Pantalón negro, camisa morada y chaqueta negra. María Piedad se arregló, se maquilló y dio un beso a los niños. "Hija, ten cuidado, que vas muy guapa", le dijo Toñi, su madre, antes de salir. La siguiente vez que hablaron fue por mensaje y ni siquiera lo escribió su hija: "Mamá, nos hemos liado, vamos a Plaza de España a tomar chocolate, tardaré".

María Piedad desapareció la madrugada del 12 de diciembre de 2010 en Boadilla del Monte (Madrid) después de la cena de empresa de Navidad que celebraba junto a sus compañeros. Su expareja y padre de su hijo menor, también presente esa noche, insistió en llevarla en su coche. A ella no volvieron a verla; él se suicidó tres días después. El cuerpo del hombre apareció colgando de una torre de alta tensión en San Lorenzo del Escorial.

María tenía 31 años, dos hijos -Alejandro y Aitor, de 9 años y 8 meses, respectivamente- y toda la vida por delante. Se había separado unos meses antes. "Él estaba obsesionado", aseguran familiares y amigos de la mujer, "nunca aceptó la separación".

"Nada más leer el SMS supe que no era mi hija la que hablaba", afirma Toñi, madre de María Piedad

"Sobre las ocho de la mañana sonó el móvil", recuerda Toñi, que echa la vista atrás con desgarro: "Han pasado 11 años y cada día estoy peor". Le sorprendió que María no hubiera vuelto aun. "'Mamá, nos hemos liado, vamos a plaza de España a tomar chocolate. Tardaré'. Nada más leerlo supe que no era mi hija la que escribía", afirma. "Lo primero que habría preguntado ella es cómo están los niños porque el pequeñín andaba pachuchillo aquellos días. Ella no era fría; su mensaje, sí". Pasó el domingo y María Piedad no regresó.

Fotos de la noche en la que María desapareció.

"Vamos al pub. Si no llego, llámame"

Aquella noche, la última, el punto de partida era el 'El Rincón Castellano', un mesón cercano al supermercado en el que trabajaban. Aunque no estaba previsto, Javier, su expareja, acudió finalmente. Ambos trabajaban en el Mercadona de Boadilla del Monte. "Él me trajo el niño a las diez de la noche", recuerda Toñi. "Te lo traigo bañadito, me dijo, ya nada más que tienes que acostarlo. Había estado todo el día con él". 

Tras la cena, los compañeros de trabajo pusieron rumbo a un karaoke, tras este, a un pub. Rozaban las cuatro de la madrugada cuando decidieron cambiar de bar. Javier insistió en que ambos fueran en su coche. "¿Vienes entonces?", le preguntó una amiga a María. "Sí, vamos, pero si no llego llámame", le pidió.

El teléfono de María empezó a sonar a las 4:06 horas, daba señal, pero no contestó nadie. Javier, desde su número, mandó un SMS a la amiga cuatro minutos después: "Me la llevo a casa, sorry". Mintió.

La investigación de la Guardia Civil determinó que las antenas situaban los teléfonos de ambos en ese momento en Alcorcón, en el polígono Ventorro el Cano. Un repetidor le ubicaría después en la Raya del Palancar (Villanueva de la Cañada) de 4:52 a 05:13 -lugar dónde después se hallarían restos de sangre de María- y, a las 5:34, los dos teléfonos se ubicarían en Móstoles.

María, en una foto compartida por la familia.

Llamadas, mensajes y movimientos en falso. Javier se preocupó en simular que María Piedad se había ido voluntariamente y que estaba bien: "Tardaré". La mañana del domingo, el hombre fingió ser ella y escribió, desde el móvil de María, mensajes de texto a amigos y familiares. También, con su teléfono, respondió a la familia de su expareja: "No sé, la dejé en la casa a las 04:10 horas".

El domingo por la tarde, pese a estar cerrado, Javier acudió al supermercado de motu propio para ir a arreglar unas baldosas del almacén. Las cámaras registran que estuvo unas dos horas y media en el interior del local. En el cuarto en el que se cambia, no en la zona de trabajo, se cortó con una radial y acudió al hospital. Se dirigió hasta Coslada (a más de 40 kilómetros) y de camino tuvo un accidente de tráfico. El vehículo se inspeccionó después.

El lunes, 13 de diciembre, la familia de María Piedad interpone la denuncia por desaparición. "La esperé hasta el último momento", recuerda su madre, "porque ella sabía que los niños conmigo estaban bien... Pero cuando llegó la hora de irse a trabajar y no vino, no pude más". Volvieron a escribir a Javier. De nuevo, mintió: "La dejé en la puerta del bloque. Por cierto, iba bastante perjudicada".

El martes 14, Javier puso rumbo a San Lorenzo de El Escorial desde la estación de autobuses de Méndez Álvaro. Se deshizo de los teléfonos, entró en una ferretería y dijo: "Quiero una cuerda para colgarme". Antes de quitarse la vida, llamó a la madre de María, le preguntó si sabían algo de ella y si el niño estaba bien. No dejó nota ni confesión.

Javier, captado por la cámara de seguridad en la ferretería, poco antes de suicidarse.

