Caso Abierto - Diario de Mallorca

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Jaime Cabanach, el detective pionero que dejó huella en Mallorca

Abrió hace 50 años la primera agencia de investigación privada de la ciudad / Durante décadas participó en cientos de pesquisas en la Mallorca del «boom» turístico

Jaime Cabanach, en su despacho de Palma en 1978. Lorenzo

«En uso de las facultades que me están conferidas he tenido a bien concederle la autorización para la apertura de una agencia privada de investigación». El documento, fechado en julio de 1971 iba firmado por el entonces gobernador civil de Balears. De esta manera Jaime Cabanach se convertía en el primer detective privado de las islas. Durante las siguientes tres décadas este profesional autodidacta, apasionado por la tecnología y con un enorme don de gentes, se convirtió en un auténtico maestro de detectives, hasta el punto de que los titulares de cinco agencias de investigación privada pasaron por su empresa. Jaime Cabanach falleció en Palma hace diez años, tras pasar el testigo a su hijo, Juan Carlos.

«Él siempre había querido ser policía, pero la oposición de sus padres se lo impidió», recuerda Juan Carlos Cabanach. Su familia tenía una empresa textil en Sabadell y Jaime Cabanach trabajaba allí como comercial. Sin embargo, tenía muchos amigos policías, y durante años lo compaginó con otros trabajos, como escolta de celebridades. El Barça le llegó a contratar para localizar a su jugador estrella, Ladislao Kubala, y evitar que saliera de fiesta hasta tarde las noches antes del partido.

Jaime Cabanach, en una imagen tomada durante una investigación en Palma, en 1987

En aquellos años los detectives estaban muy mal vistos. Los profesionales se movían en el límite de la ley... y a veces un poco más allá. Hubo uno que, contratado por un marido que sospechaba que su esposa tenía una aventura, se escondió debajo de la mismísima cama del matrimonio. Cuando la mujer se metió allí con el amante, se levantó de improviso y se puso a hacerles fotos con flash. Al hombre le pegó un infarto y el investigador privado acabó en los calabozos de comisaría.

En 1971, con 38 años, Cabanach deja la empresa familiar y se muda a Palma. Es demasiado mayor para entrar en la Policía, así que decide abrir una agencia de investigación privada. Tras meses de batallar con la burocracia de la época, en la que llegó a recurrir ala influencia del obispo, obtiene el permiso del gobernador civil. Fue el primer detective con licencia autorizada en Mallorca. Instaló su primer despacho en su piso de alquiler, en la calle Pérez Galdós. Unos meses después lo trasladó a la calle Berenguer de Tornamira, en el centro de Palma, donde permanecería varias décadas.

Siguieron años de trabajo muy duro. La mayoría de las investigaciones se referían a infidelidades conyugales, y era contratado tanto por hombres como mujeres, con algunos descubrimientos muy escabrosos. «Muchos clientes preferían no ver las fotos que habían sacado», recuerda Juan Carlos Cabanach.

También empezaron a ser contratados por los principales hoteles de la isla, como el Valparaíso o el Victoria, en plena bonanza del turismo. Investigaban tanto a camareras que sustraían efectos, el desvío del género que llegaba a las cocinas, empleados que subían a las habitaciones de las clientas o recepcionistas que enviaban a los turistas a establecimientos poco recomendables a cambio de una comisión. En los ochenta, con el «boom» de la droga, muchos padres le contrataban para vigilar a sus hijos, de los que sospechaban que consumían estupefacientes. La agencia llegó a contar con una docena de investigadores.

Autodidacta en la profesión, Cabanach tuvo siempre un gran interés por la tecnología y trató de contar con las herramientas más sofisticadas de la época para su actividad: grabadoras, teleobjetivos y las primeras videocámaras. Llegó a encargar microcámaras que le traían directamente de Japón.

«Disfrutó de la vida, hizo lo que le gustaba y al final le fueron bien las cosas», rememora su hijo Juan Carlos, que asumió la dirección de la agencia cuando su padre se retiró, en 2004, y la expandió a otros ámbitos de la seguridad privada. Jaime Cabanach, maestro de detectives, falleció a los 79 años el 18 de enero de 2011.

Del bailarín flamenco que no podía caminar a los crupieres desleales

Más de treinta años como detective en la Mallorca del «boom» del turismo dan para mucho. Jaime Cabanach se vio envuelto en numerosas vicisitudes a lo largo de su carrera. Como el caso de un joven bailarín flamenco de Menorca que a principios de los años 90 reclamaba cien millones de pesetas a una aseguradora por un accidente que le había dejado inválido. Cabanach se hizo pasar por un empresario que quería montar un espectáculo musical, y convenció al supuesto convaleciente para que le hiciera una demostración una noche en las escaleras del puerto de Maó. Tenía que probar que podía subir y bajar escaleras, así que le hizo bailar arriba y abajo, con zapateados y giros, mientras su colaboradores tomaban fotos escondidos tras un parterre cercano. Varios meses después declaró en el juicio y a la salida se encontró con decenas de familiares del joven que querían lincharle. Tuvo que ir escoltado por la Policía directo al aeropuerto. Se pasó varios años sin volver a Menorca.

En los años 80 dirigió la investigación contra un grupo de crupieres del recién creado Casino de Mallorca, que desviaban a jugadores de alto nivel a una timba ilegal que montaban en un bar de Son Armadams. Cabanach trajo colaboradores de la península para hacerse pasar por jugadores ávidos de emociones fuertes, que llevaban grabadoras pegadas al cuerpo con esparadrapo. La investigación permitió demostrar que la práctica totalidad de los crupieres estaban compinchados, por lo que fueron despedidos.

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