Entretienen, juegan, besan, acogen, acompañan, dan calor y cariño para amortiguar el daño y la adversidad: Laura, Rocío e Isabel son 'las otras madres', mujeres que cuidan a niños y niñas que viven privados de figura materna y demuestran que madre sí hay más que una.

El poeta dijo que nuestra patria es la infancia, en los primeros años están casi todas las claves y el apego y el cuidado edifican. Pero no todos los menores crecen con ellos: hay huérfanos, pequeños y pequeñas alejados de sus familias por diversas circunstancias... Pero también hay personas que les dedican su tiempo, su ánimo, su cariño y su alegría para compensar las carencias y el desamparo infantil.

Es el caso de Laura, que acompaña a menores hospitalizados que no tienen familia; de Rocío, mamá de acogida de urgencia; y de Isabel, que hizo de su casa hogar para un niño saharaui. Todas ellas tienen hijos biológicos y ejercen, al mismo tiempo, de figura de referencia afectiva y protectora con otros chicos y chicas.

"El amor nunca se acaba"

Laura llevaba años buscando un voluntariado de acompañamiento en hospitales. Su hija, que hoy "está estupenda", nació "muy enferma" y Laura quería devolver toda la ayuda que recibió entonces, lo que hicieron en el centro médico por ella y por su niña.

En esa búsqueda, dio con Mamás en Acción, una organización dedicada a acompañar a menores ingresados que están solos, de 0 a 18 años. Es difícil pensar que hay pequeños enfermos que pasan su estancia en un centro hospitalario sin ninguna compañía. "Tenemos una cultura mediterránea en la que la familia es fundamental y se nos hace inconcebible pensar que haya niños que puedan estar solos en un ingreso hospitalario, pero es la realidad. Y ahí estamos para que, dada esa realidad, ningún niño tenga que afrontarla solo", cuenta Laura en conversación con EL PERIÓDICO DE ESPAÑA, del grupo Prensa Ibérica.

Las personas voluntarias de la organización hacen una formación y pasan una prueba psicológica que las capacite para ejercer el acompañamiento. Laura asegura que la tarea es facilísima: "No sustituimos ninguna tarea sanitaria. Das tu tiempo y tu cariño. Piensas en lo que haría cualquier madre cuidando en esa situación: entretener, dar de comer, cambiar, hacer compañía, calmar un berrinche... Depende de los casos, no es lo mismo estar con un bebé con 15 días que con un niño de 17 años, cada acompañamiento tiene sus necesidades", cuenta.

Los supuestos son muy variados: pueden ser niños hospitalizados que procedan de centros de acogida, niños a cuyos padres se les haya retirado la custodia o de familias en "situación retadora", que ante ingresos prolongados no pueden llegar a todo.

Ella suele acompañar por las noches, aprovechando que necesita pocas horas de sueño.

"A lo mejor simplemente es hacer el turno de noche y te lo pasas con el dedo del bebé en tu mano, no es nada heroico, pero el caso es que no esté solo y si necesita algo, estés tú ahí para dárselo. Y no se te ocurra respirar porque se despierta, eres la sensación absoluta de seguridad para un pequeño, si en ese momento no te sientes realizada como persona, apaga y vámonos. Esto es lo más bonito que he hecho en la vida", confiesa.

Laura es voluntaria de Mamás en Acción, una organización que se dedica a acompañar a menores hospitalizados que no tienen familia. ALBA VIGARAY

Laura, periodista de profesión, afirma que este voluntariado que comenzó en 2019 le ha cambiado la vida y habla mucho de ello con su hija, que está en el origen de todo. "Como persona he cambiado profundamente y me gusta decirlo. Hacer las cosas a cambio de nada es un proceso muy transformador. Cuando antepones las necesidades de otro ser humano, te estás transformando a ti y al otro ser humano". El primer acompañamiento que hizo fue precisamente en el hospital donde estuvo ingresada su hija y siente mucha paz por poder dar tiempo, cariño y paciencia a otros.

