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Abusos sexuales

Absuelto por dudas acerca de su consentimiento: "Le dije que no y lo empujé dos veces"

El acusado negó incluso cualquier contacto sexual pero la denunciante, 10 años menor que él, aportó unas bragas con su semen | La acusación particular ha presentado un recurso contra una sentencia que la familia de la joven, que tenía 18 años, considera inaceptable

Testimonio anónimo de una víctima de violación

Testimonio anónimo de una víctima de violación EPC

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Testimonio anónimo de una víctima de violación Guillem Sánchez

En verano de 2018Amanda (nombre falso), una joven de Barcelona de 18 años, denunció haber sido abusada sexualmente con penetración por un hombre diez años mayor que ella. El acusado había sido contratado por la familia de Amanda para cuidar de un familiar y ambos únicamente habían coincidido en un par de ocasiones antes de los hechos. El juicio se celebró en la Audiencia de Barcelona a finales de 2021. La Fiscalía pedía 8 años de cárcel para él. La acusación particular de Amanda, 9 años. El acusado lo negó todo. 

El hombre afirmó ante el tribunal que no habían existido los supuestos abusos sexuales con penetración. Y dijo que no había mantenido relación sexual alguna con Amanda. Según declaró, "sólo la besó". Su versión, sin embargo, la desmontó Amanda cuando aportó a la causa unas bragas que había usado aquel día y en las que la policía científica de los Mossos d’Esquadra halló semen del acusado. Ninguna de las partes cuestionó la cadena de custodia ni la validez de la prueba de ADN.

La sentencia

La resolución de este juicio se ha conocido este 2022. En la sentencia, la sala concluye que el hombre mintió porque la penetración y posterior eyaculación sí existieron en realidad. También añade que Amanda, debido a esa penetración, "sufrió sintomatología ansiosa-depresiva reactiva, por la que requirió tratamiento psiquiátrico, farmacológico y psicoterapéutico, persistiendo en la actualidad trastorno por estrés post-traumático de carácter leve", tal como habían expuesto dos peritos judiciales, que habían diagnosticado a la joven. A pesar de todo lo anterior, la sentencia ha absuelto al acusado porque argumenta que, en contra de lo que había asegurado Amanda, fueron relaciones sexuales consentidas, tras disertar durante dos páginas acerca de cómo se obtiene dicho consentimiento. Para la sala resulta razonable la hipótesis de que el acusado hiciera caso omiso al 'no' de Amanda pero también lo es la contraria: que la denunciante "no exteriorizó su voluntad de no querer mantenerlas" y, al convivir ambas opciones, afirma que debe fallar a favor del reo.

Curiosamente, la futura aprobación de la ley orgánica de garantía integral de la libertad sexual prevé pasar de un sistema que obliga a la víctima a demostrar que se negó y opuso resistencia a otro que requerirá un consentimiento afirmativo más explícito. También acabará con la distinción entre abuso y violación. Quizá el juicio de Amanda hubiera acabado en una condena por violación con esa ley en vigor.

"A nuestro juicio", explica la sala en el apartado de razonamientos jurídicos, esas secuelas que sufre Amanda "no son necesariamente concluyentes en cuanto a la falta de consentimiento ya que esa sintomatología podría ser también consecuencia de una revalorización que ella habría efectuado a medida que transcurría el tiempo desde que ocurrieron los hechos". Es decir, lo que parece sostener la sala es que las secuelas se las provocó la propia Amanda al recordar lo ocurrido y revivirlo de forma traumática cuando en realidad no lo fue. Por eso, la sala considera que no debe condenarse al acusado y subraya que este "no se mostró ni violento ni agresivo". Tampoco la sala da importancia al hecho de que el acusado mintiera al negar que existieron las relaciones sexuales con penetración porque mantiene que a quien incumbe decir la verdad y demostrar las inculpaciones es a Amanda quien, según remarcan en la sentencia, cayó "contradicciones" durante las sucesivas declaraciones que prestó a lo largo de los casi cuatro años del proceso. 

La acusación particular, que defiende a Amanda, ha presentado un recurso contra una sentencia que la familia considera inaceptable. La abogada de Amanda niega que la joven incurriera en contradicciones. Si existieron respuestas "aparentemente distintas" se debe tan solo al hecho de que las preguntas que le formularon en la comisaría de los Mossos, en la fase de instrucción o en el juicio oral "también fueron distintas" y, en consecuencia, Amanda usó otras palabras para responder lo mismo. 

La versión de Amanda

Amanda no quiere rendirse. A pesar de que recibir la sentencia, que la Audiencia de Barcelona envió directamente a su correo electrónico, volvió a sumirla en un nuevo episodio de ansiedad, confía en que el recurso prospere y se demuestre que no fueron relaciones consentidas. Que no lo fueran, insiste en declaraciones a este diario, es lo más doloroso que ocurrió aquel día de julio de 2018, cuando acababa de cumplir la mayoría de edad. “Lo peor fue que [el acusado] no me tuviera en cuenta, que por más que le dijera que no, él se creyera con el derecho de pasar por encima de mi decisión, de hacer lo que le diera la gana. Yo le empujé dos veces, le dije que no. Después comprendí que no me haría caso. Intenté gritar pero no me salía la voz, tenía mucho miedo".

La joven explica que necesitó que pasaran tres días antes de poder explicar a alguien lo vivido. Se lo confesó a una amiga, quien la animó a contarlo en casa. Así li hizo. Tras verbalizarlo, Amanda tomó conciencia de lo que había pasado. Y dice que todo se hundió. "Me quedé dos o tres meses encerrada en casa sin salir. Comencé a ponerme muy triste. A llorar mucho. Había noches que me despertaba gritando, con pesadillas. Mi psiquiatra me dijo que estaba entrando en una depresión. Y tuve que medicarme. Incluso me planteé el suicidio", asegura. "No comprendo que todo haya sido en vano", concluye, aludiendo a los cuatro años de tratamiento, a la aspereza del proceso judicial, a la vergüenza de contar una y otra vez lo ocurrido. Para nada.

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