La misma lluvia fina que puntea el visor de nuestra cámara es una bendición que permite respirar quienes vieron las llamas devorar el paisaje asturiano. Hasta 136 focos activos hubo en los peores momentos de la oleada, alentados por vientos imposibles y altas temperaturas. Un panorama desesperado que destruyó también parte del Naranco y que llevó al presidente del principado a emplear a emplear el término de terroristas para calificar a los causantes de los fuegos. Casi todos fueron provocados, pero de momento solo ha habido un puñado de identificaciones y varias denuncias, sin detenciones.

Ahora, al menos, ya solo con la la lluvia es suficiente para refrescar el terreno, con suavidad.

Y Asturias entera confía en que su clima de siempre les libre de otro desastre.