Desde entonces, la vida es otra. Se traduce en luchar, en buscar. Los días de Toñi, los de todos, oscilan entre malos o regulares. La investigación fue amplia, pero llegó tarde, apunta la madre. "Cuando pusimos la denuncia, él estaba en el hospital. Fue a su casa, cogió lo que cogiese, se cambió... Les podía haber dado tiempo a llegar y cogerlo". Esperaron las fatídicas -y erróneas- 48 horas para descartar que la ausencia de María Piedad fuera voluntaria, y "cuando llegaron, Javier no estaba vivo ya".

300 pozos batidos y muchas incógnitas

El sumario del caso, que suma cerca de mil páginas, maneja una hipótesis única: Javier "faltó a la verdad, no habiéndola dejado en su domicilio". Apunta a la "desaparición forzada" y a una acción criminal. Se abrieron más de 300 pozos y se batió según los puntos que registraron sus teléfonos móviles. Se halló una gota de sangre de María, en la zona de Raya de Palancar, cerca del río Guadarrama. Se batieron sus márgenes. Cerca había unos contenedores, se peinó el vertedero de Pinto. No se halló nada que llevara a María Piedad.

María Piedad, en una foto del álbum familiar.

"No dejó nota, no dejó nada...", lamenta Toñi, que siempre se agarró a la esperanza de encontrar a su hija viva. "No se me va olvidar en la vida cuando llamó la Guardia Civil y nos dijo que le habían encontrado muerto a él". Coge aire, "vi a mi hijo llorar desesperadamente... ¿Mamá, qué más quieres…? La ha matado él".

Sin respuestas, sin indicios, sin pistas ni confesión, el caso se archivó en 2014. Cuatro años después, la familia, junto a la abogada Iciar Iriondo -y su despacho criminológico Dacrim- consiguieron reabrirlo. Solicitaron la práctica de 16 nuevas diligencias. Solo se aprobó una: levantar las baldosas de Mercadona por si aquel domingo Javier pudiera haber dejado allí algún indicio o el propio cuerpo de la mujer. El dispositivo resultó negativo.

Demasiada sangre

El resto de puntos, desestimados, son interrogantes de un caso que no se ha podido resolver. Una de esas incógnitas pasa por saber cómo se cortó con aquella radial. "No necesitaba sierra, porque las baldosas venían ya cortadas", argumenta Iciar Iriondo. "En cualquier caso, sube a la planta de arriba para cambiarse de ropa y, según el sumario, baja diez minutos después, ya con la herida. ¿Por qué se corta arriba si el arreglo que iba a hacer estaba abajo?".

En el informe del hospital del Henares (Coslada) consta que Javier presentaba una herida de unos 4 centímetros en el antebrazo. Una enfermera que lo atendió señaló en televisión que la profundidad, y el tamaño de la herida no justificaban la presencia de tanta sangre. "Cuando hallaron el vehículo había mucha", afirma Iriondo, "quizá no toda esa sangre era de él".

La abogada es firme: "La suma de estas diligencias, de estas pequeñas cosas, hubieran permitido reconstruir, confirmar, descartar... Saber la causa, motivación, el modus operandi, si fue premeditado, si lo hizo él, si lo hizo solo, o incluso encontrar a María Piedad".

Una jeringuilla en el coche

En el vehículo de Javier se encontró también una jeringuilla. "Se hizo un análisis de huellas, tenía las de Javier, pero no se hizo un análisis toxicológico del contenido", recuerda Iriondo. Pidió que se realizara, se desestimó. Pidieron traslado de la jeringuilla para hacer un análisis de manera privada. No se permitió. "María era una mujer que medía casi 1,80. Era fuerte, fue militar antes de trabajar en el supermercado. Cuadra, perfectamente, que Javier pudiera haber hecho uso de alguna sustancia para reducir sus capacidades en caso de defensa", lamenta la experta.

Según averiguó el equipo de criminólogos, la noche de su desaparición, María Piedad se cambió de botas durante la cena, pues tenían demasiado tacón y le molestaban. De hecho, Javier salió del pub para dejar las de tacón en su coche. Al regresar del vehículo, entró en la discoteca y le llevó una copa a María. Llamó la atención de todos, según declararían después, pues a él nunca le gustó que bebiese, se lo prohibía. Los amigos afirman que tras esto, empezaron "a verla demasiado mareada para lo que había bebido". Diez minutos más tarde fue cuando María Piedad se marchó con Javier.

El caso está judicialmente estancado, la letrada busca la manera de dar con el paradero de la víctima. También la Guardia Civil, que no olvida, y sigue buscando cualquier indicio que les lleve a la joven de Boadilla.

La familia de María Piedad sigue esperando respuestas.

Fuerte, trabajadora, feliz. Hacía ocho meses que se había separado, empezaba a vivir de nuevo. Atrás quedaban escenas de celos, control y asedio. "Ya no aguantaba más", recuerda su madre, "ahora era cuando estaba bien". Daba pasos hacia una vida nueva, su expareja la frenó. Sus hijos caminan sin ella. Su abuela ejerce de guía. Buscan sin descanso, "¿dónde estás, María Piedad?".