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La Salle Bonanova de Barcelona

Diario de un pederasta: el entrenador de la Salle anotaba cómo abusaba de sus jugadores

En los manuscritos aparecen al menos siete nombres de posibles víctimas, indicios todavía no investigados

Diario de un pederasta: el entrenador de la Salle anotaba cómo abusaba de sus jugadores. EPC

El profesor y entrenador de fútbol de la Salle Bonanova de Barcelona imputado por agredir sexualmente a dos menores de edad dejó redactado en varias libretas manuscritas el "tormento interior" que padece y la distorsión cognitiva que le hace percibir graves conductas pederastas con menores como si fueran relaciones de amor sanas. También anotó una confesión explícita de los abusos que padeció una de las dos víctimas que lo denunciaron en otoño de 2020Víctor P. (1973, Barcelona), que actualmente se encuentra en libertad, se declaró inocente de ambas acusaciones. También negó su desviación pedófila. Los cuadernos pueden ser decisivos en los dos juicios que afrontará en un futuro.  

El Periódico de Catalunya ha tenido acceso a algunos de los fragmentos de los manuscritos que los Mossos d’Esquadra han seleccionado. Todos los pasajes parecen haber sido redactados durante viajes que Víctor P. hizo en los años 2007 y 2008 a ciudades como Kiev (Ucrania), Rennes o París (Francia) y Innsbruch (Austria). Habla compulsivamente de jugadores –niños entre 10 y 13 años a los que entrena o ha entrenado en el Club Esportiu Bonanova– de quienes ha abusado sexualmente o desea hacerlo. Mezcla sueños con recuerdos. Cita a un total de siete menores distintos: siete posibles víctimas. Uno de ellos es el exalumno del colegio Viaró Global School, la primera de las dos víctimas que lo ha denunciado. No hay alusiones al segundo denunciante, exalumno del colegio de La Salle Bonanova debido a que tales delitos se cometieron, presuntamente, en 2012 y los pasajes recogidos pertenecen a hechos o ensoñaciones ubicados cuatro años antes.

¿Nuevas víctimas?

Los Mossos contactaron con una posible tercera víctima de Víctor P., pero esta declaró a los agentes que no había sufrido abusos por parte de su exentrenador. Sin embargo, hasta dónde ha podido averiguar este diario, ni los jueces ni los policías han tratado de encontrar a ningún otro de los niños citados en las libretas y que ahora son mayores de edad. Desde la judicatura se subraya que deben ser las supuestas víctimas quienes den el paso de denunciar porque, al no ser menores actualmente, los abusos que sufrieron en su infancia están sujetos al régimen de los delitos semipúblicos, lo cual significa que solo son perseguibles si la víctima lo reclama. Fuentes policiales, por su parte, afirman que al haber dos casos judicializados los pasos que debe seguir la investigación debe dictarlos el juez instructor. Ambos estamentos recuerdan asimismo que el caso de Víctor P. es público –lo destapó El Periódico de Catalunya hace un año– y que si hubiera más víctimas dispuestas denunciar al profesor ya lo habrían hecho. 

En la cabeza de un pederasta

En estos diarios personales Víctor P. se abre y habla sin tapujos de las pulsiones pedófilas que siente hacia los menores. Incluso distingue entre niños a los que dice querer y menores a los que únicamente desea sexualmente. Usa expresiones para describir la excitación que siente por algunos que este periódico considera impublicables. En sentido contrario, relata lo difícil que le resulta relacionarse con mujeres adultas. "Es un tormento interior con el que convivo desde siempre, y más me vale cambiar a tiempo (¿es posible cambiar?– se pregunta–) o ser un desgracias de por vida", detalla en un pasaje. En reflexiones como esta parece plantearse la posibilidad de pedir ayuda profesional para reconducir su inclinación pedófila. Actualmente existen plataformas como Prevensi que ofrecen terapia especializada a persones que sufren esta desviación con el objetivo de evitar que acaben causando un mal irreparable a menores de edad. En 2008, en cambio, cuando Víctor P. escribía esto, no había ayudas de este tipo.

Las dos víctimas

Víctor P. estudió en la Salle Bonanova, colegio de la zona alta de Barcelona, en los años setenta y ochenta. Obsesionado con el fútbol, comenzó a dirigir el equipo de la escuela, el Club Esportiu Bonanova, a principios del año 2000. En paralelo a su trabajo de entrenador, comenzó a trabajar de maestro en el Viaró Global School de Sant Cugat (del Opus Dei) en el 2003. Allí coincidió con la primera víctima, que entonces tenía 13 años y que era hijo de padres divorciados. Se acercó a él ofreciéndole fichar por el equipo de fútbol. En su denuncia, esta víctima precisa que Víctor P. se ganó la confianza de su madre y que trató de sustituir a la figura de su padre. Así se lo llevó al piso de la ronda del General Mitre en el que residía, donde comenzaron los abusos sexuales: le obligaba a desnudarse y tumbarse en la cama, le tocaba y se masturbaba. En más de una ocasión, afirma el denunciante, Víctor P. quiso ir más lejos y, al recibir su negativa, este se enfadaba y le 'castigaba' dejando de hablarle durante días. Según el exalumno, el exprofesor se lo llevó también de viaje en dos ocasiones: 15 días a Rumanía y a una residencia de La Salle. Allí los abusos fueron diarios.

En el diario Víctor P. cita a menudo a esta víctima y describe la relación entre ambos como si fuera algo entre dos adultos. En uno de los pasajes, incluso sueña que vuelven a ser pareja: "Estamos en la cama, besándonos, haciendo el amor, como en nuestra buena época", escribe. Obvia que él tiene 33 años y la víctima, solo 13. Víctor P, fue expulsado del Viaró en 2006 porque la dirección del colegio supo que se llevaba al menor a su vivienda aunque no qué ocurría en el interior del domicilio porque el chico no se atrevió a revelarlo.

Las amenazas de muerte

La segunda víctima se cruzó con Víctor ya en La Salle. Hijo de padres divorciados, otra vez, Víctor P. se acercó a él a través de su madre, otra vez. En esta ocasión, no solo se hizo amigo de la mujer: entabló una relación sentimental seria. El profesor se trasladó a vivir con ellos y la nueva pareja tuvo tres hijos, hermanastros de la víctima.

Este segundo relato describe cómo el sospechoso desplegó sobre el menor un control férreo a partir del 2008. Al cumplir los 12 años, en el 2010, las agresiones sexuales comenzaron en los vestuarios en los que se cambiaban después de ayudarle a entrenar a su equipo de fútbol base y antes de regresar a la casa que compartían. Muy similares a las de la víctima de Viaró. En este caso también comenzaron las palizas, que fueron constantes durante los más dos años que duró el asedio, para disuadir al menor de revelar qué secreto escondía. El denunciante detalla que fue amenazado o golpeado con un cuchillo de cocina, con unas tijeras o con una maza medieval, entre otras armas. Y que Víctor P. le reiteró en varias ocasiones que iba "a matarlo".  

Dos juzgados distintos investigan separadamente sendas denuncias. Las libretas manuscritas, que recogen la confesión que padeció la primera víctima, forman parte de la causa de la segunda víctima, la que instruye el Juzgado número 6 de Barcelona, porque las entregó la exmujer de Víctor P., madre del alumno de La Salle. Este periódico ha tratado sin éxito obtener la versión de la defensa del acusado, que ya ha sido procesado por los abusos del último chico. 

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