Diario de Mallorca

Diario de Mallorca

Contenido exclusivo para suscriptores digitales

Jorge el pediatra

Rabietas

Las rabietas se calman hacia los tres años. | NATALIA DERIABINA

Queridas familias, ¿Qué tal la entrada de año?

Hoy os propongo un fascinante tema, el de las rabietas. Estamos acostumbrados a pensar en niños cuando se escucha esta palabra, y, de hecho, hablaré sobre ellos, pero la rabieta, per sé, es una reacción descontrolada ante algo que no nos gusta, que se vive como una gran frustración, encontrando en los gritos y el llanto una válvula de escape. Cuando esto se da en los adultos o adolescentes, podemos decir que no es muy normal, ya que la vida nos tendría que haber enseñado a manejar ciertas situaciones indeseadas sin tener que llegar a tan desagradable momento.

¿Cuál es la gran diferencia entre estos actos en adultos y adolescentes frente a un niño?

Pues que en los peques son actos normales, nada patológicos, que forman parte del desarrollo.

¿A qué edad aparecen?

Pueden tener ya sus coletazos sobre los 15 meses de vida, alcanzando el pico a los 2 años de edad, para luego ir calmándose hacia los 3. Si el niño o la niña continúan con rabietas a los 4 años, esto ya no se consideraría normal, requiriendo la ayuda de psicología infantil o familiar.

Supongo que la mayoría de vosotros habéis sido testigos de una rabieta, bien en vuestro ámbito familiar como de una familia desconocida, por ejemplo, la clásica en medio del supermercado. Cierto es que el peque está sufriendo, tirándose al suelo, lanzando las cosas que tenga a su alcance, gritando, llorando, y, en ocasiones, golpeándose la cabeza contra el suelo…

¿Por qué suceden?

Digamos que el precioso bebé que estaba quietecito, que no decía nada, al que le iba todo bastante bien, alcanza una edad de «autodeterminación» donde se ve bastante independiente, y al que ciertas respuestas de los padres no les convencen en absoluto. Y para demostrarlo montan «el pollo».

¿Esto sucede en todos los niños?

No, algunos nunca tendrán rabietas, pero muchos sí.

¿Qué podemos hacer?

Es importante «ignorarlos» pero siempre vigilando que no se hagan daño, que están teniendo la pataleta en un lugar seguro. Incluso, si estamos en casa, podemos ir a otra habitación esperando a que se le pase. Si sucediera en un lugar público, llevadle con suavidad a un lugar calmado y seguro, como el coche, y con mucha paciencia esperar.

Cuando vaya reduciendo la intensidad , sed empáticos, «¿ya estás mejor?», «¿quieres un abrazo de oso?», «ahora si te puedo explicar por qué te has enfadado». Nunca le digáis cosas del tipo «mira tu hermano lo bueno que es, nunca se enfada», «ya no te quiero», «que feo te pones cuando lloras». Estas frases negativas sólo empeoran su estado anímico, no ayudan.

¿Por qué ignorarlo?

Porque, sin ellos saberlo, buscan la atención del adulto, cuando se dan cuenta de que no tienen testigos, bajarán revoluciones.

¿Se pueden evitar o prevenir?

Claro que se puede, al menos intentarlo. Ejemplo, antes de salir de casa: «¡Venga, ponte los zapatos rápido que nos vamos!» Ante esta frase puede que nuestro joven guerrero piense «¡que te den! No me los pongo» y active la rabieta. Si le decimos: «Cariño, si te pones los zapatos podremos ir al parque a jugar», el pequeño guerrero pensará: «esto mola, me los pongo». Digamos que la forma en la que hablemos influirá mucho en el modo de reacción. Otro ejemplo, si sabemos que tenemos que pasar delante de una tienda de chuches, busquemos otro camino alternativo, así habrá menos posibilidades de tener otro «pollo».

En definitiva, son procesos normales, fisiológicos, que requieren de paciencia y mucho cariño.

Si necesitáis algo por parte del equipo de Espacio Jorge el pediatra nos podéis contactar por WhatsApp 667719202.

Os deseo lo mejor para este año.

Compartir el artículo

stats