Uno de los programas más mediáticos de la televisión española es ‘Cuarto Milenio’, presentado por Iker Jiménez en Cuatro. En su última edición, el espacio abría con el caso de una vecina de Bejís (Castellón), Pilar Prades, que acabó siendo ajusticiada por garrote vil en 1959, teniendo así el dudoso honor de ser la última mujer condenada a muerte en España. La castellonense, conocida con el sobrenombre de ‘Envenenadora de Valencia’ porque fue en la capital del Túria donde perpetró sus fechorías, ha vuelto así a la palestra mediática pese a que han pasado ya más de seis décadas de su ejecución.

Analfabeta y nacida en el municipio del Alto Palancia en 1928 se trasladó con 12 años a València para servir en domicilios particulares, una salida laboral habitual para mujeres de entornos rurales de aquella época. Tras cambiar en varias ocasiones de casa finalmente se asentó en la de unos charcuteros, Enrique Vilanova y Adela Pascual. Pilar trabajaba en la casa e incluso atendía en el mostrador de la charcutería. Poco a poco Adela, propietaria de la charcutería, fue enfermando hasta que falleció el 19 de marzo de 1954. 

Pese a que a la víctima en un primer momento se le diagnosticó gripe, la causa real de fallecimiento no fue otra que el envenenamiento al que estaba siendo sometida por parte de Pilar, que echaba un matahormigas con base de arsénico en su café que le provocó vómitos, pérdida de peso y debilidad muscular hasta que finalmente perdió la vida. Cuentan que cuando Enrique, el dueño de la carnicería, volvió del entierro de su esposa vio a Pilar con los delantales de Adela y la despidió de inmediato.

Reincidente

La siguiente casa en la que sirvió Pilar Prades fue la del médico Manuel Berenguer Terraza, y la castellonense intentó repetir operación. Una amiga, Aurelia, servía en esta casa como cocinera y fue quien consiguió el empleo para la de Bejís. Lejos de agradecer el gesto, la posteriormente ejecutada intentó también envenenar a su amiga, que comenzó a mostrar los mismos síntomas que anteriormente había sufrido Adela. La dueña de la casa también enfermó, poniendo en alerta al médico, que descubrió el arsénico gracias a una prueba de detección de tóxicos.

El doctor Manuel Berenguer investigó el historial de su criada y comprobó la misteriosa muerte de Adela, propietaria de la casa en la que servía anteriormente. Es por ello que se exhumó el cadáver y se confirmó que también había restos de arsénico, encontrando la policía una botella de dicho matahormigas -un veneno que se podía adquirir en cualquier droguería con el nombre de Diluvión- en la habitación de Pilar.

Las pruebas del delito eran por tanto evidentes, pero Pilar no llegó a confesar jamás el crimen, por más que su abogado le aconsejó que lo hiciera para evitar la condena a muerte. Prades solo llegó a admitir que en una ocasión, a la señora Adela, le puso algo de ese líquido pensando que era azúcar, y fue ejecutada a garrote vil.

El verdugo Antonio López Sierra fue el encargado de ejecutar la sentencia de la conocida como envenenadora de Valencia, que aquel 19 de mayo de 1959 contaba con 31 años, siendo la última mujer condenada a muerte en España. “Me van a desnucar como un conejo, hagan algo”, afirman que suplicaba Pilar Prades a los funcionarios que le trasladaban al lugar de la ejecución. De nada valieron ya sus ruegos y ese fatídico tornillo entró por su cervical provocándole la muerte inmediata.