Grande, alto, corpulento, con una pequeña cojera -fruto de un viejo esguince mal curado- y una cicatriz en la mano izquierda. Siete tatuajes, trato amable y cocinero en uno de los restaurantes del Mercado de San Antón, en pleno corazón del barrio madrileño de Chueca. Con un presente inventado y un pasado por ocultar, el fugitivo colombiano se escondía en Madrid. Cuidadoso en los fogones, atento al emplatar, ni clientes ni compañeros podían imaginar que sobre él pesaba una Orden Internacional de Detención dictada por Interpol.

John Freddy había sido condenado a 20 años y 4 meses de prisión por abuso sexual. Según ha podido saber CASO ABIERTO, el ya detenido abusó de su sobrina de forma continuada, desde que la niña tenía seis años hasta que tuvo once, según la sentencia del Juzgado 44 Penal del Circuito con Función de conocimiento de Bogotá que lo condenó. Luego, huyó de su país. Tras una intensa investigación, el Grupo de Localización de Fugitivos de la Policía Nacional le ha dado caza: ya está en prisión a la espera de ser enviado a una cárcel de su país.

Tres años en España

Según las pesquisas, John Freddy dejó su país en 2015 y, tras un periplo por diferentes continentes, se instaló en España en 2018. Por aquel entonces no era cocinero, era militar. Pidió asilo político, que le fue rechazado. Ajeno a las miradas y, sobre todo, a la justicia colombiana, dibujó una vida diferente. Se asentó en Parla (Madrid). De ocho de la tarde a doce de la noche, para las cenas, se ponía la filipina (chaquetilla) y se escondía entre fogones.

Pero, en su tiempo libre, cometió un error: participaba en asaltos a cajeros automáticos, lo que terminó por desenmascararle. Según ha podido saber CASO ABIERTO, a la Policía Nacional se le activó el radar cuando "se tuvo la certeza de que un individuo de nacionalidad colombiana se encontraba perpetrando numerosos delitos, mediante la manipulación de cajeros automáticos", informan fuentes cercanas al caso. Era John Freddy. En julio de este año fue detenido y acusado de un delito de robo con fuerza. Poco después, arrancó la Operación Peña.

La Unidad Central de Ciberdelincuencia fue la primera en cazarle. El colombiano, mediante phising (engañó haciéndose pasar por una institución a través de correo electrónico) y arpón, asaltó diferentes cajeros de Madrid. Lo pillaron, lo negó. "Ha sido mi primo usando mi tarjeta. En menudo lío me ha metido", manifestó cuando le dijeron de lo que se le acusaba. La investigación policial, las cámaras de vigilancia de los cajeros y el registro de su vivienda evitaron cualquier error: en casa tenía el arpón y billetes fotocopiados por valor de 32.100 euros. Había robado cerca de 6.000 en efectivo.

Caza al violador

Quedó en libertad a la espera de juicio y volvió a su casa, en Parla, pero mostró una actitud que hizo sospechar a los agentes. Y el olfato no les falló. Preguntaron por sus datos a su país y desde allí les llegó la respuesta: el ladrón de cajeros había cometido abuso sexual a una menor. Entró en juego la Unidad de Fugitivos de la UDYCO de Policía Nacional. Arrancaba la caza final.

Se mantuvo un estrecho seguimiento hasta que llegó la notificación de detención internacional

John Freddy siguió viviendo en Parla, con su pareja y su bebé de un año. A la espera de la orden internacional para detenerlo, los policías le mantuvieron vigilado. Llegó la notificación y agentes de ambas unidades de la Policía Nacional le arrestaron en su domicilio el 14 de septiembre.

Momento en el que John Freddy era engrilletado.

Aparentemente tranquilo, confiado, pues creía que no era más que la continuación del proceso por los robos en España, su rostro cambió cuando al engrilletarle los agentes le indicaron que se trataba de una Orden de Detención de Bogotá. "¿Sabes por qué estás detenido"? le pregunta un agente en el vídeo que acompaña este reportaje ; él niega con la cabeza. "Estás detenido porque tienes una reclamación internacional, de tu país. ¿Sabes ya más o menos?" Y volvió a negar.