¿Qué lleva a un chico de quince años a coger una escopeta de caza, matar a su madre de tres disparos, acto seguido a su hermano, de 10 años, esperar sentado la llegada de su padre y acabar también con su vida tras descerrajarle otros tres tiros? La respuesta fácil –y que nos dejaría dentro del terror de lo ocurrido algo más tranquilos– es pensar que su cabeza no funciona correctamente, que presenta algún tipo de enfermedad mental, pero no es así. El informe psiquiátrico realizado por un médico forense experto en psiquiatría y una psicóloga clínica, ambos miembros del Instituto de Medicina Legal de Valencia, descarta cualquier tipo de alteración psicopatológica o trastorno mental en el presunto parricida de Elx y concluye que en el momento de cometer los crímenes era plenamente consciente de lo que estaba haciendo, asesinar a sangre fría a su familia por «un motivo nimio y de escasa significación» como es la reprimenda de una madre por haber suspendido de nuevo las asignaturas de Lengua y Matemáticas.

«Estaba enfadado, se me fue la cabeza», manifestó el adolescente a los especialistas que se entrevistaron con él, en dos reconocimientos realizados el 8 de abril y el 4 de mayo, para evaluar sus capacidades intelectivas y volitivas, así como la presencia de trastornos de la conducta. El menor, que ya ha cumplido los 16, y que sigue cursando 4 de la ESO en un centro socioeducativo de la provincia de Valencia, relata como desencadenante de los hechos cometidos, de los que es plenamente consciente, las malas notas y los estrictos castigos de sus padres; dejándole sin ordenador, televisión, prohibiéndole salir con sus amigos o con tareas en el campo.

Sin problemas de adicciones de consumo –nada de alcohol y drogas–, buen comportamiento en el entorno familiar y con una media de notable hasta que la conexión a internet entró su casa durante la pandemia, en el primer trimestre de este nuevo curso el adolescente bajó su rendimiento académico, suspendiendo cinco de las nueve asignaturas. El chico lo atribuye a la dificultad que le suponía haber optado por la rama de ciencias puras y a las distracciones de los videojuegos y las redes sociales, que hasta ese momento sus progenitores le restringían a los fines de semana durante un máximo de tres horas.

La tarde del pasado 8 de febrero le comunicó a su madre que había vuelto a suspender dos de las asignaturas y, según refiere el menor acusado del triple parricidio, su progenitora se lo tomó mal, llamándole «mentiroso y vago», castigándole sin televisión ni ordenador y sin poder salir de su cuarto.

Entre diez y quince minutos después de esta discusión el adolescente subió a por la escopeta de caza de su abuelo, guardada en un armario, y con total calma y sin hacer ruido, bajó uno a uno los escalones, pasó despacio junto a su madre, en busca de cartuchos en la entrada de la casa, cargó el arma y le disparó, sin mediar palabra, hasta en tres ocasiones, según relata «con frialdad y sin remordimiento alguno».

Su hermano, de diez años, acudió al escuchar los disparos. El triple parricida reconoce que tras fallar un primer disparo, le disparó nuevamente por la espalda cuando el pequeño trataba de huir. Sobre la relación con su hermano éste afirma que era buena y muestra el único atisbo de emoción sincera al recordar cómo jugaban al baloncesto en el jardín.

De hecho, los psiquiatras forenses reflejan en su informe que les llama la atención la ausencia de afectación real, ni en sus gestos ni en sus palabras, al recordar lo ocurrido, así como la ausencia de empatía con el daño producido, aunque reconoce su responsabilidad. En las entrevistas los especialistas no advirtieron sentimientos negativos de ira, odio o rencor hacia sus progenitores, pero el chico tampoco manifiesta dolor por su pérdida, sino más bien entiende sus crímenes como «un problema al que debe adaptarse».

Confiesa que discutió con su madre tras castigarle sin tele ni ordenador por suspender dos asignaturas

Después de matar a su madre y a su hermano, el menor limpió la casa y escondió los cuerpos en un trastero fuera de la vivienda. Se sentó en una silla del comedor, situada a tres metros de la puerta de entrada, y esperó a que su padre, electricista de profesión, regresara del trabajo. Según confiesa, «tenía que matarlo porque ya no había otra solución», al igual que con su hermano, del que justifica su muerte argumentando que «había entrado en un bucle del que no podía escapar».

Nada más abrir la puerta le disparó en la boca, pero no lo mató. Su padre, malherido, logró arrebatarle el arma y la tiró al suelo, pero mientras iba hacia el lavabo y le pedía que llamara a emergencias, nuevamente cargó la escopeta y disparó contra su progenitor. Como vio que pese a ello seguía con vida, «le disparé una tercera vez para que no sufriera», confesó a los forenses.

Tras esconder el cadáver de su padre junto al de su madre y su hermano en el trastero, el adolescente limpió el escenario del crimen, se dio una ducha, y luego se puso a cenar tan tranquilamente un huevo frito. Al acabar se conectó con unos amigos para jugar en línea al ordenador, él mismo se había levantado el castigo de la forma más brutal posible.

Intencionalidad y premeditación

El informe psiquiátrico concluye que el menor sabe perfectamente diferenciar entre el bien y el mal, asimismo aprecian una clara intencionalidad y premeditación en sus actos. Prueba de ello es como tuvo que cargar en varias ocasiones el arma o los mensajes de WhatsApp que envía suplantando a sus padres diciendo que tenían covid para ocultar los crímenes, hasta que unas tías se presentan en la casa tres días después y descubren el horror. Tras descartar que sufra ningún tipo de trastorno mental, los especialistas remarcan en su informe que el menor presenta rasgos de una «personalidad psicopática incipiente y que tiene una baja tolerancia a la frustración». Además, a la inmadurez propia de la edad suma una insensibilidad emocional, tendencia al egoísmo, un carácter egocentrista y totalmente carente de empatía. Todo ello rasgos comunes a los psicópatas, tengan la edad que tengan.

La fiscalía solicita seis años de internamiento por los crímenes

El triple parricida de Elx se enfrenta a seis años de internamiento en un centro en régimen cerrado, según la petición de la Fiscalía de Menores de Alicante. Además, las familias de los padres del menor ejercerán la acusación contra él en el proceso judicial, como ya adelantó este periódico. La instrucción del triple asesinato que conmocionó a la ciudad el pasado febrero ya ha finalizado y está pendiente de que se fije la fecha del juicio.

Familiares tanto del padre como de la madre del joven se personaron en el juzgado de Menores para ejercer la acusación contra él. Las fuentes consultadas por este diario señalaron que desde el juzgado se les ha emplazado a que presenten sus escritos de acusación y propongan las pruebas que consideren pertinentes para el proceso. Por los tres asesinatos la Fiscalía pide hasta seis años de internamiento en un centro en régimen cerrado, la máxima pena que les permite la Ley de Menores dada la gravedad de los hechos. De haber cometido los mismos hechos siendo mayor de edad se le podría haber reclamado la prisión permanente revisable.