Doce años. Esa es la edad que tienen, de media, los adolescentes cuando se inician en el consumo de pornografía. Una etapa en la que la gran mayoría se encuentran todavía terminando los estudios de Primaria, o acaban de entrar al instituto. Además, cerca del 70% aseguran que acceden a este tipo de contenidos de manera frecuente.

Los datos, facilitados por el Colegio Oficial de Psicología de la Comunidad Valenciana (COP) de acuerdo con un observatorio de Save The Children, reflejan que el primer contacto con material pornográfico se produce a edades más tempranas a medida que avanza el uso de la tecnología en los menores. Además, según apuntan fuentes consultadas por INFORMACIÓN, la edad de iniciación podría ser aún menor, teniendo en cuenta que, durante la pandemia, el uso de los dispositivos tecnológicos por parte de los niños y niñas se disparó.

Chelo Claramunt, psicóloga y sexóloga del COP, advierte de que uno de los mayores riesgos que presenta este acceso temprano a contenidos para adultos es "que se está llevando a cabo una sustitución de la educación sexual integral, tanto en los hogares como en las escuelas". Apunta que los jóvenes "buscan conocer a través de medios como el porno" lo que les supone "adquirir una visión mucho más distorsionada de la realidad".

La especialista señala que la pornografía "presenta una idea irreal de lo que es la sexualidad", donde el papel de la mujer "queda relegado al de mero objeto, únicamente planteado para satisfacer el impulso sexual de un hombre dominante". Además, destaca que las prácticas que habitualmente se muestran en este tipo de contenido "no siempre son consentidas o consensuadas con la pareja" así como que fomentan "mitos y falsas creencias".

En este sentido, Claramunt alerta de que el consumo de pornografía a edades tan tempranas puede llevar a desarrollar multitud de problemas a los jóvenes: "Se muestran estándares falsos sobre el tamaño del miembro masculino o el rendimiento en materia sexual que pueden derivar en graves problemas de autoestima". La psicóloga también advierte de que, si el único acceso a la educación sexual es a través de los contenido para adultos, "los chicos se hacen a la idea de que las mujeres siempre están disponibles y que, aunque digan que no, no pasa nada o en realidad quieren decir que sí".

En este sentido, Claramunt considera que existe una relación clara entre el aumento del consumo de contenido pornográfico en los jóvenes y las numerosas agresiones sexuales llevadas a cabo por menores de edad que están repitiéndose en los últimos meses por todo el territorio nacional.

Móvil propio

La inmensa mayoría de los menores (más de un 90%) accede a este tipo de contenidos a través de páginas web gratuitas que visualizan en sus teléfonos móviles.

Por ello, los expertos apuntan hacia dos vías fundamentales para combatir este problema: control a la publicidad y mayor vigilancia del uso de la tecnología.

Varios psicólogos consultados por INFORMACIÓN, del grupo Prensa Ibérica, han señalado que los menores tienen su propio teléfono móvil cada vez a edades más tempranas, lo que supone "una ventana a un mundo lleno de peligros" que, en muchas ocasiones "escapa del control de las familias".

En este sentido, apuestan por tratar de "alargar al máximo" la edad a la que los niños y niñas obtienen su propio dispositivo, aunque comprenden que la presión social de los demás compañeros de clase puede ser determinante a la hora de elegir el momento: "Lo ideal es que no tengan teléfono hasta los 14 y que, después, hasta los 16 hagan un uso limitado y controlado por las familias de sus dispositivos", señalan.

Publicidad online

El otro aspecto que podría ayudar a revertir esta tendencia es, según los expertos, la regulación de la publicidad online. Algo que ya ocurre con otros productos que pueden conllevar riesgos para sus usuarios, como las bebidas alcohólicas o los juegos de azar, y que cuentan con diferentes regulaciones dependiendo del ámbito en el que se publiciten. 

En cuando a los anuncios online de pornografía, los psicólogos señalan que "pueden estar en cualquier parte", desde páginas para adultos a redes sociales o incluso en los juegos y aplicaciones móviles y consideran que es "una de las principales entradas al mundo de la pornografía", especialmente en el caso de los menores de edad.

Además, señalan que, por norma general, estos anuncios "agrandan aún más los mitos difundidos por la pornografía" y que muestran todo tipo de prácticas, conductas y vocabulario irreales e inapropiados que pueden llevar a confusión a los jóvenes. Según el citado estudio, más de un 60% de los encuestados confesaron querer poner en práctica lo que habían visto en el contenido pornográfico al que habían accedido, mientras que más de la mitad defiende que los vídeos para adultos aportan ideas que pueden llevar a cabo en sus propias experiencias sexuales.