“Yo diría que no solo solo mallorquina de verano, sino una mallorquina de todas las temporadas, pero este reconocimiento que me dais lo recibo como un regalo, porque Mallorca es un cachito de mi vida, aquí está mi hogar”. Con estas palabras y alguna que otra anécdota Carolina Cerezuela agradecía desde el escenario el homenaje que se le rindió por ser una gran embajadora de la isla, un galardón, el de Mallorquín de Verano, que celebró anoche, con el GPRO Valparaíso Palace & Spa como sede, su octava edición. Una velada donde la gastronomía local y la música tambien se dan la mano.

La suite 702 volvió a lucir esplendorosa, con una decoración a base de tejidos azules y blancos, que contó con el asesoramiento de interiorismo de Don Telas; la fábrica Gordiola volvió a darle forma al ya emblemático trofeo, una palmera de cristal que la presentadora, actriz, cantante y modelo recibió de manos de Toni Ferrer, director del hotel y presidente de la asociación. Entre el público, Carlos Moyá; el cantante Jaume Anglada, cómplice del jurado; Mar Aldeguer, de Coolook; Juan Ferragut, del Auditòrium de Palma; el alcalde de Llucmajor, Eric Jareño o el diseñador del momento, Pablo Erroz.

Los invitados, casi un centenar, degustaron un menú elaborado por el chef Carlos Botella y el pastelero Estefan que estuvo formado por ceviche de vieiras y carabineros; rodaballo al horno, sorbete de piña y bizcocho de cacao. Todo regado con vinos como el Son Ravell, de Armero i Adrover, el Fermança, de Bordoy y el Juvé & Camps Reserva.

La banda sonora de la noche la puso el grupo La Bohéme, con una selección de grandes temas de la historia de la música. Por supuesto, como en todas las ediciones anteriores, el Mallorquín de Verano se llevó su kit de mallorquinidad: Aceite de Aubocassa, Vermut Rumbo, sal de Flor de Sal d’Es Trenc y vinos de la DO Pla i Llevant.