guardia Civil, se negó a hacerlo y contó la verdad a los investigadores». En el momento en el que sospecharon que había relatado lo ocurrido, empezó a sufrir un acoso permanente, con insultos reiterados. Le llegaron a ordenar que fregara los puertos vestido con el uniforme de gala. Consciente de que en el caso de quejarse sería su palabra contra la de ellos, comenzó a grabar los insultos y el acoso. El tribunal pudo oír durante esta semana algunas transcripciones de estas grabaciones. Esta situación se prolongó hasta el extremo de que, en un nuevo ejercicio de tiro, llegó a temer por su vida, y se dio de baja por motivos psicológicos. En la actualidad el testigo sigue en la Legión. Fue trasladado a otra base y explicó que actualmente no tiene ningún problema con sus mandos y compañeros. «Son como hermanos para mí», manifestó.
Juan José Jiménez explica que de la investigación de la Guardia Civil se desprende que cuando Alejandro cayó herido, «lo único que le preocupaba al sargento era esconder la botella de anís que llevaba mi hijo en la mochila por orden suya. Parece ser que quería tomar unos chupitos después del ejercicio, y no sé por qué se la hizo llevar a mi hijo, pero lo único que le preocupó cuando estaba malherido era esconder la botella. Ese es el talante moral de este individuo».
El juicio proseguirá la semana que viene con las declaraciones de más peritos y las conclusiones de las partes. En el banquillo se sientan ocho oficiales, suboficiales y soldados, aunque la fiscalía solo acusa a cuatro de ellos, entre ellos el sargento presunto autor del disparo que mató a Alejandro Jiménez y que se enfrenta a una pena de siete años de cárcel. Para el resto el fiscal solicita entre dos y cuatro años y medio.
