La paciente de Barcelona supo que se había contagiado del virus de inmunodeficiencia adquirida (VIH) cuando presentó un cuadro muy grave. Comenzó entonces el tratamiento típico con antirretrovirales, pero también con un inmunosupresor. Así estuvo durante nueve meses, hasta que dejó por completo los medicamentos. Han pasado desde entonces más de 15 años y el virus, aunque permanece en su cuerpo, está absolutamente bajo control, sin ningún síntoma ni capacidad de infectar a otras personas, como si todo lo anterior no hubiera ocurrido jamás. La paciente de Barcelona puede cambiarlo todo. 

Poco se sabe de ella. Los investigadores del Hospital Clínic, responsables de esta investigación, insisten en que desea mantener el anonimato. Es una mujer de mediana edad, es de Barcelona y su caso es “único”, explica Josep Mallolas, jefe de la Unidad de VIH del centro. “Abre una ventana de oportunidades fascinante”, continúa. 

Si se identifica qué es lo que provoca que la paciente de Barcelona tenga el virus bajo control durante tanto tiempo sin necesidad de tomar ninguna medicación, y los investigadores creen haberlo encontrado en dos tipos de células muy específicas, es posible que su situación pueda aplicarse también a otros enfermos de sida, abriendo una nueva etapa en la lucha contra el VIH. Una en la que los antirretrovirales o cualquier otra medicación ceden espacio hasta tener un papel residual, porque los infectados podrán hacer vida normal sin ingerir ningún fármaco, como lleva haciendo la paciente de Barcelona desde hace más de una década y media. 

“Se trata de un caso excepcional porque al principio presentó un cuadro muy grave, algo que no es característico de quienes pueden controlar el virus tras recibir tratamiento. Y también por el tiempo que lleva en esta situación. En la mayoría de casos vuelve a perderse el control del virus al cabo de unos meses o unos pocos años”, señala Juan Ambrosioni, médico de la Unidad de VIH del Hospital Clínic. Otra característica fuera de lo común, añade Núria Climent, investigadora del Idibaps de Barcelona, es que “la paciente no tenía factores genéticos asociados con el control del VIH”. Y sin embargo, “a lo largo de todos estos años el reservorio del virus ha caído de forma pronunciada y progresiva”. Es decir, en lugar de disminuir, como suele ser normal cuando se termina el tratamiento, la respuesta inmune ha ido fortaleciéndose con el paso del tiempo. 

Todo esto ya sería por sí mismo muy importante en la lucha contra el sida. Pero lo más relevante, en términos de sus consecuencias para otros infectados por el vih, es que el equipo del Clínic ha identificado el porqué. “La gran novedad del trabajo es que hemos caracterizado las células que consiguen el control del virus”, asegura Climent.

Son dos: las llamadas ‘natural killer’ (asesinas natas, en castellano), que forman parte del sistema inmune innato y forman parte de la vanguardia de la defensa frente a diferentes patógenos, y los linfocitos T CD8+, cuyo papel es clave frente a virus y bacterias. La paciente de Barcelona tiene un porcentaje muy alto de ambas en su cuerpo, que “podrían estar bloqueando el virus y serían capaces de destruir las células infectadas”.

Berlín, Londres y Nueva York

Los casos de infectados que han logrado erradicar por completo el VIH son muy raros. Solo hay tres. Está el paciente de Berlín: no hubo ni rastro del virus tras un trasplante de médula ósea practicado en 2007, aunque su historia tiene un agrio desenlace, porque murió de leucemia hace un par de años. El paciente de Londres: fue sometido a un trasplante de células madre y el patógeno desapareció. Y la paciente de Nueva York, que recibió un trasplante de sangre de cordón umbilical. 

Pero la paciente de Barcelona es distinta. Los tres casos anteriores fueron objeto de intervenciones muy agresivas y arriesgadas, que no son extrapolables a las 36,9 millones de personas que conviven con el VIH en el mundo, la mayoría en el África subsahariana. Y el virus desapareció totalmente de su organismo. En la paciente barcelonesa, en cambio, no ha habido ninguna intervención y el VIH continúa en su cuerpo, pero con una presencia cada vez menor, sin sufrir sus consecuencias ni poder transmitirlo. La suya ha sido una curación “funcional”, con muchas más posibilidades de aplicar a otros infectados. 

“La curación funcional del VIH es un objetivo mucho más realista a gran escala. Por eso es tan importante entender los mecanismos subyacentes”, dice Ambrosioni. “Tenemos que analizar qué le ha pasado para poderlo replicar en otras personas. Hace falta mucha investigación. El objetivo es tremendamente ambicioso”, añade Climent. 

El equipo del Clínic se prepara ahora para trabajar en dos ámbitos distintos. Sobre todo, estudiar la genética de la mujer, explorando vías para “aumentar la actividad de las células implicadas en su respuesta innata frente al virus”. Pero también analizarán si el tratamiento con el inmunodepresor que recibió junto a los antirretrovirales “ha podido tener algún rol” en su curación. 

De momento, Montreal (Canadá) acogerá en los próximos días la Conferencia Internacional sobre Sida. Habrá dos presentaciones importantes. Una de ellas se centrará en la paciente de Barcelona.