"El teléfono daba apagado y llevábamos un par de días sin saber de él", recuerda Adriana. La alarma por su hermano se encendió pronto: "no había forma de contactar". Se llama Raúl Sanz, hoy tiene 39 años y desde hace casi 15 falta de su casa. "Desapareció con 24", lamenta Selina, su madre, "desde entonces no sé nada de él".

Nacido en Zaragoza, Raúl decidió probar suerte en el sur y en octubre de 2007 se mudó a Granada. Varias llamadas sin respuesta encendieron la alerta. El registro de su ordenador arrojó un dato: el joven había viajado a Canarias. No pasaba un buen momento: tenía ansiedad, ciclotimia, depresión. Interpusieron la denuncia por desaparición. "La policía nos comunicó, un mes más tarde, que había sido identificado en la calle". No fue conducido a dependencias policiales. Se perdió su rastro. No lo volvieron a ver.

Foto del álbum familiar de Raúl y alerta por su desaparición. CASO ABIERTO

Se mudó a Granada

Activo, dinámico, amante del deporte, de la naturaleza, del teatro, de la música, del yembé (instrumento de percusión). A finales de septiembre de 2007, tres meses antes de desaparecer, Raúl encendió el ordenador y escribió a un amigo. Acababa de firmar el finiquito con el que ponía fin a su vida en Zaragoza, donde había nacido, quería cambiar. Atrás dejaba su puesto de jardinero, "le encantaba, hizo un grado medio de FP", recuerda su hermana Adriana. "Comienza mi andadura por tierras granadinas”, escribió en un mail. “Espero me despejen la cabeza y me permitan cambiar de vidilla.”

Alquiló una habitación hasta el 30 de junio de ese año, según contó la inmobiliaria meses después a la policía. No la utilizó tanto tiempo. El 15 de enero de 2008 abandonó Granada, no volvió.

 El padrino de Lucía: el adiós

"Dejó Zaragoza en octubre", recuerda su madre. "En Granada encontró trabajo de camarero, aunque luego supimos que no había estado dado de alta en la seguridad social". Pese a la distancia, el contacto era estrecho. "En 2008 nace mi nieta, Lucía, el 10 de enero, y Raúl vino a casa. Quería conocer a la niña, era su padrino", reconstruye la mujer.

"Estuvo varios días en mi casa", añade Adriana. "Estaba triste, no decía por qué, solo que eran cosas suyas…", recuerda su hermana. "A los dos días se despidió, dijo que se tenía que marchar. Mantuvimos contacto por teléfono durante un par de días. Desconectó su móvil y ya no hubo más". 

Ciclotimia, depresión

Pañales, biberones y nuevos horarios. La pequeña Lucía acaparó todas las miradas durante las primeras horas. En Zaragoza todo era nuevo. Desde Granada, Raúl no daba señales, por lo que su familia denunció su desaparición ante la Policía Nacional.

"Si sabemos algo, nos pondremos en contacto con ustedes. Es mayor de edad", contestaron los agentes. Adriana y Selina dieron su descripción: pelo largo, castaño... y ampliaron un dato: Raúl no estaba bien.

"Tenía fases de depresión, se recuperaba, luego recaía…", cuenta su hermana. "Decidió irse a vivir solo para cambiar de aires, pero tampoco estaba bien". Raúl tenía medicación pautada y luchaba contra el dolor más poderoso: el mental. Empezó de manera gradual. "Con 14 años llegó la ansiedad", recuerda su hermana. "Era leve, conforme avanzó el tiempo, se fue agravando".

La enfermedad fue en progresión. "Le llevé al psicólogo, al psiquiatra", recuerda Selina. "La información era escasa, ya de mayor tenía que autorizarlo él, me decían los sanitarios que era confidencial". Se fue aislando. Se hizo reservado. "Quizá desconocíamos el alcance de todo lo que estaba sufriendo", lamenta su hermana. "Creo que buscó irse un poco solo. Desaparecer, creo, con la intención de no hacer sufrir a los demás". El 16 de enero de 2008 llegó a Las Palmas de Gran Canaria, se enterarían después.

Raúl Sanz desapareció hace 14 años, su familia lucha por encontrarlo. CASO ABIERTO

Preocupado por su enfermedad

Tras interponer la denuncia, la investigación policial dibujó solo una hipótesis: ausencia voluntaria, era mayor de edad. La familia inició, paralelamente, una investigación personal. "Entré en su correo", recuerda Adriana, "su Gmail estaba abierto en el ordenador familiar". En la mente, los últimos días con su hermano, "no estaba bien". Encontró un billete, solo de ida, con fecha de 16 de enero, con destino Las Palmas.

Adriana indagó más, supieron que los últimos meses Raúl había estado buscando empleo, se interesó por aprender "malabares y percusión", y alguna sesión de 'teatro invisible'. Formó parte de un grupo teatral. Lo dejó. "Envió correos a unas asociaciones preocupado por su enfermedad, la ciclotimia, solicitando ayuda para su problemas", añade su madre.

Se alojó en una pensión en La Palma desde el día 17 al 21 de enero de 2008. "Estuvo encerrado tres días, sin salir de la habitación"

Trasladaron todo a la Policía Nacional. Los agentes completaron sus pasos. Se confirmó: después de tres meses y medio en Granada, el joven decidió marcharse a Canarias. "Es un sitio que conocía porque estuvo de monitor de niños en 2016", recuerda su madre.

