El término 'Generación de Cristal' fue acuñado por la filósofa Montserrat Nebrera para describir la fragilidad emocional que, en su opinión, tenían los adolescentes y jóvenes. Ahora, muchos de ellos están resignificando esta etiqueta. Si ser de cristal implica mostrarse intolerantes o rechazar comentarios a las minorías, o negarse a aceptar puestos de trabajo de condiciones indignas, entonces sí lo son.

La Fundación SM, a través del Observatorio de la Juventud en Iberoamérica, ha querido averiguar cómo se sienten los jóvenes de entre 15 y 29 años ante este término. Para ello, lanzaron una encuesta flash que ha concluido con el estudio 'Generación de Cristal. Más allá de la etiqueta'. Ariana Pérez Coutado, responsable del Observatorio de la Juventud de SM e investigadora, ha explicado cómo esa expresión se ha utilizado para definir a una generación protegida en exceso por sus familiares, con poca tolerancia hacia la crítica y frustración, y que necesitan reconocimiento contante por falta de autoestima a la hora de tomar decisiones.

Con esa descripción, es lógico que las personas jóvenes se sientan algo criticadas. Pero "esta etiqueta no tiene una base teórica que podamos analizar de manera más concienzuda y exacta. Y precisamente por su inexactitud, está abierto a opiniones", ha señalado. Por eso, uno de cada dos jóvenes piensa que es un término adecuado para explicar su postura crítica ante las injusticias del mundo, y por su sensibilidad hacia problemas sociales y de salud mental y emocional, mientras que dos de cada tres lo interpretan desde una perspectiva más negativa, como una crítica hacia ellos elaborada desde el mundo adulto. "Que el 65 por ciento de ellos se hayan acostumbrado a vivir con la incertidumbre -como recoge el estudio- muestra que tienen más valentía que fragilidad", ha defendido también Maite Ortiz, directora global de la Fundación SM.

La meritocracia sigue arraigada

Otro punto que esta encuesta ha dejado patente es que la idea de meritocracia sigue enquistada en la sociedad. Hasta un 64% de los jóvenes sigue creyendo que esforzarse es una garantía para lograr sus objetivos en la vida, y un 61% considera que la mayoría de los y las jóvenes tendrían que esforzarse más, en lugar de culpar a la sociedad por impedirles alcanzar sus objetivos.

Por lo general, hay un temor a no cumplir las expectativas de su familia o amigos. El sentimiento se eleva hasta el 61% en el caso de los jóvenes de clase media baja/baja respecto a la media (49%), que parece menos preocupada. Begoña González, estudiante de Psicología, explica que "parte de las expectativas de los padres viene de lo que ellos consideran que es mejor y que va a funcionar". "Los jóvenes están frustrados porque les están pidiendo algo que no está funcionando y que no responde al mundo. Eso genera incomprensión y falta de comunicación entre generaciones", argumenta.

Ana Hwe, profesora de Música de Educación Secundaria, señala que sus padres se llegaron a creer eso de la meritocracia; de que si eras la mejor en lo que podías ofrecer te iría bien. "En mi caso, la presión de las expectativas ha llegado más tarde, cuando he tomado decisiones académicas y he elegido en qué me quiero especializar. Pero no había trabajo. Entonces viene la pregunta de por qué no te has hecho economista o abogada. Es una presión para la que no estoy preparada porque yo también me creí que valía para algo concreto. Ahora es cuando tengo esa sensación de que me he equivocado y de que no estoy a la altura de lo que se espera de mí. Ni siquiera sé si soy competente en mi campo ya que no puedo trabajar de ello", cuenta.

Un momento difícil

"Lo cierto es que los jóvenes se están dando de bruces contra una situación socioeconómica muy compleja para ellos. España es de los países de la Unión Europea con una emancipación más tardía, que ronda los 30 años. Los datos de paro juvenil también están ahí. Con todo, cómo no vamos a entender ese sentimiento de frustración que están mostrando", ha reflexionado Pérez Coutado.

Una explicación, dice, es que a los jóvenes le está costando más seguir modelos de vida lineales y de progresión ascendente que quizás eran más manifiestos en las generaciones anteriores, como la transición a la vida adulta, el paso de los estudios al trabajo o la construcción de un hogar familiar. Lograr todo eso es cada vez más inalcanzable, pero parce que no llegan modelos alternativos. De ahí que la mayoría (el 62%) crea que las generaciones anteriores tuvieron más facilidades para progresar socialmente que ellos ahora.

Sensibles y orgullosos

Explican las responsables de este trabajo que las generaciones más jóvenes son más sensibles hacia los problemas sociales y de salud mental pero es que, además, están orgullosas de serlo. Ya no toleran tanto los chistes que ridiculizan a las minorías, aunque aquí hay una distinción de género: en general, los rechazan el 64 por ciento, pero el porcentaje se eleva hasta el 75 en el caso de las chicas. Puede ser porque ellas han sufrido más emocionalmente (63%) por comentarios que les han hecho que los chicos (54%). De ahí que ellos piensen más (el 71%) que la sociedad es demasiado sensible, frente al 50 por ciento de ellas.