Si algo positivo tiene ir por la vida con algún que otro prejuicio en la mochila y con una cámara de fotos en la mano es que las sorpresas se suceden sin aviso previo. A fuerza de leer artículos y reportajes que hablaban de las "monjas raperas" servidor visitó el Monasterio de la Encarnación de Mula esperando encontrar frivolidad en lugar de espiritualidad y una performance en lugar del sosiego transmitido por las habitantes del fortificado edificio. El inmueble, que tiene su origen en el siglo XVII es un Bien de Interés Cultural imponente, a la falda del Castillo de Mula.

Actualmente es habitado por tan sólo siete mujeres colombianas pertenecientes a las Hermanas Comunicadoras Eucarísticas del Padre Celestial, una comunidad religiosa que alcanzó la popularidad por desarrollar su evangelización a través de Internet y de una productora audiovisual propia, con la que elaboran vídeos musicales y tertulias subidas a Youtube entre otros contenidos compartidos en los activos perfiles de sus redes sociales. Tan fuerte es el perfil digital de este grupo católico que en su página web subrayan que "las Comunicadoras Eucarísticas del Padre Celestial tenemos como carisma específico evangelizar en y a través del dinámico mundo de los medios de comunicación como Comunicadoras, presencia amiga para quien busca al Padre y como Almas Eucarísticas en acción, que proclaman desde los terrados lo que Jesús les dice al oído (Mt 10,27),en la intimidad de la oración".

El convento fue escenario del expolio de las Clarisas que concluyó este mes

Las anteriores inquilinas del convento, las Clarisas, lo abandonaron antes de la pandemia con polémica: no solo se fueron, sino que se llevaron con ellas, a su nuevo hogar en Elche, decenas de obras de arte (cuadros, esculturas...) que pertenecían al patrimonio de todos los muleños. De ahí que el Ayuntamiento se pusiese en marcha para recuperar lo que pertenecía al pueblo. Comenzó entonces un periplo, administrativo y de negociaciones, que se dio lugar a que a la abadesa le cayese una sanción económica: 100.001 euros. A principios de este mes de julio, las monjas anunciaban que devolverían las piezas a Mula a cambio de que les quitasen la multa. Y las piezas volvieron. A.LUCAS


La hermana superiora Sonia y la hermana Milagros me dan la bienvenida y confieso el alivio que supone, en plena ola de calor y a la hora de la sagrada siesta española, cruzar el umbral de un edificio de piedra. Pronto se incorpora la hermana María Cielo, que ejerce como subdirectora del grupo y responde a mis curiosas preguntas. Voy siendo consciente de que no voy a fotografiar un estudio de grabación ni nada parecido, ni tampoco voy a ser espectador de la última coreografía de moda en Tik Tok, sino que estoy en un entorno de espiritualidad de lo más tradicional en el que preside el silencio y la quietud. «Estamos en estos momentos trabajando en la parte legal y administrativa de la producción audiovisual. En el futuro desarrollaremos esa tarea», me indica la hermana María Cielo.

Una robusta puerta de madera oscura separa el espacio abierto al público de las estancias privadas de la comunidad a la que está prohibido el acceso. Es junto a esa puerta donde voy conociendo el día a día de las hermanas explicado por ellas mismas, mientras de fondo la hermana Mariana no deja de tejer y confeccionar pulseras hechas con abalorios de color marrón y plateadas medallas.

De no ser por el hábito blanco y azul me costaría diferenciar si el brillo de los ojos de las hermanas se debe a la bondad que imprime el carisma religioso o a una especie de coquetería propia de unas jóvenes universitarias. "Por lo pronto no está contemplado que vengan más hermanas al monasterio, pero en un futuro es posible que sí", confiesan.

La clave

Un templo abierto a fieles, peregrinos y visitantes

Actualmente la iglesia del monasterio permanece abierta a los fieles todos los días de 8 a 9 de la mañana para la celebración de la eucaristía. El resto del día, salvo de 13 a 14 horas, el templo está abierto a los peregrinos y visitantes. Los viernes, a las 19 horas se celebra un acto religioso abierto al público.  


No resulta fácil conseguir que las hermanas me muestren otros espacios del monasterio, pero acceden a que la hermana Agustina, guitarrista, ensaye las canciones que canta cada viernes a las siete de la tarde para las personas que acuden a la iglesia. De camino al templo, y a propósito de las fotos que voy realizando, me cuentan que una hermana miembro de la comunidad, residente en Colombia, es una apasionada de la fotografía, y que incluso realizó un trabajo de fin de curso sobre la técnica fotográfica.

Mientras Agustina canta a la guitarra las canciones el resto de hermanas oran diseminadas por la iglesia. Vuelvo a preguntarme cómo será vivir en un edificio como ese, que inevitablemente traslada al visitante a épocas anteriores.

Antes de volver sobre mis pasos y sufrir de nuevo el inclemente sol, que diría el cantautor, colocan en mi muñeca una de las pulseras hechas por la hermana Mariana. En ese momento hacen lo que mejor saben hacer y tratan de convencerme para que camine por el sendero de la fe y asista a misa los domingos. "Él nos da 24 horas cada día, dele usted una hora solamente a la semana". No sé si salgo de allí siendo más o menos creyente, pero me da la sensación de haber experimentado durante un rato una encantadora inmersión en una mezcla de pasado y futuro, y haber desterrado algunos prejuicios, en un lugar privilegiado.