Cruz Roja ha presentado este jueves el informe 'Los y las jóvenes y el reto de la digitalización en la COVID-19: competencias para la vida, el empleo y la educación' en el que analiza, entre otras cuestiones, los factores de riesgo a los que se enfrenta este grupo de la población. Entre las conclusiones, extraídas de una realidad social que la entidad conoce bien a través de sus programas, que la pandemia ha acentuado la vulnerabilidad de muchos jóvenes. Chicos y chicas en situación de riesgo y con miedo al futuro: así lo manifiesta un 41% de los encuestados. Dicen sentirse atrapados en un callejón sin salida. 

La ONG ha detectado un incremento de la población joven atendida, entre los 16 y los 30 años, que casi se duplicó en el escenario de la pandemia con respecto al periodo anterior; además, sus familias tienen dificultades para mantenerles, tal y como se expuso en la presentación del informe. Entre las características de los chicos que se han atendido está: tener un nivel educativo medio bajo, escasos recursos, descualificación laboral en sus procesos de inserción, situación administrativa irregular en parte de la población migrante o debilidad en sus redes de apoyo social.

Uno de cada cuatro tiene un contrato temporal a tiempo parcial, especialmente si su edad entre los 16 y los 21 años

El estudio elaborado por Cruz Roja muestra que el 52% de estos jóvenes se encuentra sin empleo. Además, el 37% de las mujeres (frente al 10% de los varones) asegura trabajar en labores domésticas no remuneradas, y un 7% con empleos de economía sumergida. Uno de cada cuatro tiene un contrato temporal a tiempo parcial, especialmente si su edad entre los 16 y los 21 años, y el 12% sólo trabaja de manera esporádica, como lo hace de manera fija apenas el 8% de los participantes en el estudio. La explotación laboral suele ser más común en jóvenes de 16 a 21 años.

Brecha digital

La falta de experiencia laboral es importante: el porcentaje de jóvenes menores de 19 años sin experiencia laboral es del 61%, frente al 30% de jóvenes de 19-24 años y el 11% de mayores de 24 años. El 27% de los/as jóvenes encuestados han perdido su trabajo durante la pandemia. En cuestión de género se identifican tres dimensiones con clara incidencia sobre las jóvenes: los cuidados, el empleo y la violencia de género. Por lógica, una menor tasa de empleo, una mayor tasa de contratos temporales y una mayor tasa de paro vuelven aún más precaria la situación de las mujeres, agudizada además por motivos de nacionalidad o nivel educativo.

La discriminación por motivo de sexo, edad, origen o situación económica afecta también a estos jóvenes entre los que una parte importante están afectados por la brecha digital, bien por falta de competencias, bien por falta de recursos económicos o falta de conectividad. Sólo la mitad de las personas encuestadas (52%) utiliza las TIC para la búsqueda de empleo y solo un 30% las utiliza como herramienta de trabajo.

El impacto psicológico

Todo ello tiene consecuencias claras: Cruz Roja ha detectado un bajo estado de ánimo generalizado en jóvenes con dificultades sociales y laborales. Es al grupo en el que el confinamiento ha producido un mayor impacto psicológico: un 25% de las personas entrevistadas admite que se estresa por cualquier situación adversa, un 14% siente tristeza y el 41% afirma tener miedo al futuro.

Son chicos y chicas cuyas historias reproducen muchas veces las condiciones de riesgo o vulnerabilidad de sus familias

Una parte de ellos, se incide en el informe, sufren las consecuencias de una difícil emancipación o una emancipación obligada, que se hace en condiciones de vulnerabilidad, con baja cualificación, extrema precariedad laboral o trabajo sumergido, y un escaso nivel de competencias digitales para el empleo, entre otras circunstancias. Algunos, saben bien lo que es la exclusión social, habiendo vivido situaciones de calle o dificultad para la supervivencia.

La población que ha participado en la investigación son chicos y chicas cuyas historias reproducen muchas veces las condiciones de riesgo o vulnerabilidad de sus familias (transmisión intergeneracional de la pobreza) en las que los padres tienen dificultades: desempleo, ingresos bajos, pobreza alimentaria, pobreza energética, impagos del alquiler o de cuotas hipotecarias, etc. Dificultades que se convierten en limitaciones de las familias para apoyar a sus hijos y se ligan al abandono de la formación, y la necesidad de una rápida salida al mercado laboral.