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Incendios forestales

Una joven pareja quiere instalarse en la zona incendiada en Zamora: “Hay que ir, la repoblación es esencial"

A pesar del desastre medioambiental y económico que ha supuesto el gran incendio de la Sierra de la Culebra, Alberto y Laura continúan con el proyecto de volver a Ferreras de Arriba

Alberto pasea con su hija por la Sierra de la Culebra. Cedida

Antes del 15 de junio, Alberto y Laura lograban vender su piso de Madrid, cumplir con creces la fecha límite que se habían marcado, aunque lo tenían más que decidido, “se hubiera vendido o no, nos íbamos” para darse una segunda oportunidad como pareja, decididos a hacer el viaje inverso que sus padres y regresar a Ferreras de Arriba (Zamora). Ni el desastre de la Sierra de la Culebra ha logrado arruinar su nuevo proyecto de vida.

Los veranos de la infancia les unieron, “nos llevaban al pueblo y, al final, surgió el amor, nos casamos” para instalarse en la villa madrileña. Pero este enero, decidieron que su sitio estaba “junto a la naturaleza. Visitamos pueblos en León, Galicia, Asturias...” Pero, ¿por qué no el pueblo de sus padres emigrantes?

"En Navidades, nos decantamos definitivamente por Ferreras, qué mejor lugar, tenemos familia, gente, servicios como médico e Internet por fibra para el teletrabajo, supermercado en el pueblo y colegio para nuestra hija de 9 años, muy importante para nosotros cuando buscábamos dónde mudarnos”.

La pequeña Alba será la sexta alumna de la escuela de Ferreras de Arriba. “La hicimos partícipe de este proceso, hablamos con la directora y nos dijeron que, al haber tan pocos alumnos, la atención es muy personalizada”, una ventaja para la pequeña, explica Laura Pastor Andrés, de 38 años y nacida en Barcelona. Su hija está encantada de irse al pueblo “por la libertad que tiene, puede salir con la bici sin peligro, ir a buscar a sus amigas; aquí tenemos a la familia, estamos todos más arropados. En Madrid no la dejamos ni bajar al portal”, explica Alberto López Moldón, de 41 años, nacido en Madrid. Aunque también estuvo asustada cuando el fuego no deba tregua, “¿pero si está ardiendo y quemándose, a dónde vamos?”, preguntó a sus padres.

El coste de vida de Ferreras fue otro factor a tener en cuenta, “aquí, en Madrid, se te va el dinero en anda, en Zamora se gastará menos aunque no ganes más que aquí”, apunta el matrimonio desde la villa. Su destino, pues, está más anclado que antes al pueblo, a pesar del desastre medioambiental y económico que ha supuesto el gran incendio de la Sierra de la Culebra, que ha sepultado bajo las cenizas casi el 50% del rico y variado paisaje de esos montes a los que tan unidos se siente esta familia; de la fauna, “la última vez que estuvimos no hace tanto, paseando nos encontramos un lobo, se nos quedó mirando. Es impresionante”.

Saben que ahora el futuro es más incierto, pero "todavía con más razón tiene que ser, a seguir para adelante, ¡ahora más que nunca! Ya era un órdago antes de todo esto, ahora lo es a lo grande”, reconoce Alberto.

El matrimonio tenía marcada “una hoja de ruta” para labrarse un futuro que les permitiera “empezar de cero” en la localidad zamorana, “queríamos cambiar el chip, no queríamos que se nos pasara la vida, queríamos ganar tiempo para disfrutarla”, parar estar juntos y con su hija, “en Madrid, solo estamos un rato con ella al volver del trabajo, a la cama y se acabó. Vas de prisa hasta cuando sales a pasear”, declara Laura.

Sin hacer oficial su asentamiento en el pueblo, “todos los vecinos nos decían “¡qué alegría!”, te animaban a quedarte. "Con la recogida de las castañas, las setas, os vais arreglando un poco”, nos decían, mucha gente completaba su economía así", comenta Alberto. Mientras, sus amigos madrileños mostraban una envidia sana por el cambio.

