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Voro | Orfebrería para el paladar

Álvaro Salazar y su equipo han ideado una trabajadísima propuesta culinaria que sitúa a Voro como uno de los mejores embajadores gastronómicos de la isla

El pequeño enclave de Canyamel se ha convertido en un foco atractivo para los amantes de la alta cocina. Voro es, sin duda, su principal emblema gracias a un concepto elaborado por equipo de grandes profesionales, liderado por Álvaro Salazar. Su trabajo puede definirse como pura orfebrería para el paladar: minuciosas creaciones, detalles cuidados al máximo, sabores equilibrados, artesanía efímera para el deleite.

Salazar, perenne inconformista, cuenta con casi el mismo equipo con el que empezó, como María Cano, su mano derecha en la cocina; Sela Priego, la panadera que dignifica su oficio con teleras (pan de Córdoba), ‘ensaïmades’, focaccias y pan de cristal, y Joan Escales como jefe de partida. Los dos menús, uno más breve que el otro (pero que no se queda nada corto), juegan con la cocina de Andalucía (tierra natal de Salazar) y con la de Mallorca (su segunda casa) respetando el alimento y buscando la sorpresa en el comensal: la galleta de coliflor, el bollo de Porc Negre, el escabeche de perdiz, la ‘sípia amb salsa’ (pica pica), la ensalada marina perfumada con palo cortado o el goloso de hibiscos, por citar algunos sin desmerecer al resto.

La pieza que faltaba por engrasar en la sala se consiguió con el fichaje -justo antes del confinamiento de 2020- de Aritz Alfageme, sumiller vasco y elegante comunicador que marida los platos de la cocina con el fino de Jerez de la Frontera, el ‘txacolí’ de la bodega Hasi Berriak, el ‘vi ranci’ de Miquel Gelabert, pasando por la Borgoña (Beaune de Louis Jadot), el sake Noguchi Nama Genshu, el tinto Sibil·la de Can Xanet, el excelente Ribera del Duero de Francisco Barona y el generoso húngaro tokaji Edes Szamorodni. Pero la estrella de la velada es un clásico de la añada 1986, un Marqués de Riscal que cada noche se abre para los comensales con la ceremonia que se merece: un degüelle con tenaza caliente.

Las dos estrellas Michelin a Voro son una manera de premiar el trabajo bien hecho y de atraer al público, al igual que el Sol de Repsol. Pese a ser reconocimientos capaces de cegar al más avispado, Salazar continúa manteniendo los pies en el suelo, siempre agradeciendo la dedicación diaria de su familia profesional, que lo es todo para él, como demuestra ahora y en el pasado cuando tras ganar 6.000 euros del concurso de Alimentària en 2018 respondió que lo primero que haría es repartir el dinero con su equipo. Solo así, siendo agradecido con los que te rodean y lo dan todo para el beneficio común, es posible evolucionar e ir a más.

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