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Acoso

Un 6% de los adolescentes pasa más de un año sufriendo ciberacoso, según un estudio

Los investigadores resaltan el devastador efecto de un ataque que llega "a cualquier hora, amplificado por las redes y cuyo rastro no se borra"

Una joven víctima de ciberacoso. EP

Un 6% de los adolescentes españoles es víctima estable de ciberacoso. Sobre todo las chicas. Es decir, que al menos son víctimas de forma constante de hostigamientos por medios tecnológicos durante los 13 meses que ha monitorizado de forma continuada un estudio de la Universidad Internacional de La Rioja (UNIR) que ha capitaneado el granadino afincado en Asturias, Joaquín González-Cabrera.

Cabrera, doctor en Psicología Social, dirige el grupo de investigación Ciberpsicología de la Universidad de la Rioja –de donde parte el estudio– y es uno de los expertos nacionales en conductas de riesgo asociadas a los usos de las nuevas tecnologías de las relaciones, la información y la comunicación.

En el análisis que se ha presentado ahora han participado 1.142 adolescentes españoles, entre ellos una muestra significativa de jóvenes asturianos. Y según dicha investigación la prevalencia de la cibervictimización alcanza a un 41% de las personas implicadas a lo largo de los 13 meses de estudio; "también hemos visto la incidencia de cuántos casos surgen a partir del primero, y vemos que uno de cada cuatro se sumerje en esa problemática, y también apreciamos los distintos perfiles, con mayor incidencia de sufrimiento y de pérdida de calidad de vida en las mujeres", explica González-Cabrera.

El estudio, dice, proporciona evidencia empírica del impacto del ciberacoso sobre la calidad de vida relacionada con la salud de las víctimas, sobre todo aquellas que lo sufren de manera estable. Lo que demuestra que "ser cibervíctima afecta a la calidad de vida de forma significativa", explica el experto.

El trabajo explora el perfil de la cibervictimización y clasifica a los participantes en "no involucrados", que son los que no han sido víctimas durante los 13 meses de estudio": son el 59% de los jóvenes de la investigación. Luego, entre quienes sí han sido víctimas, las hay víctimas nuevas (24%), víctimas intermitentes (6%) y víctimas cesantes –las que en esos 13 meses acaban por superar esa situación–, que son el 5%.

"La cibervictimización, como la victimización tradicional, es un proceso dinámico, cambiante. Los estudios habituales de prevalencia ofrecen una foto fija, pero esta es una foto en movimiento, a lo largo de 13-18 meses, y eso permite conocer mejor el fenómeno", explica González-Cabrera.

Bajo su perspectiva, "estos resultados apuntan a la posibilidad de que se esté infravalorando el número total de víctimas de ciberacoso, y ponen de manifiesto la necesidad de realizar estudios longitudinales que permitan conocer mejor la realidad de la convivencia en las aulas españolas con el fin de afrontar estrategias de prevención para acotar el problema", explica.

"Los estudios que se financian públicamente deberían tener diseños en los que los menores fuera evaluados a lo largo de un curso académico, al menos, y conocer la dinámica de estos procesos. Si bien es clave saber qué prevalencia de problema tenemos, lo es más saber cómo de estable es para quienes lo sufren, y poner las estrategias necesarias en marcha para reducirlo" agrega el investigador. Que recalca, además, el carácter tan lesivo que llega a tener el ciberacoso, más que el acoso tradicional, por su capacidad de prolongarse en el tiempo y en el espacio.

"El ciberacoso es una conducta violenta, repetida en el tiempo, donde hay asimetría de poder y donde lo que la hace singular es que se produce gracias a las ‘tric’ (tecnologías para la relación, la información y la comunicación). Y esa singularidad permite muchas cosas: permite que los problemas de acoso vayan más allá de los muros del colegio o del instituto; permite que se prolonguen más allá del ámbito temporal de la clase... Este es un fenónemo que puede manifestarse las 24 horas de los siete días de la semana; no se acota al tiempo del colegio, sino que se puede sufrir en fin de semana, en vacaciones, de día o de noche. Y eso es una presión enorme, hace que la víctima no se sienta segura nunca. Y luego está el efecto de eco que tiene, ya que un hostigamiento en un foro como puede ser wasap, instagram o donde sea, tiene una amplificación enorme que no tiene una interacción cara a cara", expone.

Quedaría añadirle "el efecto de inmortalidad. Porque la constancia de un acoso en las redes es muy difícil de poder borrar, muy difícil de eliminar, y eso puede perseguir al menor durante muchísimo tiempo. Por eso es más problemático el ciberacoso que el acoso tradicional. Pero es que además hay relación muy grande entre el que sufre acoso y el ciberacoso, así que eso lo amplifica todo. Alguien que es víctima y cibervíctima está realmente muy fastidida", detalla.

Respecto a las soluciones, González-Cabrera asegura que "un problema complejo nunca puede tener respuestas simples. Lo que es cierto es que la violencia se produce muchas veces porque hay alguien que lo refuerza". Y por eso "es necesario trabajar desde la acción tutorial, desde el departamento de orientación de los centros, desde la familias y desde la sociedad. Sobre todo, visibilizando estos problemas, generando más conciencia social y con tolerancia cero hacia la violencia entre iguales. Que se vea siempre que las conductas de acoso se ganan el rechazo social, para que el agresor no sienta nunca reforzada su conducta del agresor".

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