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En Barcelona

Narcopisos y toxicómanas: "Preferí abrir las piernas a recibir una paliza"

Eva y Cristina revelan a EL PERIÓDICO cómo es un narcopiso por dentro, un lugar en el que puede pasar "de todo" y en el que ser mujer incrementa el riesgo de sufrir palizas y violaciones

Eva. Ferran Nadeu

Eva tiene 42 años y nació en EslovaquiaCristina tiene 38 años y nació en Rumanía. Las dos malviven en el Raval de Barcelona, prostituyéndose para poder comprar droga. Las dos han frecuentado narcopisos durante los últimos años. Cristina aún lo hace. Eva, ahora que trata de desengancharse, asegura que los evita porque en su interior puede pasar de todo. Sobre todo si eres mujer. Ambas han aceptado sendas entrevistas a cara descubierta con EL PERIÓDICO, del grupo Prensa Ibérica. Quien primero habla es Eva.

¿A una mujer la tratan bien en un narcopiso? 

Depende. Pasa de todo. Hasta lo peor. Pero por mi seguridad no puedo dar detalles.

 ¿Hay traficantes que se aprovechan del síndrome de abstinencia de las mujeres para abusar sexualmente de ellas? 

Sí. Algunas chicas se ofrecían. Yo no. Yo trabajaba de prostituta y no me hacía falta ofrecerme por una papela. Pero algunas chicas se ofrecían y ellos se aprovechaban de ellas. A mí también me pasó. Pero yo no me ofrecí, ellos sabrán por qué lo hicieron. Pero antes de recibir una buena paliza, de la que no sé si voy a despertarme, prefiero abrir las piernas.

 ¿A usted la han violado en un narcopiso? 

Sí.

 ¿Más de una vez? 

Sí. Pero lo peor fue que no podía denunciar. No podía arriesgarme. Tenía miedo y tenía que tener cuidado. Aunque también hay narcopisos en los que me trataban muy bien, a los que que me porque importaba pillar material y ya está. Pero en otros narcopisos ya ni entraba. Porque me pasó aquello. Creo que lo hicieron porque les molestaba que yo no sometía a sus reglas. Era orgullosilla.

 ¿Todavía hay mujeres que sufren abusos? 

No puedo decir nada porque ya no voy a narcopisos. Pero mientras estaba allí, sí. Pasa de todo.

Eva estudió teatro en Eslovaquia y comenzó a trabajar de actriz. Pero pagaban demasiado poco, era derrochadora y, cada vez más distanciada de la familia, comenzó a tener problemas para pagar el alquiler. El vigor de la juventud le dio un impulso en la dirección equivocada cuando aceptó la proposición que un amigo le hizo para dar un vuelco a su vida y emigrar a España. Le ofreció un empleo de ayudante de camarera. Pero era mentira. Vino a España engañada. Cayó en la telaraña de una red de prostitución de Tarragona que la explotó vendiendo su cuerpo a camioneros que circulaban por la N-340. 

Fue otra organización criminal quien la liberó de las primeras cadenas. Un grupo de albaneses que no trataban con mujeres, eran ladrones que se dedicaban a robar en chalés. Se enamoró de uno de ellos y se fue a vivir con él frente al mar, cerca de Salou, un municipio al que acudía cada noche para trabajar de gogó en una discoteca. A Eva le gustaba bailar y ganaba dinero sin necesidad de prostituirse. Fue una buena época. Pero también el principio del fin: fue ese novio albanés quien la invitó a probar la heroína. Y terminó en el Raval de Barcelona, enganchada. Ahora lleva dos semanas sin inyectarse y está contenta, dice que, de momento, no echa de menos el latido de sangre que provoca la aguja.

Cristina. Ferran Nadeu

"Si pudiera, viviría en un narcopiso"

Cristina, la otra mujer que atiende a este diario, es politoxicómana pero sobre todo es adicta al crack, una droga que fuma compulsivamente en narcopisos del centro de Barcelona y que tiene la culpa de que se haya quedado sola: sin familia ni amigos, durmiendo en la calle. Como Eva, consigue el dinero ofreciendo su cuerpo a los hombres. Asegura que ya ha perdido toda esperanza de encontrar una salida. Para Cristina, un narcopiso no es un sitio tan malo como lo pinta Cristina. Y es muy dura con las mujeres que tienen problemas en los pisos de la droga, afirma que se los buscan.

¿Ha estado dentro de un narcopiso? 

Todos los días. Vivo en este barrio [el Raval de Barcelona] por eso. Si pudiera viviría dentro de un narcopiso, sin tener que salir a la calle a buscar dinero. 

¿Cómo es por dentro un narcopiso? 

Un piso normal, lleno de gente con botellas y pipas en la mano.

¿Usted qué consume? 

Crack. Y si tengo dinero me llevo también caballo porque ahí dentro no puedo pincharme.

¿Ha intentado dejarlo? 

Sí. Pero en 2007 murió mi madre y volví a la heroína. Pero mi mayor problema ha sido y es el crack. 

¿El crack es más adictivo? 

Lo dejé solo un par de días, porque estuve ingresada en el Hospital del Mar. Cuando desperté y vi lo sucia que estaba me dije que tenía que arreglarme las uñas, ducharme, buscar un trabajo. Pero salí, fumé una pipa y me olvidé de las uñas y de buscar trabajo. Tengo casi 40 años, lo he perdido casi todo, mi madre murió. No tengo salida. No tengo ninguna esperanza de volver a mi país. Lo poco que gano es para la droga.

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