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Galicia

Una víctima de violación: “Dije no varias veces, me abofeteó y me agarró del cuello, sentí miedo”

El acusado defiende que el sexo fue consentido | Sus amigos la encontraron llorando, “descompuesta”, y una psicóloga y los forenses ven compatible su trauma con un ataque

El acusado, en el banquillo de la Audiencia.

La Audiencia Provincial de Ourense debe resolver si hay pruebas para condenar a un acusado de agredir sexualmente, en el rellano de un portal, la madrugada del 13 de septiembre de 2019, a una mujer a la que había conocido esa noche en una discoteca. M. C. B., niega los hechos y alega que el sexo fue consentido. La víctima afirma que fue violada. “Le dije que no quería varias veces y apartaba la cara si intentaba besarme. Él estaba encima, notaba mucha presión en el pecho, no podía escurrirme y usaba las manos para intentar separarme. Siguió, empecé a agobiarme y a llorar. Una de las veces me pegó una bofetada, me agarró por el cuello y me dijo: 'Yo sé que te está gustando, puta'. Miré hacia los lados y solo veía paredes blancas, sentí bastante miedo y paré, me quedé bloqueada. Solo quería que acabara para poder salir”, relató ella en su interrogatorio. “El miedo más grande que sentí fue cuando ejerció violencia, al ver que no hacía caso a que parara. Me sentí intimidaba. La bofetada fue normal y el cuello me lo agarró sin ejercer presión pero lo tomé con un aviso de que parara de moverme. Fue cuando me dijo: 'Yo sé que te está gustando'”.

La Fiscalía solicita una condena de 9 años de prisión, más 5 de libertad vigilada, 9 de alejamiento y 32.700 euros de indemnización para la víctima, más otros 362 euros para el Sergas por los gastos de atención prestados. La acusación particular, que ejerce Victoria Diéguez, pide 10 años de cárcel y el mismo tiempo de alejamiento, así como 5 años de libertad vigilada y una indemnización un poco mayor, de 34.500 euros. La defensa, que corre a cargo del abogado José Manuel Orbán, solicita la absolución.

El encausado y la víctima se conocieron en una discoteca, en la que llegaron a intercambiar besos. Decidieron marcharse sobre las 6. “Buscábamos un sitio íntimo al salir del local para estar solos”, dijo el acusado. “Decidimos salir los dos sin decir a dónde vamos. Llevaba poco en Ourense y se me hizo largo el camino. Abrió el portal, con el cuerpo me puse para atrás y él me dijo: 'Tranquila, no va pasar nada que no quieras'”. El acusado coincide en esta última frase y la joven reconoce que subió voluntariamente desde la entrada del edificio hasta el rellano. Es a partir de ahí donde los relatos son opuestos.

“Las relaciones fueron consentidas, ella no manifestó, ni verbalmente ni tampoco de forma no verbal, que no quisiera continuar con la relación, y no lloró durante el acto”, dijo el encausado en el juicio. Su versión es que se desvistieron “mutuamente” y tuvieron sexo consentido. Niega haber empujado, abofeteado o sujetado por el cuello a la joven. No se puso preservativo. “Tampoco ella me lo dijo. Es algo que no debería ser así pero surgió”, justificó él.

“En ningún momento hablamos de hacer nada como para tener que comprar preservativo”, dice ella. “Salimos de la discoteca para conocernos más, para ver qué pasaba, pero sin ninguna finalidad. En ningún momento hablamos de mantener relaciones sexuales”, sostiene. “Nos fuimos de la discoteca para mantener relaciones. Directamente no lo hablamos pero estábamos bailando e intimando, la cosa fue a más y me dijo: aquí no. Le comenté si íbamos a mi casa y ella aceptó”, aduce el hombre.

“Empezó a darme besos, yo no quería hacer nada en un portal y le decía que parara, pero empezó a desvestirme”, sostiene la víctima. Entre los argumentos de que no hizo nada que ella no quisiera, el acusado asegura que se detuvo cuando ella expresó su negativa de que le practicara sexo oral. “Me dijo que no y yo respeté su decisión. Nos continuamos besando, tocando y hubo sexo”, manifestó.

Tras la agresión que ella denuncia, “acabó, se cayó a mi lado, medio adormilado en las escaleras, y yo me levanté, cogí mis pertenencias y salí al portal corriendo, porque solo quería llegar a la calle, para sentirme más segura”. La versión del encausado sobre su marcha es que “sorprendentemente, se fue apresuradamente. Yo no entendía qué estaba pasando, salí detrás porque se llevó mi camiseta y le pregunté si estaba bien y por qué se iba, pero no me contestó y no la seguí”, aduce el encausado.

Desde la entrada a otro edificio, la joven llamó a sus amigos para solicitar ayuda. “Estaba llorando y pidiéndonos que fuéramos. Nos envió la ubicación y acudimos rápidamente, no sabíamos qué había pasado”.

Cuando estas dos personas llegaron al lugar, la amiga escuchó sollozos y vio a la víctima “en el suelo y apoyada contra pared, descompuesta, casi sin poder hablar, costándole mucho decir alguna palabra”. Según esta testigo, tras preguntarle qué había ocurrido, “me dijo: me violó. Me tiró al suelo, yo no quería pero él siguió”. El otro joven testigo observó a la denunciante en un estado de “shock. No respondía, estaba nerviosa y llorando”. Además, vio que tenía “una marca roja” en la cara. En el centro sanitario, donde fue reconocida por primera vez antes de su traslado al CHUO para el examen del forense, “relató la historia a la médica y contó que había sido violada”, declaró la testigo.

Tras los hechos, el encausado admite que salió a comprar comida a una máquina autoservicio. Se encontró a la víctima y a sus amigos. “Él me preguntó qué había pasado, le dije que habíamos tenido sexo en mi portal, yo quería preguntarle a ella qué ocurría pero la otra chica empezó a insultarme y a decir que me fuera, y me marché. Me interesé pero me echaron”, alega el encausado. La amiga relató ante los magistrados que cuando la víctima vio pasar a su presunto violador “dijo él, él, él, se puso nerviosa y alterada”. La testigo pidió entonces al hombre que se fuera. “Venía comiendo patatas, preguntó qué pasaba y le dije que se marchara. Contestó que no había hecho nada. No se interesó, se fue”, completó su amigo.

Uno de los policías que atendió a la víctima también indicó al tribunal que la joven se encontraba “nerviosa, asustada y callada” tras los hechos. “Nos solicitó una orden de alejamiento cuando prestó declaración, porque decía que tenía miedo de él”.

Sufrió estrés postraumático

El 19 de septiembre, seis días después de los hechos, la víctima fue atendida por una psicóloga. “Se encontraba en estado de shock, muy nerviosa, y relataba un episodio de agresión sexual, que recibió una bofetada y que fue agarrada por el cuello. No quería estar en aquel portal”.

Con el transcurso de las sesiones, la mujer fue expresando sus miedos a salir de casa sola o por la noche, su inseguridad a caminar por algunas zonas, así como cierto sentimiento de culpabilidad, tristeza e ira. “Son síntomas propios de un episodio de trauma, sí compatible con una agresión sexual”, declaró esta experta.

Los forenses apreciaron un síndrome de estrés postraumático, “compatible con una agresión sexual o experiencia traumática”, manifestaron. En cambio, no observaron signo físico, más que una erosión en una pierna que, según uno de los doctores, no sería incompatible con sexo consentido. La víctima sigue en tratamiento.

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