Se supo que, a su llegada, se alojó en una pensión en la isla de La Palma. Estaría hasta al 21 de enero de 2008. "El dueño nos dijo que se quedó encerrado tres días, no salía de la habitación, y les pareció extraño", afirma Adriana. Visitó Fuerteventura. Se movió entre islas.

"Años atrás estuvo en el Chichester College, una escuela de Inglaterra para aprender inglés, y conoció a un hombre mayor, jardinero, que era nómada. Quizá lo siguió..."

Cuando dejó la pensión, probablemente por falta de dinero (aún no le habían ingresado lo que cobraba del paro y su cuenta estaba en descubierto), durmió en la calle. "Nos dijeron que lo habían visto, también en La Palma, en el observatorio astronómico y que se quedó por los alrededores algún día durmiendo. Por la descripción, por los días que eran, podía ser él", amplia Selina.

Todo se funde a negro hasta el 31 de enero, diez días después, cuando la policía, alertada por los agentes de Granada, lo identifica en Tenerife. La familia se enteró un mes después.

"Lo vimos hace un mes"

Deambulando, sin rumbo, y sin medicación (tomaba tres medicamentos diferentes), Raúl aterrizó en Canarias. Selina, su madre, cogió un avión rumbo a Las Palmas poco después. "Los billetes que había sacado, que vimos en el ordenador, apuntaban ahí", recuerda su madre. Repartió imágenes de su hijo, "llevé fotografías al departamento de Salud, para que lo distribuyeran en los hospitales", recuerda. "Contacté con el Colegio de Farmacéuticos... médicos, policías y farmacias. En esos tres lugares dejé información".

Selina se puso en contacto con todos los municipios canarios, "escribí a todos los ayuntamientos y les mandé su foto también". Con la mujer en Las Palmas, llegó la noticia: "me llamó mi hija, habían visto a Raúl en Tenerife". En cuestión de segundos se imaginó volando allí. "Mamá, ha sido hace un mes", le explicó su hija. Fue un duro golpe. "Regresé a Zaragoza con todo el dolor y desencanto del mundo. ¿Por qué me avisaron un mes después? No había nada que hacer allí".

Ausencia voluntaria

"Raúl Sanz ha sido identificado en San Cristóbal de la Laguna, Tenerife, a las 11:52 y 12:27 horas, el 31 de enero de 2008", indicó un agente por teléfono. "¿Hace un mes? Contesté yo", recuerda Adriana. "Nunca lo entendí".

Tal y como consta en la documentación a la que ha tenido acceso CASO ABIERTO, Raúl fue identificado, pero no fue conducido a dependencias policiales. "Llama a tu casa que te están buscando, le dijeron algo así", lamenta Selina. No lo hizo. No contactó. "Consideraron que su ausencia era voluntaria, que era mayor de edad".

El protocolo de búsqueda de personas desaparecidas del Ministerio del Interior establece que las desapariciones involuntarias incluyen aquellas personas que tienen problemas de salud mental. Problemas con deterioro cognitivo, trastornos mentales, enfermedades neurodegenerativas, personas con discapacidad, etc. La búsqueda de la persona desaparecida viene generada por razones de su propia seguridad o ante la demanda de familiares o personas allegadas, y por interés social.

Fue la última vez que supieron de él. Durante años, lucharon por mantener abierta la investigación. Solicitaron la apertura de diligencias nuevas por vía judicial. Aportaron informes médicos, psiquiátricos. Todo fue denegado por el juzgado competente al considerar que "Raúl era una persona adulta y autónoma".

Ante el cerrojazo judicial, la familia siguió luchando. "Son casi quince años en los que he hecho de todo", confiesa Selina, hastiada. "Expertos, gurús, videntes...". Un miembro de una asociación maníaco-depresiva, previo pago, dijo que buscarían. "Nos fiamos", cuenta. No se halló nada. "La realidad es que no sirvió, hicieran algo o no". Contrataron detectives, "muy serios", pero no hallaron a Raúl. Selina llamó a todas las puertas, incluida la de Alfredo Pérez Rubalcaba -ya fallecido- por entonces Ministro del Interior: "me contestaron, y pusieron en el caso de mi hijo a una unidad policial". No hubo más.

En comunas, sin medicación

"La policía cree que no está vivo", lamenta Selina. "No hay movimientos bancarios, ni ha renovado su documentación". Convive con la ausencia y la incertidumbre. "Años atrás estuvo en el Chichester College, una escuela de Inglaterra para aprender inglés, y conoció a un hombre mayor, jardinero, que era nómada. Le apreciaba. Quizá lo siguió...".

Raúl, en la Alhambra de Granada, en una foto cedida por su familia. CASO ABIERTO

Adriana dibuja otra opción: "que esté en una cueva, en una comuna. Siempre he pensado que si encontró ayuda allí, sería de gente con una vida alternativa. Por su estética, su filosofía, pudo integrarse en una comunidad así".

Sonriente, alegre, bromista, Raúl no está. Ya no tiene solo a su sobrina Lucía, ahora tiene tres. Selina, su madre, mira su foto cada día. La tiene en la mesilla. "Todos los días le doy un beso e intento tirar adelante". Llena cada minuto con actividad para engañar al vacío. Vive esperando: "esperando verle, esperando respuestas, esperando... no sé".