¿Te quedas a gusto después de decir una palabra malsonante? ¿Sientes la necesidad de usar el prefijo 'puto' o 'puta' en casi cualquier palabra para intensificar su significado? ¿Eres consciente de que insultas hasta al televisor? Pues que nadie te llame ni vulgar ni malhablado, porque tiene todo el sentido que lo hagas.

Lo asegura un trabajo publicado en la revista Lingua, que revela que los tacos producen "un medio excepcionalmente poderoso de expresión emocional y de lograr relaciones interpersonales, tanto positivas como negativas". Además, ayudan a la persuasión y credibilidad de tus mensajes.

A día de hoy, las palabrotas más reconocibles, según los autores, suelen caer en una de tres categorías principales: religión; sexo y partes sexuales del cuerpo (como follar o coño); y palabras relacionadas con las excreciones corporales (por ejemplo, mear o mierda).

Beneficios comprobados de blasfemar

En el trabajo publicado en la revista Lingua, los autores han comprobado otros beneficios. Por ejemplo, blasfemar muestra fuertes vínculos con la emoción, tanto a nivel catártico como expresivo. Quienes las dicen perciben que contiene fuerza emocional, algo que puede venir bien según el tipo de conversación que estemos teniendo. Además, en estudios de laboratorio se ha mostrado que produce excitación emocional.

También pueden procesarse de manera diferente en el cerebro en comparación con otras actividades del habla y producen un mayor recuerdo en la memoria. Por lo general, requieren más atención y procesamiento cognitivo que otros estímulos lingüísticos. Y hasta hay estudios que indican que producen un aumento de la frecuencia cardiaca.

Un beneficio menos obvio de blasfemar es su efecto hipoalgésico: aumenta la tolerancia al dolor y su umbral. Los autores del trabajo también señalan que incrementa el poder y la fuerza en las tareas de actividad física.

Los improperios más usados en España

Muchas de estas palabras malsonantes son insultos. Pues gracias a un trabajo liderado por Jon Andoni Duñabeitia, director del Centro de Ciencia Cognitiva de la Facultad de Lenguas y Educación de la Universidad Nebrija, y María del Carmen Méndez Santos, profesora del Área de Lingüística de la Universidad de Alicante, sabemos que gilipollas, imbécil y cabrón/cabrona son los improperios más frecuentes en España. Completan el 'top 10' subnormal, hijoputa/hijaputa, tonto/tonta, idiota, puto/puta, capullo/capulla y payaso/payasa.

A raíz de la participación de más de 2.500 personas de todas las comunidades autónomas de España, lograron recoger más de 8.000 insultos que los autores clasificaron por su frecuencia de uso, la edad, el origen y la identidad de género de los hablantes. Muchos eran regionales. Un mamarracho, tontolaba, carapijo o borinot (pardillo en catalán), no se dice en todas partes. ¿Gilipollas? Eso es universal.

"A final, entendemos que es una cuestión de globalización del español. Todos estamos viajando por diferentes comunidades autónomas y hemos interiorizado bastante los insultos en nuestro discurso", asegura el investigador Jon Andoni Duñabeitia.

Una acción violenta, pero no tanto

El director del Centro de Ciencia Cognitiva de la Facultad de Lenguas y Educación de Nebrija explica que en España se dicen más insultos que en otros países de habla inglesa. ¿Por qué? "Hay muchas explicaciones, dependiendo del área de estudio desde que el que uno se sitúe. Desde la Psicología y la Neurociencia, el insulto funciona como una pequeña válvula que libera presión de esa olla a presión emocional que somos todos. Ante determinados momentos con carga emocional, estrés o acontecimientos que no esperábamos y que tienen un carácter negativo, reaccionamos con esto ante una primera respuesta de esta manera violenta, pero muy aceptada", explica.

"Es mucho más fácil decir un insulto que dar un golpe encima de la mesa, y nos viene bien para canalizar esa energía negativa hacia fuera sin hacer hacer demasiado daño a nadie", prosigue. "Al final estamos tocando sistemas del cerebro que tienen relación con emociones profundas, mientras que el lenguaje convencional funciona a otro nivel, tanto para el que lo dice como el interlocutor". Por eso, asegura, "no existe el insulto gratuito".

La coprolalia, el síntoma más confuso del Síndrome de Tourette

La coprolalia es uno de los síntomas más confusos del Síndrome de Tourette. Es la expresión involuntaria de palabras obscenas, socialmente inapropiadas o comentarios despectivos, que implica que algunos pacientes encadenen un taco tras otro sin poder evitarlo. También hay ejemplos que incluyen referencias a las áreas genitales, excrementos y actos sexuales, según la Asociación Americana de Tourette. Jon Andoni Duñabeitia explica que se trata de un tic más de las personas que padecen este síndrome.