"Tantos años después no lo hubiera reconocido de ninguna manera", admite José Berral. «Pero en la residencia Fontsana Son Armadans de Palma, donde los dos habíamos coincidido sin saberlo, un día le escuché hablar de nuestro pueblo, de Herrera, en Sevilla, de la calle Villalba donde ambos crecimos y vivíamos puerta con puerta. Y me quedé completamente pasmado con lo que me estaba ocurriendo, comprendí en ese instante que estaba hablando con Narbona, como llamábamos entonces a mi amigo de la infancia Antonio Belman. Y en ese momento me presenté, le dije que yo era José, el hijo de la Carmen, porque nuestras madres eran también muy amigas. Y así se produjo nuestro increíble reencuentro", explica.

José Berral, de 94 años, y Antonio Belman, de 92, son amigos desde la infancia, ambos nacieron en el pueblo sevillano de Herrera y se vieron por ultima vez cuando José tenía 19 años y Antonio 17. Su historia no tendría nada de particular si no fuera por su increíble reencuentro en Mallorca tras 75 años sin verse ni saber absolutamente nada el uno del otro. 

Ha sido la residencia de mayores Fontsana Son Armadans la que ha dado a conocer este reencuentro de dos amigos que nacieron y crecieron en la misma localidad, pero que perdieron el contacto y, sin saberlo, ambos acabaron viviendo y formando sus familias en Mallorca.

"De niños nos veíamos cada día, compartíamos todo. Yo iba a su casa y él a la mía", rememora Antonio Belman. "Jugábamos a fútbol en la calle con una pelota de trapo. A mí se me daba bastante bien. Jugaba de delantero y me hubiera gustado ser futbolista", recuerda con una sonrisa. "Cuando crecimos también empezamos a trabajar juntos en el campo, en la recolección de la uva y la alcachofa. Encontrarnos en la residencia ha sido una sorpresa tremenda", admite.

José Berral y Antonio Belman Residencia Fontsana

La amistad de José Berral y Antonio Belman se interrumpió en 1948, cuando José abandonó el pueblo junto a su padre viudo, y sus seis hermanos, en busca de una vida mejor en Mallorca. 

Vivió en la Porta de Sant Antoni de Palma y trabajó como vidriero en el barrio de Santa Catalina. Estuvo casado "67 felices años" y tuvo dos hijas y tres nietos, dos de ellos ingenieros, lo que le llena de orgullo. Nunca supo que su paisano del alma, Antonio, había seguido sus pasos unos años después, y que también había formado una familia en Mallorca con su novia de toda la vida, con la que tuvo tres hijos. Aunque empezó trabajando en la construcción como maestro de obra, con la crisis se hizo camionero y recorrió durante años las carreteras de España y Francia.

José Berral y Antonio Belman entraron en la residencia Fontsana al enviudar. Y ahora, tras su reencuentro, no se separan, rememoran episodios de su juventud, se cuentan vivencias de los 75 años en que estuvieron separados y juegan al dominó casi cada día

"Todavía no hemos tenido tiempo de contarnos todo", relata Antonio Belman. "Pero aprovechamos las horas tras nuestro reencuentro para hablar mucho de la familia, para recordar vivencias de la juventud en Herrera, cuando compartíamos todo, juegos en la calle y también trabajo. Y también aprovechamos para echar un dominó por las tardes", comenta. "Si encontramos otra pareja, jugamos los cuatro. Y José maneja muy bien el dominó en parejas", comenta dedicando un gesto cómplice a su amigo.

Antonio Belman se dirige a los periodistas que le rodean y también bromea con ellos. "Supongo que de todo esto recibiremos una propinilla, ¿verdad? No es que pasemos necesidad, pero nos vendría bien recibir algo por lo que contamos", comenta con guasa mirando divertido a los familiares que le rodean.