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Violencia vicaria

El crudo testimonio de la madre de las niñas asesinadas por su padre en Asturias en 2014: "Nunca deja de doler, no hay consuelo"

"Me gusta hablar de mis hijas, no de lo que les pasó, del morbo, sino de ellas; de sus gustos, de cómo serían ahora, recordarlas"

Bárbara García, madre de Amets y Sara, asesinadas por su padre en Asturias en 2014.

Qué mas quisiera Bárbara García que estar ahora peleando con los antojos adolescentes de su hija mayor, Amets, quien con 17 años empezaría ya a echar el ojo a novietes y a querer salir de fiesta. O con los caprichos de la pequeña, Sara, quien a punto de cumplir 15 años –nació un 26 de noviembre– querría elegir ya su propia ropa o imitar en todo a su hermana.

"O quién sabe en qué andarían...", reflexiona Bárbara García. Porque nunca lo sabrá ni, desgraciadamente, tendrá que enfrentarse a educar a dos adolescentes.

A Bárbara García la vida se le paró un 27 de noviembre de hace ahora 8 años. Ese día su expareja y padre de sus dos hijas las mató a sangre fría aprovechando las horas en las que podía ver a las pequeñas, según lo estipulado por la juez. Después, se suicidó. Un proceder típico del maltratador en la que es quizás la faceta más cruel que pueden mostrar estos psicópatas, estos monstruos sociales: vengarse de la exmujer haciendo daño a los hijos.

Desde aquel día, Bárbara García, de 48 años y natural de Cudillero (Asturias), no vive, sino que sobrevive. Reside en la casa de Soto del Barco donde crió a sus hijas y en la que ahora se refugia rodeada de sus recuerdos. "Me ayuda tener todo esto aquí", explica mientras enseña las fotos de Amets y Sara en su móvil o colgadas de las paredes, llenas de mariposas, una figura que recuerda a las pequeñas: rosas son las de Amets y rojas, las de Sara, los colores preferidos de ambas.

En su hogar, rodeada de sus mascotas (tres perros y tres gatos que le hacen gran compañía y que le tienen entretenida todo el día) Bárbara García hace de tripas de corazón y recibe a La Nueva España, del grupo Prensa Ibérica, para hablar de su situación ahora que con el 25N, Día internacional contra la violencia a las mujeres, los medios de comunicación y la sociedad en general ponen especial interés en esta cuestión. Lo cierto es que le cuesta. No por nada, sino porque no le ve utilidad hablar más de un episodio que le destrozó la vida. "A mí esto no me sirve para nada", espeta. "Todo lo contrario, me revuelve, me pone mala, me empiezo a agobiar".

Pero a la vez encuentra un motivo muy poderoso también que la mueve a abordar su terrible situación –no tiene ayudas públicas, ni un trabajo digno, solo la ayuda de su pareja y familia – y, en general, la de toda las víctimas de la violencia vicaria: el recuerdo de sus hijas. "Me gusta hablar de ellas. Ojo, no de lo que les pasó, no del morbo, sino de ellas. De sus gustos, de cómo serían ahora. Recordarlas", explica.

Han pasado ocho años. ¿Ayuda en algo el paso del tiempo?

Sí, han pasado ocho años. Pero yo sigo parada en esa fecha, la del 27 de noviembre de 2014. Para mí solo pasa el tiempo. Nada más.

¿Cómo seguir adelante cuando a alguien le pasa algo así?

Pues a trancas y a barrancas. Unos días me levanto de la cama, otros no salgo de allí. Me quedo en casa a pensar que no tengo trabajo, sin ilusión, ni nada.

En las últimas fechas han sido varios los casos de violencia vicaria en España. ¿Qué se le pasa por la cabeza al verlos?

Procuro no ver las noticias, porque lo único que consigo es deprimirme. Más al ver que la cosa no cambia, y las personas que están en mi misma situación siguen sin ayuda en serio. Solo se acuerdan de nosotros por estas fechas. Luego, el resto del año, está el vacío.

¿Qué le diría a los que pasan por lo que usted pasó? En Asturias tenemos el caso reciente de la niña asesinada en Gijón, en este caso, por su madre.

En esto no hay género, pero una madre lleva nueve meses a su hijo dentro, es peor aún si cabe que lo haga una mujer. Para las víctimas no tengo palabras de consuelo. Porque por mucho que diga, poco sirve. Lo sé por experiencia. Ante algo así hay poco o nulo consuelo. ¿Aparte, qué voy a decirles? ¿Que con el tiempo esto duele menos? Es que no es verdad, esto no deja nunca de doler, te dejas llevar por la vida. Aunque depende también de cada persona y cómo lo afronte, si llega a encontrar un sentido a su vida. Por ejemplo, una madre que yo conozco, en situación similar a la mía, se la ha encontrado con el proyecto 'El latido de las mariposas'. Yo el sentido que le busco a mi vida es que se recuerde a mis hijas.

Usted y otras mujeres víctimas de violencia vicaria –entre ellas, Ruth Ortiz, la madre de Ruth y José– habían formado un grupo en Whatsapp para estar en contacto, apoyarse, reflexionar...

Sí, ese grupo sigue activo, pero se fue sumando mucha gente, con situaciones distintas a la nuestra, no de violencia vicaria, y yo me sentí más cómoda dejándolo. Entonces he impulsado otro grupo, se llama 'Terapia para todas'. No es un nombre muy original, pero resume para lo que sirve. Somos cinco madres y a diario estamos en contacto y, cuando podemos, nos juntamos en algún lugar de España. Estamos Ruth, Itziar, Marianela, Rocío y yo. Dos lo dejaron por diferente motivo.

Bárbara, le hago la pregunta del millón: ¿cree que hay casos de niños asesinados por sus padres, maltratadores, que se podrían evitar?

Pues claro que los hay si se hiciera caso a las alertas.

¿Cree que ha mejorado algo la situación de las víctimas?

No. Desde que a mí me sucedió ha habido muchos casos más. Ahí siguen. Unos son más sonoros que otros. Y las víctimas como yo, mal.

Su gran objetivo, su obsesión, siempre ha sido mantener vivo el recuerdo de Amets y Sara.

No es obsesión, es solo el deseo de que no se olviden de unas crías que por desgracia no podrán dejar huella en este mundo, o la dejan muy breve. Yo intento que sigan ahí.

Lo está consiguiendo. Ahí está el monolito en el parque de Soto del Barco y la iniciativa 'El latido de las mariposas' que de alguna forma usted han traslado a Asturias.

Sí. Si he podido conseguir mantener vivo su recuerdo es gracias a la gente que todavía tiene empatía, se pone en mi lugar y me ayuda en ello. Por supuesto que me gustaría que fuera más, no solo en días señalados como el 25 de noviembre o por el aniversario de las crías. Pero yo siempre que me dejen y tenga ayuda seguiré adelante.

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