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Caso Elías Ahuja

"Putas, salid de las madrigueras": el negacionismo machista prende entre los jóvenes

Los expertos señalan que el vídeo del colegio mayor madrileño "solo es la punta del icerberg", a la vez que reclaman más educación sexual e igualitaria

La entrada del colegio mayor Elías Ahujo.

A estas alturas de la jornada, no hace falta presentar -ni aún menos calificar- el infeccioso vídeo del "putas, salid de vuestra madrigueras, sois unas ninfómanas" que vocifera un interno del colegio mayor masculino Elías Ahuja de Madrid en dirección a las chicas de la residencia Santa Mónica, situada justo delante, y al que se suman entre gritos decenas de residentes como si se tratara una jauría amenazante y fuera de control. Desde el presidente del Gobierno, Pedro Sánchez, hasta el líder de la oposición, Alberto Núñez Feijóo, pasando por los ministros de Educación, Pilar Alegría, y de Universidades, Joan Subirats, el consenso ha sido unánime a la hora de abjurar del suceso, que por lo visto se enraiza en una delirante tradición del centro, y de reivindicar las políticas de igualdad y de educación afectivo-sexual como disolvente del machismo estructural y del "terror sexual", en palabras de la ministra de Igualdad Irene Montero.

Sin embargo, a pie de redes y de calle, la realidad tiene más aristas y a menudo desmiente el espejismo de la igualdad. Solo en TikTok, este artefacto viral ha sumado decenas de miles de 'me gusta'. ¿De qué es síntoma entonces el escalofriante vídeo? Es más: ¿cómo intervenir en los chicos de forma efectiva para atajar estos tics de la masculinidad tóxica sin que, como respuesta y en nombre de la transgresión, acaben abrazando posturas reaccionarias?

"Discurso coercitivo"

Veamos. Para la periodista y profesora de la UOC Ana Bernal Triviño, el vídeo toma la temperatura, con toda su crudeza, del "negacionismo ante las violencias machistas que ya se está detectando en los últimos barómetros entre la gente joven". "No es más que la punta del iceberg, porque, en el plano sexual, el discurso coercitivo, la atracción por la violencia, está muy presente en todas las edades y especialmente entre los jóvenes, que se socializan con modelos a menudo perjudiciales", afirma, por su parte, Oriol Ríos, profesor de Sociología de la Universitat Rovira i Virgili.

Para este investigador, los programas con perspectiva de género y de educación afectiva y sexual "con base científica" están funcionando como prevención, "como demuestran los estudios realizados en escuelas que están haciendo bien las cosas". Sin embargo, añade, aún queda mucho trabajo por hacer "para vaciar la fascinación de este tipo de masculinidad entre chicos y también chicas" -ahí está el comunicado oficioso que han difundido internas del colegio Santa Mónica justificando el comportamiento de los residentes del Elías Ahuja- , y ya no digamos para cambiar los referentes y convertir a "los buenos chicos en visibles y atractivos". Según Ríos, esta atracción tóxica no conjuga con ideologías ni clases sociales. No va ni por partidos ni barrios.

"Practicar la diferencia"

Por su parte, Bernat Escudero, presidente del colectivo Homes Igualitaris, sí entiende que, "a estas alturas del siglo XXI", un colegio mayor en el que aún se segrega por sexos "no garantiza de entrada una gran educación en igualdad", afirma no sin cierta ironía. "Los jóvenes deben convivir y practicar la diferencia, la diversidad y el respeto hacia el otro" y, en cambio, en la coreografía viralizada se percibe, según Escudero, "un sentimiento de jerarquía, de impunidad, de soberbia y arrogancia" que para el experto tiene que ver con el género y el poder adquisitivo del alumnado. "Se trata en definitiva de actos tradicionalmente naturalizados que la sociedad ya no acepta", afirma Escudero.

Y llegamos a la pregunta peliaguda. ¿Cómo educar entonces a los chicos sin provocarles un rebote que les acabe escorando hacia postulados reaccionarios o negacionistas? Escudero sí detecta que entre un sector de los chicos se está confundiendo la voluntad de transgresión con "la colaboración con el machismo". "Se les tiene que acompañar y luego confiar en ellos", afirma.

En este sentido, la psicóloga Gemma Altell, especialista en género y políticas públicas, entiende que la educación afectiva y sexual contribuye a cortocircuitar esa masculinidad patriarcal que se construye y escenifica, básicamente, alejándose de cuanto pueda leerse como femenino. "Lo que se trata es de que los chicos, sin culpabilizarlos ni colocarles mochilas que no son suyas, entiendan que ellos también pueden liberarse y no sentirse presionados por llegar a ser un 'hombre de verdad', una idea que también provoca mucha frustración", afirma la especialista, quien apunta que los centros escolares privados acostumbran a ser más impermeables a los programas de formación igualitaria.

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