Nagore de Arquer es lo que se conoce como "desistidora" que, para quienes no estén muy metidos en este metalenguaje, es aquella persona que da marcha atrás en un proceso de cambio de sexo antes de comenzar a hormonarse. Una vez que se da ese paso el término cambia a "destransicionar". La ovetense no llegó tan lejos. Durante un tiempo de su vida, a los quince años, se consideraba trans. Llegó a decírselo a sus padres. Un "shock". E inició la metamorfosis, pero por el camino social. Sin llegar al cruce de las hormonas. "Con quince años quería ser un chico", asegura. Al menos, esa fue la idea que le metió en la cabeza su psicóloga debido a sus rasgos más masculinos que el resto de sus compañeras de clase. Esa fue la razón por la que, además, sufría "bullying" en el colegio. Y emprendió el camino. Pero al poco de empezar cambió de idea.

De Arquer, que reside en Oviedo y estudia Psicología, es la coautora del libro "Mamá, soy trans. Una guía para las familias de adolescentes con conflictos de género". Se trata de un manual para ayudar a familias con hijos que se declaren transexuales. Los otros autores son José Errasti, profesor titular de la Facultad de Psicología de la Universidad de Oviedo, y Marino Pérez, Catedrático de Psicología.

Cuando se dio cuenta de que ya no quería cambiar de sexo empezó a hacer activismo a través de las redes sociales. Fue ahí donde entró en contacto con José Errasti y vieron que las ideas de ambos encajaban. Ambos tenían una visión muy similar de este problema. De aquella, allá por 2020, ya estaba estudiando la carrera de Psicología en la Universidad de Oviedo. "Comencé a relacionar los conocimientos de psicología que ya tenía con mis propias vivencias, con lo que lo que he plasmado en el libro es una vivencia muy práctica. Me he relacionado también con familias que han vivido esto y he estado siguiendo de cerca la creación de Amanda (la asociación de madres de hijas adolescentes con disforia de género de inicio rápido)", asegura. Fue ese activismo el que llamó la atención de los otros dos autores del libro y profesores de psicología. "Como estoy dentro del mundo ‘queer’ (otra piedra en este metalenguaje, ahora el término hace referencia a alguien que tiene una identidad sexual o de género que no se corresponde con lo socialmente establecida) podía conocer los términos e incluso conocer de primera mano cómo lo vive una niña", asegura.

La siguiente pregunta ya la ha dejado en bandeja porque De Arquer cuando le dijo a sus padres que quería ser trans solo tenía quince años. Así que, ¿cómo lo vive una niña? "Yo quería ser un chico, fue una idea que me transmitió mi psicóloga porque tenía un aspecto más masculino, no me gusta maquillarme, no me gustan los vestidos, ni las faldas, me gusta vestir como un chico entrecomillas", asegura. En una de esas sesiones psicológicas llegó la pregunta: ¿No quieres ser un chico? "Rechazaba mi cuerpo por el ‘bullying’ que me habían hecho durante muchos años de mi vida en el colegio. La psicóloga en vez de solucionar los problemas de acoso que había sufrido me dio la solución de una transición hormonal médica", asegura. La idea estaba sobre la mesa y se la tomó muy en serio, tanto que "llegué a obsesionarme, en las redes sociales te dicen que si tú piensas que eres trans automáticamente lo eres. Con quince años si estás sufriendo y te presentan una solución como si fuera la definitiva te la crees".

Las redes sociales tienen una influencia decisiva sobre las decisiones de aquellos que están dudando sobre si dar el paso y cambiar de sexo. Ese es uno de los capítulos principales del libro. "Es muy fuerte que a una chica de quince años se le presente que las dobles vasectomías en los pechos la van a hacer libre y feliz al fin. ¿Qué chica de quince años está a gusto con sus pechos? En las redes sociales hay ideas muy sexistas, como las que te dicen que, si te gusta ponerte sudadera, el pelo corto o tener un aspecto más masculino y rechazas los vestidos y el maquillaje eres trans. ¿Quién no va a caer?", resalta.

Tras aquella sesión con la psicóloga De Arquer comienza un proceso de transición social. Lo primero que hizo fue comunicárselo a sus padres. Cayó como una bomba. "Mis padres no se lo veían venir, nunca he sido femenina pero nunca he rechazado mi cuerpo como se dice que lo rechazan las personas transexuales desde pequeñas. Para mi madre, sobre todo, fue una bomba porque me ha criado con la idea de que podía hacer lo que quisiera con mi vida y tu cuerpo no está mal por ello. De aquella no había una asociación Amanda a la que pudieran acudir, estaban muy solos", explica. La vía de escape que encontraron fue la de sacarla de la psicóloga.

Estuvo unos cuantos meses sin ir a terapia, hasta que dio con otra profesional que sí que le ayudó a afrontar sus problemas previos y su malestar fue disminuyendo. Aflojando. Y cuando conoció a Errasti todo cuadró. "En realidad fue suerte, fue dar con las personas adecuadas en el momento adecuado", destaca. En aquella primera sesión con la nueva psicóloga lo primero que le dijo De Arquer era que era trans. "Ella me respondió, muy bien eres trans, pero dime la razón por la que estás aquí, dime cuáles son los problemas que te han traído aquí", resalta. El enfoque del camino cambió. De aquella tenía 16 años. "Cada persona necesita su propio proceso, yo necesité dos años de terapia. Fue un cambio de visión de mí y de mejorar mi autoestima", asegura. Así dejó de considerar la terapia hormonal como "algo completamente necesario".

Ese activismo que hace ahora en redes sociales asegura que le ha costado que sus propios compañeros "la acosen por mis comentarios en redes sociales y han amenazado con darme palizas". Ahora su objetivo es el de dedicarse a la terapia para personas que quieren "destransicionar". Otra vez el metalenguaje. Aquellas que se arrepienten de haber dado el paso y comenzar a hormonarse. Amanda, la asociación de madres maneja unos quinientos casos así en toda España (poquitos en Asturias). Todos duramente influenciados por las redes sociales, especialmente por TikTok. Rechaza la ley Trans porque niega el acompañamiento psicológico.