"Estos acompañamientos te demuestran lo que dicen las madres con muchos hijos, que el amor es infinito, nunca se acaba. Y te das cuenta de las pequeñas cosas, a las que no damos valor las personas sanas y que vivimos en un entorno privilegiado, marcan la diferencia. Llevo el suficiente tiempo para darme cuenta de que hacemos mucho efecto, de que marcamos la diferencia: niños que a lo mejor tienen un diagnóstico complicado, mejoran. Están acompañados 24 horas, imagínate ocho hombres y mujeres dedicados a que un bebé esté en la gloria, estimulado sensorial y cognitivamente, leyéndole, cantándole...", continúa.

Aunque ella asegura que es una tarea facilísima, no es un camino de rosas porque hay que lidiar con la enfermedad y el dolor en la infancia, con la gestión del apego (una vez que los pequeños son dados de alta no vuelven a saber de ellos) e incluso con la muerte. La organización dispone de figuras que dan soporte emocional y psicológico para elaborar estas situaciones.

El bebé que Rocío tiene en acogida temporal se sujeta a su mano. ALBA VIGARAY

Señala Laura que en Mamás en Acción hay una frase que se pronuncia mucho entre las personas voluntarias, "me llevo más de lo que doy", una "verdad indiscutible" por cuanto se llevan de "cariño, agradecimiento, calidez y amor", por lo que la experiencia les enseña de "fuerza, resistencia y lucha".

Mamá de corazón

Dice la RAE que generosa es la persona que "obra con magnanimidad y nobleza de ánimo". Rocío responde a esa definición, es una supermamá, lleva el cuidado "en vena". Trabajadora social, llegó al acogimiento a través de su trabajo, se lo terminó llevando al "terreno personal" y se ha convertido, cuenta, en su vocación y su misión.

Cuando su pareja y ella se mudaron a una casa más grande, decidieron acoger de forma temporal a un menor. Tras obtener la idoneidad, lo que les ofrecieron fue el acogimiento permanente de una niña de 16 meses. La pequeña tiene hoy 12 años, es su hija, ya está en marcha en el proceso para adoptarla, una adopción abierta para que tenga todos los derechos a nivel familiar con la opción de que pueda seguir teniendo relación con su familia biológica.

Después llegó su hijo biológico, que ya tiene 9 años. Y cuando eran cuatro en casa, como trabajadora social conoció la situación de un pequeño que iba a tener que ingresar en un centro de menores porque su madre no iba a poder hacerse cargo de él porque su otra hija estaba hospitalizada. No había familias disponibles y Rocío decidió dar el paso: "Ni siquiera mi marido y mis hijos lo sabían. Cuando llegué por la noche a casa le dije 'ay, nene, que a lo mejor acogemos a otro niño'", recuerda. Estuvo con ellos dos años, con visitas y estancias con su madre. Mantienen la relación con el pequeño y la familia: "Desde entonces tiene dos mamás y un papá que no tenía".

Su afán por ayudar a niños y niñas en situaciones adversas la llevó a apuntarse a un programa de voluntariado en familia para sacar a niños de centros de acogida los fines de semana y durante las vacaciones. A través de este programa, han ido de vacaciones y pasado los fines de semana con una niña que ahora tiene 11 años.

No contenta con eso, ha llegado "la aventura de las aventuras": se han convertido en familia de acogida de urgencia, un programa de la Comunidad de Madrid para los niños de 0 a 3 años que no tienen familia o han sido separados de ella por distintas causas. Hasta que la administración solucione su situación, para evitar que vayan a una residencia, se les asigna una familia de urgencia.

"Cubrimos los tiempos de la administración y nos traemos al niño a darle nuestro años. Nuestra función es darle besos, abrazos y biberones. (...) Estamos mucho en esta misión de acoger a estos niños que por circunstancias han sido retirados. Somos su mamá y su papá de corazón este tiempo al 100 %", defiende.