“Ahora se nos ha derrumbado un poquito todo", las expectativas que se les abrían ante la riqueza del espacio natural, de esta Reserva de la Biosfera, "pero hay que ir porque la repoblación es una ayuda esencial para estas zonas, la gente cada vez es más mayor, muere y el pueblo acabará por desaparecer. Animamos a otras personas a que vuelvan también”.

El sueño de “poder dejar atrás definitivamente el estrés” de la gran urbe, de instalarse en la España Vaciada era una realidad solo cinco meses después de tomar la decisión. Pero la inmensa alegría por el inminente traslado se ensombreció el 15 de junio. Sus móviles comenzaban a recibir mensajes de lo que parecía que era un fuego pequeño. “Por el grupo de amigos de WhatsApp uno mandó una foto de la montaña, “parece que se está churruscando algo”, decía”.

Por la tarde, el incendio ya se había llevado 700 hectáreas “estábamos preocupados”, pero ni comparable con la angustia y la impotencia que les esperaba las siguientes 72 horas. La madre de Laura, que se trasladó al pueblo desde Barcelona a causa de la pandemia, se mostraba serena en los escasos minutos que podía hablar con su hija “gracias a que los vecinos que tenían línea compartían el teléfono con los que no. Ahora nos dice que estaba muy nerviosa y asustada”.

A escasos metros de las casas de Ferreras de Arriba, las llamas alcanzaban dimensiones impensables ese miércoles y el frente de fuego llegó a tener casi 20 kilómetros en horas. Los vecinos, la madre de Laura, tuvieron que ser desalojados. “Lo pasamos fatal, desde aquí era más angustioso, veíamos que no había coordinación para apagar el fuego y pensábamos “que alguien meta baza, por favor, fue terrible”. Tanto que el móvil acaparaba toda la atención de la pareja, pendiente de las noticias sobre el incendio. “Fue muy agobiante, tuve que hablar con Alba y pedirle perdón porque estábamos más pendientes del incendio que de ella”, comenta Laura.

Pero "lo importante es que no hay que lamentar la pérdida de ninguna vida humana y que ninguna casa se quemó”. Pasado el horror, el traslado de los López Pastor está en marcha. “Laura está teletrabajando y todo es más sencillo, solo tiene que cambiar el ordenador de lugar. Yo era encargado en una empresa de paquetería, estaba como fijo, pero había que dejarlo para poder realizar este proyecto”, agrega Alberto.

Una tierra cedida por los padres de su esposa, porque “aquí nadie vende nada y las casas que hay libres necesitan una reforma muy grande”, acogerá el nuevo hogar de la familia. “Tenía unas vistas preciosas a la montaña que se ha quemado entera”. Los planos de la futura casa rural están listos para empezar a levantar la instalación turística.

De momento, “vamos de okupas con mis padres". Su proyecto contemplaba “completar la oferta con rutas en bicicleta con, con actividades que otras casas rurales que existen en el pueblo no tienen”, detallan al unísono.

El piso de Madrid se puso en venta el 19 de enero para poder cerrar la operación y arreglar todo antes del 15 de julio. “Se hubiera o no vendido, nos iríamos de igual manera” , dicen al mismo tiempo. La suerte les sonrió, declaran entusiasmados rodeados de las cajas de la mudanza. “El 27 firmamos la venta y nos despedimos definitivamente de Madrid”.

Un proyecto de vida

La idea que tenía la pareja que se instalará en Ferreras de Arriba antes del incendio para su negocio era “definida y clara, dirigida al turismo con actividades de entretenimiento, ofertar guías por la zona, con rutas en bici, etc., ahora, como no sea por las cenizas ¡qué ruta vamos a hacer!”. No descartan ninguna posibilidad: la ganadería, una cabriada; una empresa para desbrozar caminos de forma natural; agricultura ecológica para lo que ambos se han formado; crear una red de mercado de proximidad ecológico... “Impulsar la empresa o asociación para regenerar la zona de forma de ordenada, viveros de robles, castaños...”.

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