Cuando se atraviesan sus puertas por primera vez ya se tiene la sensación de que no se accede a una tienda más. Desde la fachada, imponente, se dibuja ese primer boceto de lo que está a punto de ocurrir en el interior, en el mejor preludio de lo que está por venir. La tendencia durante los últimos años, los nuevos caminos del marketing y las ventas, auguraban que el futuro y la supervivencia se tenían que basar en la experiencia del cliente; que fidelizar una marca sin contar su historia, sin poner sentimiento, era un fracaso garantizado en un mundo global y que solo la pandemia ha vuelto a poner en evidencia: la apuesta por lo local, el trato exquisito y la diferenciación son el camino a seguir. Y eso, en Relojería Alemana, lo saben hacer muy bien.
El estudio de arquitectura Ohlab ha sido el encargado de remodelar el mítico establecimiento de la firma que abría sus puertas en 1879 y que 143 años después reabre con un innovador concepto de boutique. Tres plantas de tienda en plena calle Colom divididas en diferentes rincones personalizados para sumergirse en el oficio del relojero. «Nuestro lema es tradición, evolución», cuenta Pablo Fuster, CEO de la compañía, que junto con sus hermanas, Blanca y Paula (ellos son la cuarta generación), continúan con la tradición familiar joyera. «Con este nuevo espacio queremos brindar una experiencia única y exclusiva a nuestros clientes sin olvidar nuestras raíces», prosigue Pablo.
Con una selección de materiales y texturas que combinan modernidad, innovación y diseño, aportando luz, amplitud y originalidad en cada uno de sus rincones, el cliente se encuentra con corners exclusivos y únicos de las mejores marcas relojeras: Rolex, Panerai, Tudor, IWC, Tag Heuer y un largo etcétera, que cuentan con espacios propios donde mostrar sus nuevas colecciones. En la segunda planta del edificio encontramos el escenario con el activo más valioso de la relojería; se trata del servicio técnico, el taller oficial de Rolex, Patek Philippe y Hublot, donde no solo se entregarán y recogerán las reparaciones, sino que se podrá admirar en primera persona la labor de sus cuatro relojeros. Artesanía, técnica y amor para que cada reloj sea único. A todo ello, sumen que la nueva boutique cuenta también con distintas barras de bar y una carta de cócteles especiales creados por Rafa Martín, de Brass Club, y la experiencia ya es completa.
No se han olvidado en esta reforma de recuperar el conocido como El saloncito, mítico espacio con la característica estética clásica de este negocio centenario que no olvida su esencia ni los inicios de los antepasados de la actual generación. En Relojería Alemana tienen muy claro que ahora «es tiempo de brillar».