Lo han sido para un bebé de dos años y medio y ahora están con otro de cuatro meses que llegó a sus vidas con solo 20 días. Reconoce que el momento de la separación es difícil, pero considera que más duro es saber que va a estar en una residencia yendo de la hamaca a la cuna.

"Es difícil la separación, pero cuando no lo coges como tuyo, es diferente. El problema del ser humano es que acogemos las cosas diciendo 'es para mí, va a ser mío para siempre'. Lo vivimos como que es prioritario darles ese calor y ese cariño por encima del daño que nos pueda generar a nosotros, porque también nosotros nos alimentamos del bien que le estamos dando. Estamos intentando paliar un poco ese daño, que dentro de la trayectoria que ellos tienen que pasar, se vayan llenos de amor porque al final será más fácil romper la cadena y haremos adultos sanos", considera.

Rocío dice que es "mamá de corazón" del pequeño que tiene en acogimiento temporal. ALBA VIGARAY

Rocío reconoce que no tiene la "varita mágica" para borrar el sufrimiento y la adversidad que tienen que afrontar los menores solos, pero sí puede ofrecerles amor y compensar ese daño haciéndoles sentir queridos, abrazados y protegidos.

"Al final, lo bonito es que aprendes a amar incondicionalmente y cuando das amor incondicional, dejas de medir la vida, venimos aquí para dar. (...) Nos centramos en las cosas de la crianza, el alimento, las vitaminas, pero si el cuerpo no tiene reservas de amor, el cuerpo muere por mucha medicina que le pongas. Esa es nuestra misión", concluye Rocío.

Y resuenan aquellos versos de Pedro Casariego Córdoba: "Ojalá vendieran bocadillos de amor. Nadie querría bocadillos de jamón si hubiera bocadillos de amor".

Una familia saharaui para toda la vida

Isabel también es madre, tiene cuatro hijos y vive con su familia en Alcobendas y también sabe lo que es el acogimiento temporal, aunque uno diferente.

Hace unos años, en una revista local, leyó un llamamiento para albergar a niños y niñas saharauis en verano: cada vez menos familias se presentaban voluntarias. Isabel se quedó "con la coplilla" y lo planteó en casa. En un primer momento, sus hijos fueron reticentes, pero finalmente decidieron apuntarse y hacer todo el papeleo. Su marido, que se acababa de prejubilar, fue clave para solucionar los trámites.

Se les asignó una niña saharaui, pero la pequeña no viajó finalmente. En su lugar, llegó a sus vidas un niño de 10 años. "Fue muy especial porque era la primera vez que salía de los campamentos y todo era nuevo para él", recuerda.

Isabel, madre de cuatro hijos, se apuntó al programa para convivir en verano con un niño saharaui. IMAGEN CEDIDA

Fue un verano con sus luces y sus sombras, confiesa. "Fue un aprendizaje para todos" porque el pequeño no conocía el idioma y el choque cultural era muy fuerte. El primer mes, de adaptación, fue difícil. El segundo, mucho mejor. Viajaron de vacaciones a Asturias, todo le resultaba sorprendente.

Isabel indica que la experiencia fue buena para todos. Para el pequeño, por la oportunidad de conocer otros lugares y formas de vida, por salir de un verano con jaimas a 50 grados. Para la familia de Isabel porque el contraste de conocer las circunstancias en las que viven otras personas ayuda a valorar lo que se tiene.

"Estamos muy contentos de la experiencia, aunque fuera complicada en algunos momentos. Luego te da mucha pena cuando el niño se va, aunque ellos estén contentos de volver a su casa, vuelven llorando. Aprendió muy rápido, era un niño muy espabilado. Y ya es una familia saharaui que tenemos para siempre", finaliza.

Este domingo es el Día de la Madre. La publicidad, las flores, las comilonas familiares lo recuerdan. Pero hay niños y niñas que viven sin madres, que las han perdido o que las tienen lejos. En ocasiones desamparados o desprotegidos. Suerte de las Lauras, las Rocíos y las Isabeles que cuidan sin esperar nada a cambio.