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España Vaciada

La 'desertización', un riesgo que acompaña a la despoblación

Un estudio revela que el 17,5% de la España rural sufre simultáneamente problemas de baja natalidad y de “aridez” de la tierra por abandono del campo

Un hombre trabaja en una finca de una aldea de Lugo en semiabandono. Eliseo Trigo

En la llamada “España vaciada” al riesgo evidente de la despoblación se suma otro emergente, el de la aridez y la desertización acentuadas por el cambio climático. Este escenario donde se combinan ambas circunstancias ya es una realidad en el 17,5% de la superficie rural del país –Castilla-La Mancha y el sur de Castilla y León y Aragón–, pero amenaza con extenderse también al resto de las áreas con escasa densidad de población –el 29% de la España rural–, ya que el abandono de la tierra aumenta su predisposición a la erosión del suelo, su vulnerabilidad a los procesos de agostamiento y la propagación de incendios.

Estas son las conclusiones de estudio elaborado por la Fundación la Caixa y la Universidad Autónoma de Barcelona, que si bien excluye a Galicia del mapa de aridez, sí la señala dentro de ese 29% del país afectado por la despoblación y manda aviso de que también puede verse perjudicada por la desertización del suelo. En el caso de la comunidad, la “Galicia vaciada” estaría conformada por casi toda la provincia de Ourense, la parte más oriental de Pontevedra y la franja fronteriza de Lugo con León y Asturias –casi una cuarta parte del territorio–.

La razón de esta amenaza es que la desatención de la tierra, aun de la fértil, incrementa su fragilidad. Eso concluyen los autores del análisis cuando sentencian que “el abandono de las actividades agropecuarias extensivas y forestales aumenta la sensibilidad del territorio a los impactos del cambio climático”. “Dejar desatendidos los pastos y los bosques contribuye a la erosión de los suelos y aumenta su vulnerabilidad a la desertización, a la homogeneización del paisaje y a los incendios”, se advierte en el estudio “La España desertificada”.

Los problemas crecen si se considera, como hacen los promotores del análisis, que el riesgo simultáneo de la desertización y la despoblación aumenta en las “zonas rurales remotas” –las menos densamente pobladas, con usos predominantemente agrícolas y poco conectadas–, una condición que comparten amplias áreas del medio rural gallego. De hecho, según los cálculos de la investigación, si únicamente se considerasen estas zonas, el porcentaje del territorio en doble riesgo de despoblación y desertización subiría del 17,5% al 23,3%. En sentido contrario, el dato bajaría al 11,2% en las áreas agrarias consideradas “accesibles”, las conectadas con los centros urbanos.

Según el estudio, además del 29% de la España rural que tiene una alta tasa de despoblación, otro 45% ya presenta problemas de aridez.

El estudio trata de aproximarse a las interacciones poco exploradas en España entre la despoblación y los impactos del cambio climático y resalta que estos, de acuerdo con la literatura disponible, apuntan “claramente al manifiesto avance de la desertificación en nuestro país y a su relación con la intensificación de la agricultura, y también con su abandono”. Porque, llegados al capítulo de los remedios, refulge la activación del desarrollo rural para salvar el campo, pero también la aclaración de que no todas las soluciones de este ámbito “son necesariamente deseables desde un punto de vista ambiental. La intensificación agropecuaria, como las macrogranjas de cerdos, por ejemplo, puede contribuir al desarrollo económico, pero también hace aumentar el riesgo de sobreexplotación y de contaminación de los recursos hídricos, disminuyendo así la resiliencia del territorio y de su población a periodos de sequía”.

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